Opinión | 15 sep 2024
Informe económico de septiembre
Recesión, recuperación y “bicicleta financiera”
El informe de coyuntura correspondiente al mes de Setiembre de 2024, que publicó la Fundación Buenos Aires XXI realizado por el especialista en economía Marcelo Basualdo.
El ajuste fiscal ejecutado por el actual Presidente de la Nación tuvo efectos típicos sobre el nivel de actividad. El recorte del gasto real en jubilaciones, consecuencia de tan solo un aumento de éstas en el orden de 60% de la inflación de los primeros 6 meses de su gobierno, o que los ingresos de los pasivos se redujeron en 40%, ajuste brutal, por cierto. Con una contracción empática con ésta en los salarios de empleados públicos, algunos sectores asalariados privados y una práctica anulación de la inversión pública, así como de las transferencias de fondos a las provincias, universidades y otros organismos, se agregó drasticidad a la caída en el déficit fiscal. Y este ajuste fiscal brutal determinó -lógicamente- una caída también brutal en la demanda de consumo e inversión y la producción de bienes que la abastece.
El Banco Mundial proyecta, en consecuencia, una caída del PBI argentino en el orden de -3,5% en 2024, lo cual se debe sumar a -1,6% del PBI de 2023.
En 2025 se anticipa una recuperación sustancial, pero, francamente, en Argentina sabemos que el año que viene es el largo plazo y no cabría tomar en cuenta, seriamente, la proyección optimista del BIRF para el año próximo, que solo alcanza 3,2% y deja casi en cero el crecimiento 2024-2025.
En este último sentido siguen las apuestas de éste y otros organismos internacionales sobre el formato de la curva de evolución gráfica del PBI entre 2023 y 2025, pasando desde una rápida recuperación descripta por una “V” hasta otras más lentas descriptas por una “L” o una “U”.
En fin, la diversidad de letras ya va indicando que hay bastante desorientación de los pronosticadores de la recuperación cuando lo que no se revierte es la caída del PBI en 2024 que fue inaugurado con una previsión de -2,5% por parte del Banco Mundial.
Recientemente debió sustituirla por -3,5%. En dos años, entonces, el PBI habrá quedado a mitad de camino de la caída por la pandemia de 2020 que fuera un récord histórico de casi -10%.
Esperemos que la caída acumulada del PBI no se siga elevando en 2025, pero hay serios riesgos que la evolución en distintos frentes de la economía pueda empeorar entre éste y el año venidero. Por el momento una rápida recuperación en “V” que algunos delirantes habían predicho, entre ellos el propio presidente, parece que ha pasado al olvido. Al igual que la dolarización, que ya nadie recuerda.
Sucede que luego de una devaluación, desde un tipo de cambio oficial presunto de 370 pesos por dólar – especie de santo grial inalcanzable para cualquier mortal- hasta alrededor de 800 pesos poco después de la asunción del actual presidente, una inflación liberada, intencionalmente, de una previa represión de precios, comenzó a adelantarse considerablemente a las devaluaciones mensuales de tan solo 2%.
Dada la contracción de la demanda interna y la producción ya referidas al principio, era previsible una caída de las importaciones, en consecuencia, y un aumento del superávit comercial de mantenerse las exportaciones, pero la caída del tipo de cambio real que rápidamente se produjo está modificando estas expectativas.
En efecto, la inflación aumentó 144% entre diciembre de 2023 y agosto de 2024. En lo que va de 2024, en tanto, la inflación acumuló un aumento de 94%. Si se toma la relación entre el aumento de tipo de cambio y la inflación desde diciembre de 2023 al presente, el incremento del tipo de cambio fue de 158% por lo que deduciendo el total de inflación de ese período de 144%, solo ha habido un crecimiento real neto de poco más de 5% desde ese bajo tipo de cambio oficial real de diciembre de 2023, de 370 pesos.
Comparando la evolución relativa entre enero de 2024, en tanto, vemos que el tipo de cambio nominal aumentó 18% mientras que la inflación lo hizo en 94%, por lo cual en lo que va del año el tipo de cambio real bajó -40% real.
Este claro desfasaje cambiario introdujo el desaliento agroexportador que es de público conocimiento -con los monumentales almacenajes de granos en los silo bolsas en todo el campo, para no malvenderlos a un dólar real casi tan bajo como el oficial de diciembre de 2023.
Esto prontamente va a determinar otro tipo de previsión respecto del notable superávit de comercio exterior inicialmente previsto para 2024, ya que, de alrededor de los 30 mil millones anuales de superávit previsto inicialmente, según van las exportaciones agrarias se puede esperar que esto se reduzca, aunque las importaciones, en principio, no repuntarían igualmente, al estar totalmente frenadas por la caída de la actividad interna.
No obstante, el balance cambiario del primer semestre registra un saldo de ingreso total de 17.000 millones de dólares, constituido en base al movimiento de capitales mayoritariamente.
Esto es coherente con el endeudamiento público asumido desde principios de año que en total ha acumulado alrededor de 65.000 millones de dólares, resultando 60% de esto en incremento de la deuda externa, con tribunales locales o extranjeros de resolución de conflictos. El resto es incremento de deuda en pesos.
En general, todos los datos que aquí se revelan son de fuentes oficiales, ya sea del Banco Central o del Ministerio de Economía.
Finalmente, dados los vencimientos de capital e intereses que se debieron afrontar con pagos efectivos hasta principios de agosto del corriente, el incremento de Reservas Internacionales líquidas podría resultar negativo en alrededor de -3.000 millones de dólares.
El método de reservas líquidas, en realidad, es un engendro del FMI por el cual del total de las reservas brutas se restan una serie de activos externos netos inmovilizados y solo se cuentan los de libre disponibilidad, por lo cual para el caso de los pasivos - que se restan de los activos- se toman solo los que vencen a corto plazo, dentro del año corriente. Pero lo afirmado en cuanto a su evolución, coincide con la de las reservas brutas ya que de los 30 mil millones de dólares que se habían alcanzado en mayo se ha bajado a 27 mil millones.
Es indudable que un hábil y reconocido trader internacional como el actual ministro de economía ha posibilitado esta arquitectura financiera y es probable que la siga sustentando a pesar que, como se ha visto, tanto la actividad interna como la actividad exportadora sufren los efectos de la política fiscal contractiva y el atraso cambiario y según decisiones financieras recientes se iniciará un acentuamiento de la contracción monetaria.
Para ello se estimó necesario anular como fuente de creación de dinero a la propia acumulación de reservas que fuera ingente desde principios de la gestión hasta junio del corriente cuando se revirtió. Ahora, esa caída inicial se compensa con ventas en el mercado de cambio libre por el Banco Central y eso permite contener o bajar el tipo de cambio no oficial, disminuyendo la brecha con el oficial, aunque, obviamente, no se acumularán más reservas y es probable que éstas sigan disminuyendo.
Mientras la caída de reservas no se acelere será posible contener el tipo de cambio no oficial -promediado entre dólar CCL y MEP- pero la expansión monetaria que venía impactando sobre el tipo de cambio no resultaba de la financiación del déficit fiscal, ya que éste se encuentra controlado o revertido por un posible superávit, sino por los propios exportadores que recibían pesos del Banco Central por su venta neta de divisas a éste.
Esta posición compradora de divisas del BCRA ahora en lugar de terminar en acumulación de reservas se transforma en posición vendedora en el mercado libre para absorber la oferta monetaria excedente que se había generado, por lo cual las reservas dejarán de crecer o caerán.
Esto último está dirigido a finalizar la etapa de tasas de interés negativas con lo cual se espera que las colocaciones en pesos sustituyan la demanda de divisas originada por esas tasas bajas hasta junio 2024 y la expansión de base monetaria que se diera hasta que adoptara esta política de reabsorber los pesos emitidos a favor de exportadores con ventas de las divisas que estos liquiden.
Esta etapa se dirige así a reforzar el “ancla cambiaria” de mantener el tipo de cambio reptante de 2% mensual, contrayendo el impacto de éste sobre los precios de bienes, sus expectativas y de costos salariales controlados por desocupación.
Aunque con altísimo costo en la actividad interna y externa, así como alto endeudamiento, seguiría siendo factible el control de la inflación mientras se pueda sostener el régimen cambiario en razón que las presiones en el mercado cambiario resulten tolerables.
Como es evidente estas presiones son las de mayor impacto inmediato sobre la política económica pero el conflicto social es otro factor crucial ya que como se ha visto los asalariados formales e informales son indudable variable de ajuste de esta política y a este sector se suman las empresas pequeñas y grandes más vinculadas al consumo y a la inversión, por lo que la quiebra, desindustrialización y la desocupación pueden alcanzar sensible gravedad.
Esta disparidad entre tipo de cambio real, inflación y sector externo, con el agregado de un grave deterioro de la economía real, fueron también componentes de la problemática originada en la política del ministro de economía actuante entre 1976 y 1981, pero particularmente referida al período 1979 a 1981 donde también se aplicó un crawling cambiario para anclar precios e inflación, llamado en ese momento como “tablita cambiaria”. El origen de estos esquemas se remonta al Enfoque monetario de balance de pagos de los años 70.
Ese experimento terminó mal en marzo de 1981, pero sobrevivió durante dos años, haciendo crecer, también, notablemente la deuda externa. Sin embargo, aquello no ha sido calcado para el caso actual ya que la insistencia en la reducción del déficit o el superávit fiscal no estaban presentes en aquellos años, lo cual le estaría dando un mayor sustento a la estabilización actual, aunque con grave contracción monetaria y relevante endeudamiento externo de corto plazo. La deuda pública de corto plazo – de la cual 60% es en moneda extranjera- ya se incrementó en 70 mil millones de dólares a julio 2024, respecto de diciembre de 2023. Aparte está la deuda privada de las empresas por las importaciones financiadas por matrices multinacionales o terceros.
Esto solo para ilustrar el inmenso tamaño de la deuda externa más apremiante, mayoritariamente refinanciada, ya que frente a ella no se espera más que un superávit comercial final de 20 mil millones de dólares.
Sin embargo, como se ha visto, los artilugios financieros a que se ha abocado el actual ministro de economía no garantizan una generación de divisas por parte del sector externo ya que, en el fondo, estos dependen de un importante superávit en el comercio exterior o el incremento de la inversión extranjera directa, cosas ambas de las cuales se habla, pero no se concretan en el corto plazo.
De lo que sí se habla cada vez más es del “blanqueo impositivo” que ha iniciado a principios de setiembre y que lograría impulsar el ingreso de divisas en efectivo para ser depositado en bancos locales, lo cual permitiría convertir en fondos “blancos” o legales a aquel dinero que se conservaba oculto local o internacionalmente. La generación de depósitos en dólares o en pesos a partir de este “blanqueo” es lo que incrementa la oferta de dólares y la baja de los tipos de cambio no oficiales o financieros. Luego de la “sequía” de dólares en el mercado en junio y julio, debido a un déficit neto de 2.070 millones de dólares que el gobierno debió pagar por servicios financieros a bonistas privados y también al FMI, ahora vendría la “inundación” de dólares gracias al “blanqueo impositivo”.
Esto último pondría bajos y estables los tipos de cambio financieros y esto permitiría popularizar una etapa de “carry trade” que, en realidad, se ha venido dando desde fines de 2023 pero para un conjunto de informantes privilegiados, ya que, sino, es muy difícil pensar que las colocaciones en todo tipo de títulos públicos, en pesos y moneda extranjera, hubiese podido traducirse en el incremento notable de deuda de 70 mil millones de USD, ya mencionado.
Ésta es la realidad que resulta de las cifras oficiales y de las medidas clave de la política económica que tratan de alejarse de una expectativa de devaluación importante que, evidentemente, aceleraría la inflación, haciendo caer aún más los salarios reales y deprimiendo la actividad.
Si bien se podría pensar que una devaluación les da mayor estímulo a las exportaciones e impulsa una mayor producción interna sustitutiva de importaciones, como se derivó de la gran devaluación en el momento de la crisis 2001/2002, tal como se destacó en nota anterior, esto sucedió en un contexto de baja inflación que no logró alterarse más que por un corto período.
La caída de los salarios reales fue muy grave pero debido a un rápido regreso a bajos niveles de inflación, los salarios reales dejaron de caer y empezaron a recuperarse lentamente, así como la actividad económica.
Si la inflación hubiese sido alta, como en el presente, podría haberse entrado en una espiral inflacionaria y la recuperación de salarios reales o actividad, entre difícil o imposible. Esto es lo que se trata de evitar hoy, obviamente.
Además, evidentemente, otro factor de inestabilidad que hemos observado hace poco, en 2018, es el del cumplimiento de las expectativas devaluatorias, la salida de capitales y el default de deuda externa.
Toda esta descripción monetaria o financiera, que no ha sido fácil de desarrollar, me hace acordar el dilema de aquellos empresarios asfixiados por las deudas que dejan prácticamente de dedicarse al trabajo o a la producción, para abocarse a una carrera imparable y agotadora de cubrir “cheques”, o deudas con los bancos. Lo que vulgarmente se conoce como “bicicleta financiera”.
Al final del camino, generalmente, está la quiebra o el acuerdo con los proveedores para poder pagar a los acreedores y, luego, volver a empezar. Ese final es la evidencia que la “bicicleta” dejó de funcionar y, con suerte, se puede retomar el trabajo productivo. Hay un conjunto de requisitos y condiciones para reunir y lograrlo, pero eso es un enfoque estructural diferente al de este corto plazo que ha sido necesario revisar.