sábado 12 de octubre de 2024 - Edición Nº2138

Opinión | 6 sep 2024

POR ANTONIO NOVIELLI

"Los Sin Tiempo"

Se dice que para envejecer bien, es necesario pensar positivamente. Sin embargo, al reflexionar sobre el pasado, resulta difícil encontrar esa positividad en un contexto donde nuestros mayores, quienes dedicaron su vida a construir un futuro esperanzador y aportaron todo lo que estuvo a su alcance, son objeto de un maltrato constante.


Vivimos en una sociedad que muestra una indiferencia preocupante hacia el paso de los años. A medida que la población envejece, la falta de planificación para mejorar la calidad de vida de los mayores se vuelve evidente. La accesibilidad y la supervivencia se tornan muy difíciles para ellos, mientras los políticos demuestran estar desconectados de la realidad. En el preciso momento que se les tiene que reintregar lo aportado oportunamente. En lugar de orientar las políticas hacia esta franja de la población, se les culpa de la crisis socioeconómica que atraviesa el país, exacerbada por la destrucción de puestos de trabajo, lo que disminuye la cantidad de aportantes y descompensa el sistema jubilatorio: menos aportantes, menos ingresos, menos dinero para los jubilados.

Las realidades dispares que enfrentan los adultos mayores los colocan en una situación de colapso y vulnerabilidad. Durante la actual administración, es notorio el deteriorado la realidad de los centros asistenciales para los mayores, muchos de los cuales han cerrado o han pasado a la clandestinidad. Esto hace que encontrar un lugar de residencia permanente de cuidados a largo plazo (geriátricos) sea un desafío crítico.

Se proyecta que, en el mejor de los casos, para el futuro el 19% de la población será mayor de 65 años. La demanda de servicios geriátricos va en aumento, pero la oferta actual es inadecuada tanto en términos de cantidad como de calidad, lo que genera una falta de camas y una creciente preocupación, ya que el porcentaje de personas mayores viviendo en hogares o geriátricos sigue creciendo.

En este contexto, los sectores más vulnerables, los jubilados y pensionados, se ven gravemente afectados. Según datos oficiales del primer semestre del año, el poder adquisitivo del haber previsional promedio cayó un 30,1% en términos reales respecto al año anterior. Las pérdidas se reducen al 19,1% en los casos de ingresos mínimos reforzados con el bono que otorga discrecionalmente la actual administración.

La Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC) detalla que, en estos seis meses, el gasto total cayó un 29% en términos reales interanuales. Un tercio de esa caída se debe a la licuación de los haberes, ya que mientras la inflación en este período alcanzó un 276,8% interanual, los haberes promedio subieron solo un 163,3%, convirtiéndose en una de las principales variables de ajuste para reducir el gasto.

Esta situación crea un horizonte complicado y triste para muchos adultos mayores, ya que la falta de regulación y control es preocupante. Existe un alto porcentaje de residencias sin registrar, que representaría el 50% del total de establecimientos, según datos del Ministerio de Salud de la Nación.

En la provincia de Buenos Aires, más del 40% de los geriátricos no están formalmente habilitados, lo que conlleva graves deficiencias en las condiciones de vida de los residentes. Los precios de los geriátricos privados habilitados en Zona Norte, Zona Sur y Zona Oeste actualmente (agosto de 2024) varían entre 650.000 y 4.500.000 pesos mensuales en establecimientos de categoría básica a estándar intermedio. A partir de estos montos, se encuentran residencias con una infraestructura más moderna y un servicio más premium, dependiendo de los servicios, actividades ofrecidas, ubicación y nivel de atención que requiere el adulto mayor.

La mayoría de las residencias no divulgan los precios exactos, y estos se confirman una vez que el médico de la residencia, junto con el familiar responsable, acuerdan las necesidades del futuro residente. Las residencias estándar cobran entre 700.000 y 1.800.000 pesos en promedio. Algunos establecimientos estipulan sus precios en moneda extranjera al cambio paralelo del día del pago.

Varias residencias han cerrado sus puertas, entre otras razones, por la crisis económica y la complejidad de los inmuebles. Muchos dueños deciden no renovar los contratos de alquiler, sumado a los costos de la mano de obra necesaria para una adecuada asistencia de los internados.

Este panorama añade más impedimentos, lo que hace cada vez más difícil encontrar espacios para la población masculina. Esto tiene diferentes motivos, pero la consecuencia es que los valores para ingresos de hombres suelen ser superiores a los de las mujeres.

Generalmente, las residencias no cubren todos los servicios, y a menudo existe un costo variable que depende de insumos y necesidades particulares. Para la mayoría de las familias, los costos de atención geriátrica son prohibitivos, obligándolas a buscar alternativas menos costosas pero potencialmente menos seguras y adecuadas para el cuidado de sus mayores.

Algunos beneficios se gestionan a través de PAMI (hoy en riesgo de verse interrumpidos), pero la mayor parte de los cuidados corre a cuenta de las familias.

Ante estos costos, cada vez más familias exploran soluciones que permitan mantener la calidad de vida y la autonomía de los adultos mayores, encontrando tres variantes:

1.-Cuidado en el Hogar con Asistencia Familiar**: los familiares asumen el rol principal en el cuidado diario del adulto mayor en su propio hogar.

2. -Cuidado en el Hogar con Cuidadores Profesionales**: se contratan servicios de cuidadores profesionales que visitan el hogar del adulto mayor para proporcionar asistencia con las actividades diarias y, en algunos casos, atención médica básica.

3. -Centros de Día para la Tercera Edad**: ofrecen cuidado diurno a adultos mayores que viven en sus propios hogares pero necesitan supervisión y actividades estructuradas durante el día.

A medida que la demanda de servicios geriátricos aumenta, la infraestructura actual muestra serias deficiencias tanto en cantidad como en calidad, exacerbadas por los altos costos. Esta situación pone en riesgo la calidad de vida de los adultos mayores. Cómo tratamos a nuestros mayores dice mucho sobre la sociedad que queremos. Debemos reflexionar sobre el tipo de atención que queremos ofrecer en el cuidado de las personas mayores, quienes ya no tienen tiempo para perder en la miseria de un sistema que los desatiende.

"Recordando que el tiempo pasa y nunca perdona"

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