sábado 27 de julio de 2024 - Edición Nº2061

Nación | 17 mar 2024

INFORME

Mileinomics: valoración del actual ensayo de política económica

Informe económico del mes de marzo 2024, realizado por el Dr. Marcelo E. Basualdo y editado por la Fundación Buenos Aires XXI.


Mi impresión sobre lo que hace el actual presidente de la Argentina con la economía es concreta y sencilla; y extraña que no haya más opiniones de economistas al respecto, pero salvo algunos casos, ya está más claro por qué no hay expresiones públicas sobre lo que distintos economistas piensan sobre la milei-economics o mileinomics.

La explicación del mutismo resulta de la evidente destrucción de puestos de trabajo e ingresos reales de los trabajadores y la falta de sensibilidad social que se les podría atribuir a los economistas que consideren esto positivo para la reducción de la inflación, como para la recuperación de la acumulación de divisas en manos del Banco Central.

La afirmación respecto del efecto deflacionario de la contracción de la masa salarial debiera ponderarse adecuadamente mediante una debida atención a otros condicionantes de la economía, pero el impacto positivo sobre la situación de reservas internacionales es irrefutable.

Lamentablemente, sin suficientes divisas en manos de particulares y del Estado, no se puede importar todo lo necesario o lo indispensable para seguir produciendo, con base en un aparato productivo que realiza una serie de bienes cuya manufactura depende de componentes importados.

De alguna forma, las divisas disponibles son como insumos de la maquinaria productiva. De no disponerse de ellos, no se puede tener acceso a los insumos reales de la producción, los insumos básicos, los componentes de bienes finales ensamblados localmente, las maquinarias, los servicios reales o financieros, todos ellos de origen extranjero y provenientes del resto del mundo.

Si hubiese un flujo financiero externo que abasteciese normalmente la economía, la insuficiencia de divisas no se presentaría y la producción no estaría comprometida: no habría discontinuidades o paros involuntarios en el proceso productivo.

Sin embargo, ese desfinanciamiento externo es una realidad que se ha venido haciendo presente desde 2013/14 y creciente desde la crisis de 2018, cuando se tuvo que evitar la cesación de pagos internacionales, apelando a un préstamo del FMI que resulta de muy dificultosa devolución, mientras que el costo de préstamos o colocaciones financieros privados marginales tienda a duplicar o triplicar tasas de referencia internacionales.

Así, con una continua insuficiencia o desfinanciamiento financiero, solo fue quedando como factible la generación de divisas a través de los superávits del comercio exterior.

En años posteriores a la crisis de 2018, la gran caída de demanda y de producción que generó la "pandemia" en 2020, posibilitó una considerable acumulación de divisas en ese año, ya que sin producción demandante de divisas para importaciones y otros fines, el superávit del sector externo fue notable por la caída de importaciones, que solo llegaron a 42 mil millones de dólares ese año.

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A excepción de los años 2019 y 2020 en que las importaciones fueron notablemente bajas, los saldos comerciales no fueron suficientemente positivos como para una importante acumulación de reservas: https://cancilleria.gob.ar/es/cei/estadisticas

Dado que en 2018 fue que se tomó el crédito contingente con el FMI, es importante destacar que éste impidió que la deuda externa total cayese en default con acreedores públicos y privados.

En la actualidad, la deuda pública total acumula alrededor de 400 mil millones de dólares, equivalentes a 88% del PBI: https://es.statista.com/temas/10045/la-deuda-publica-en-argentina/#topicOverview

Para no entrar en default los resultados comerciales hasta 2023 no han sido suficientes para sustentar el crecimiento de las importaciones resultante del crecimiento económico y, a la vez, evitar caer en un default de deuda, reeditando la situación de 2018.

La salida de esta encrucijada ya la ha hecho previsible el propio FMI según la evolución exportadora del área energética que, de alguna forma, garantiza la remisión final del préstamo del Fondo de 2018.

La mejora de los saldos comerciales del país comenzaría a hacerse notable en 2025 y desde allí completamente creciente, gracias a las exportaciones de energía y se terminaría con el estrangulamiento del faltante de divisas: https://www.infobae.com/economia/2024/02/05/la-argentina-alcanzaria-este-ano-unsuperavit-energetico-de-usd-3300-millones-tras-un-rojo-de-usd-600-millones-en2023/

Es decir, la matriz exportadora tradicional, basada en la exportación agraria y algunos productos minerales e industriales, sería reforzada notoriamente por el crecimiento del sector energético desde 2025 en adelante.

Al decir de algunos políticos finalmente "nos salvaría Vaca Muerta", pero de aquí a que esto comience a ser realidad entre 2025 y 2026, la acumulación de reservas parece indispensable.

La información oficial u oficiosa sobre los niveles de reservas internacionales acumulados desde hace no más de 60 días, no alcanza a los 10 mil millones de dólares, a pesar de una apreciación del dólar de 100% en pesos, una caída real de la base monetaria en 35% y una contracción de los salarios reales de aproximadamente 25% promedio.

Esto es un ajuste ortodoxo en toda regla.

No le tiene demasiado que "envidiar" a la devaluación de 2001 que, en realidad, fue de 300% inicialmente, para luego acomodarse en 200%.

En ese momento el impulso inflacionario previo, era claramente inferior al actual, dado que la inflación, gracias a una aproximada paridad unitaria entre el dólar y el peso, sostenida por varios años, era negativa dentro del promedio ponderado del Índice de Precios al Consumidor.

No había una puja salarial continua por alcanzar una inflación creciente, como nos tiene acostumbrados la dinámica inflacionaria de los últimos años.

Dada esta premisa, los sindicatos podían eludir la necesidad de una lucha por los ingresos de sus afiliados, aunque un aumento notable de la desocupación laboral podría haberla justificado.

Lo cierto es que, en razón de esta evolución diferenciada de precios y salarios, en 2001-2002 los salarios no lograron subir en forma rápida y sustancial, mientras que los precios sí lo hicieron, pero en una magnitud bastante inferior al impresionante salto del tipo de cambio, determinándose una fuerte contracción de la actividad económica correlacionada con la drástica caída del consumo de los asalariados.

También, la base monetaria fue licuada por el impacto del tipo de cambio y de los precios y se intentó estabilizarla para impedir un financiamiento especulativo de la demanda de divisas y lograr equivalente estabilización del tipo de cambio. La pobreza alcanzó 55%.

Sobre estas bases se podría pensar que hoy asistimos a una repetición de 2001/2002, pero esa diferencia señalada en cuanto al punto de partida inflacionario no es en absoluto un dato menor y, en realidad, complica la prospectiva de una rápida estabilización, en la actualidad.

Para no exigir la memoria de algunos y el desconocimiento de otros, luego de un año -2001- donde la inflación anual fue de -1,7%, un tipo de cambio que pasó de un 1 peso=1 dólar en diciembre 2001 a 1,75 pesos=1 dólar en febrero 2002, para luego llegar a 4 pesos=1 dólar en abril 2002, sólo generó una inflación acumulada de 20% en esos cuatro meses de recorrido. Y a partir de allí el dólar se estabilizó y paulatinamente fue descendiendo hasta ubicarse en alrededor de 3 pesos a fines de año.

Una devaluación que se podría llamar exagerada y una insuficiente reacción de precios y salarios fue lo que permitió que ese dólar "excesivamente-alto" no fuese erosionado por una inflación disparada por la propia devaluación, pero contenida por la contracción monetaria, los salarios reales, el consumo y una clara expectativa de estabilidad del elevado nivel del tipo de cambio.

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La situación actual ha generado otra dinámica inflacionaria que hace, en principio, que la devaluación aplicada pueda resultar insuficiente ya que la inflación previa, actualmente, era tendiente a 10% mensual y ahora está en el orden de 15 o 20% mensual.

Para la tan meneada dolarización es dudoso que, aún con reservas internacionales que lleguen a una magnitud próxima a 10 mil millones de dólares, resulten suficientes para concretarla, pero esto no obsta para que buena parte de las transacciones de bienes pasen a realizarse en dólares como sucediera en Venezuela u otros países, cuando la moneda local resultó totalmente erosionada por muy altos niveles de inflación y no resultaba fácilmente canjeable a dólares para adquirir productos importados entre particulares.

Estas rápidas consideraciones expresan, evidentemente, que la recomposición de reservas procuradas en los dos escenarios iniciales de la actualidad y de 2002 significaba un proceso de ahorro en el sector privado, por contracción del consumo y de la inversión, así como en el sector público, con recorte del gasto público, en sus distintas facetas de gasto real y financiero, y aumento de impuestos.

Sin embargo, la apelación a la "licuación" de ingresos reales de ambos sectores por efecto de una mayor inflación prácticamente no existió en 2002, porque la inflación tuvo un crecimiento notable desde niveles casi deflacionarios a tan solo 45% anual en 2002. Allí la licuación de ingresos y activos fue en dólares, por efecto de la mayúscula devaluación del peso.

Para ser más gráficos, los salarios reales en dólares cayeron tanto que los productos dolarizados de la canasta de consumo no pudieron incorporar la totalidad de la devaluación a sus costos y precios, ya que la caída del consumo y de las ventas hubiese alcanzado niveles aún más insoportables para comerciantes y consumidores de lo que efectivamente fueron.

Es decir, la devaluación, al no lograr ser totalmente trasladada a precios, permitió que el tipo de cambio nominal subiese mucho más que la inflación y hubiese un aumento importante y consolidado del tipo de cambio real, lo cual mantuvo inaccesible el costo en pesos de las importaciones e inició su sustitución por producción local, mientras que el tipo de cambio real exportador fue limitado mediante retenciones a exportaciones.

Además, los pesos alcanzaron notoria escasez y fueron sustituidos por cuasi monedas -inconvertibles en dólares- como los famosos "patacones" y esto posibilitó la demanda de bienes sin impulsar la de divisas ya que no había suficientes pesos para sostenerla. Las cuasi monedas no resultaban convertibles en dólares porque no eran monedas de curso legal sino bonos provinciales.

Estos factores económicos y otros de indudable importancia, como una renegociación favorable de la deuda externa, así como otros, dados por las acciones de gobierno de ese momento, terminan explicando una finalización de ese duro ajuste con resultados positivos que se empiezan a observar entre fines de 2002 y 2003.

En tanto, por diversos analistas, de distinto signo político, se ha puesto de relieve la insostenibilidad del ajuste actual porque este ajuste, en términos sociales, resulta en extremo costoso.

Sin negar esto último, también se manifiestan evidentes incoherencias en la evolución de variables económicas que conspiran contra una reversión efectiva del alza de la inflación, de la recesión y la propia escasez de reservas internacionales.

En el caso actual la diferencia destacada es la de una devaluación de 100% dentro de un contexto inflacionario de partida de una tasa anual que tiende a duplicar ese nivel. El traslado a precios de ese aumento del tipo de cambio, entonces, fue importante, ya que la dinámica de reajuste salarial dentro del proceso de alta inflación está normalizada y la caída del consumo se contiene por esta vía de resistencia salarial.

No obstante, ésta es menor a la habitual en los meses de 2023 ya que los reajustes salariales son frenados o recortados dentro del gasto del Estado y las negociaciones salariales en el sector privado se ven desalentadas por una generalizada tendencia a los despidos en las empresas afectadas por caídas en el nivel de actividad.

Con todo, los precios de los productos dolarizados han aumentado notablemente ya que estos respondían a un tipo de cambio oficial de 50% aproximado del nivel actual, con lo cual los precios de los alimentos aumentaron al ritmo de la devaluación, mientras que en dólares financieros y/o no oficiales, los salarios no se modificaron sustancialmente, pero sí se redujeron en términos reales por el aumento en pesos de los alimentos dolarizados y por aumento de expectativas inflacionarias.

Si bien la tasa de inflación mensual tendió a descender algunos puntos respecto de ese 25% de diciembre, es probable que la tasa mensual de 8-10% promedio no logre ser revertida.

En conclusión, esta política de ajuste puede que posibilite una continuidad en la acumulación de reservas, mientras logre mantenerse, pero la estabilización de precios resulta compleja y esto mismo conspira respecto del intento que el tipo de cambio se convierta en “ancla” del nivel general de precios.

Lo que se ha dado, fruto de la liberación de precios o quita de los controles a las empresas formadoras de precios, es que los precios aumentan más que la evolución del tipo de cambio, pero esto, a la velocidad inflacionaria actual, desalienta exportaciones y alienta importaciones.

Esto plantea un conflicto de objetivos, ya que en aras de una rebaja de inflación se arriesga la acumulación de reservas internacionales, al limitarse la mejora de los saldos comerciales externos.

Frente a la caída de los precios en pesos de los expo o importables, los productos de mayor importancia doméstica, algunos alimentos de menor salida al exterior, distintos materiales de construcción y la mayoría de los servicios -financieros, transporte, eléctricos, comunicaciones, salud y enseñanza, etc.- podrán seguir aumentando de precio, generando una tendencia clara al retraso del tipo de cambio, si se intenta estabilizarlo.

En tal caso se pueden presentar factores de crisis externa como la menor liquidación de exportaciones o adelanto de importaciones.

Esto todo, augura la necesidad de un reajuste en el sector externo y prontamente se está planteando la salida del control del mercado de cambios o del “cepo” como forma de que el tipo de cambio libremente encuentre su nivel.

Si esto se hace factible, porque además hay un consenso inicial sobre su necesidad, se abre una segunda etapa de política económica donde el problema inflacionario y de caída de salarios reales sigue siendo muy grave pero, al menos, es probable que mejore la evolución del sector externo y se recuperen los sectores productores de bienes transables internacionalmente, tanto los sustitutivos de importaciones, como los tradicionales exportadores.

Y, para el control de la inflación, ya se podrá contar con tipo de cambio de mercado, con precios de equilibrio propios o inducidos por la intervención del Banco Central.

Este enfoque no resulta muy distante de la inspiración monetarista del gobierno, aunque tiene mayor coincidencia con los modelos de balance de pagos o de economía abierta.

El herramental de Milton Friedman que se puso en práctica en Chile en los años 70 resultó limitado y de graves consecuencias sociales solo contenidas disciplinariamente por la dictadura.

Inclusive para los mismos años, el ministro de Economía del Proceso de Reorganización Nacional argentino, se diferenció, adoptando el enfoque monetario de balance de pagos, igualmente fracasado por la falta de ajuste fiscal y una libertad de precios de los bienes sólo ideológicamente sostenible.

Hay varias cuestiones más de detalle que se podrían analizar comparativamente con 2001, como con el periodo 1978-1980 de aquella administración económica, pero en una visión panorámica ya se han planteado una serie de problemas que ponen al actual ensayo económico con notorias desventajas respecto de aquellos anteriores.

A esto se pueden sumar, lógicamente, las carencias políticas del gobierno, que evidentemente tienen condicionantes claros de gobernabilidad.

No obstante, todo esto otro se podría profundizar en próximas discusiones, mientras que, por el momento, se hace expreso este necesario planteo de aproximación significativa a una presunta mileinomics.

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