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Nación | 20 ago 2023

ANALISIS

El país según Javier Milei: la venganza de los pibardos

El triunfo del libertario sorprendió a todos y abrió un gran interrogante: ¿es capaz de gobernar la Argentina? En sus propuestas apunta a reformas de fondo que desguazan el Estado como se intentó en los 90. Pero además de lo político, hay una batalla cultural que una generación con aires de restauración conservadora está ganando.


Por: Diego Lanese

El historiador norteamericano Murray Bookchin alerta que la palabra “libertario” que usa la derecha de Estados Unidos “ha sido robada”. Para el pensador, ellos son “propietarianos”.

Su preocupación mayor es la propiedad personal como base de la libertad. Ellos no están interesados en la libertad sino en lo que llaman libertad en el sentido liberal. En ese sentido llaman libertad al derecho a volver la tierra un bien inmueble. Libertad es el derecho a tener un bosque y tumbarlo si eso te da ganancia”, explica Bookchin.

La aclaración es importante en la Argentina, es especial ahora que un “propietariano” acaba de convertirse en el candidato más votado de las últimas elecciones. Javier Milei y sus seguidores comparten símbolos e ideas con estos liberales extremos, lo que incluye tenencia de armas, bajos impuestos, banderas con la serpiente de Gadsden, entre otras cosas.

Una diferencia sustancial que aparece en esta comparación es que mientras los norteamericanos buscaban separarse de su Nación, y crear lo que llaman un “free town project” (proyecto de pueblo libre)”, los vernáculos están cerca de quedarse con todo un país, si ganan las presidenciales.

El triunfo de Milei descolocó el escenario político nacional, que volvió a la figura de los tres tercios pensados a comienzos del año, y que los propios errores del dirigente habían desinflado.

Pero más allá de las proyecciones, muy pocos pensaron que Milei y su fuerza fueran los más votados. A partir de esto, se abrió un enorme debate en torno al país que puede construir una presidencia de La libertad Avanza, y las primeras entrevistas del dirigente no tranquilizaron a nadie. La propuesta de cerrar masivamente ministerios, privatizar la educación y la salud, entregar a los privados la ciencia y dolarizar la economía son parte de las 60 propuestas de la plataforma que circula en redes, y que la mayoría de los analistas políticos leyeron completa esta semana. 

El país que propone Milei se moldeará con una “motosierra”, símbolo del brutal achicamiento del Estado que pretende imponer, en un proyecto de 35 años que intentará completar el camino iniciado por la convertibilidad.

En este sentido, el llamado “decálogo menemista”, elaborado por Roberto Dromi, parece ser una síntesis de las propuestas de Milei: “Nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado”.

“Se propone reducir el número de ministerios a ocho”, remarcó la plataforma libertaria. En esta etapa, “se busca eliminar de forma progresiva los planes sociales a medida que se generen otros ingresos como consecuencia de la creación de puestos de trabajo en el sector privado”. También se plantea “la liquidación del Banco Central de la República Argentina, estableciendo un sistema de banca Simons, con encajes al 100 por ciento para depósitos a la vista”, afirma el documento de La Libertad Avanza.

 

Mucho más que bronca

Cuando se estudian las razones del triunfo de Milei, se suele apuntar a dos grandes bloques de votantes. Los varones jóvenes de clase media, que se los puede identificar con la categoría de meme “pibardos”, y los que tienen bronca por la situación económica y social, los olvidados de los últimos gobiernos, que se volvieron profundamente anti políticos. Pero solo estos no explican los más de 7 millones de votos.

En el espectro libertario hay de todo, incluyendo muchos sectores humildes, personas de los barrios populares de la zona del AMBA que la vienen pasando mal la última década y no encuentran en las propuestas de los espacios mayoritarios ninguna alternativa. En este sentido, más que el rugido del león, lo que los atrae de Milei es que es el único que está poniendo en discusión el sistema, está diciendo “esto no funciona”. Y promete hacerlo volar por los aires.

Hacer un análisis sociológico del votante de Milei es axiomáticamente inútil. Ante la promesa de volver al 2015 (el PRO y su idea de “hacer lo mismo, pero más rápido”) o a 2019 (con un presidente conservador tutelado por el kirchnerismo), la mayoría eligió fugarse hacia adelante. Sin demasiada convicción, pero con la misma bronca que muestra Milei cuando habla.

Ese signo de empatía es clave para entender parte de este voto. La pedantería del “voten bien” que circula en redes sociales aleja a quienes padecen las peores consecuencias de la crisis, y además sienten la mirada acusatoria de un progresismo urbano que no se hace cargo de la situación. Una variante del “bajar a territorio” de la militancia que conlleva la idea de llevar un saber a un lugar donde no lo había.

Este es un punto clave pensando en el futuro. Tratar de “estúpido o ignorante” al votante de Milei es no comprender el problema. Lo mismo suponer que su triunfo es “una amenaza para la democracia”. Seguro que al sistema no le hace nada bien tener el 60 por ciento de los pibes en el conurbano bajo la pobreza. Las amenazas a quienes lo han perdido casi todo tampoco. Hablarle de derechos laborales a un trabajador precarizado es absurdo, o incluso cínico.

Lo mismo que hacer una llamada a defender a un Estado que ya los abandonó. Se le pide que defiendan “la salud pública” a personas que deben hacer cuatro horas de cola a la madrugada para conseguir un turno para un especialista en los hospitales del conurbano, que atienden en edificios derrumbados sin insumos.

Un trabajador de Rappi, que pedalea 12 horas en calles llenas de baches, con miedo a los constantes robos, pagando de su bolsillo las curitas si se cae y sin ninguna protección laboral no sabe lo que es el Estado. En su vida está ausente. Difícil defender algo que se desconoce.

Los ataques a los votantes de Milei son una muestra de la falta de conducción política del movimiento nacional y popular. Luego de las PASO, las reacciones de los principales referentes de la coalición de gobierno lo demuestran: Alberto Fernández viajó a Paraguay, Sergio Massa devaluó la moneda y Cristina Fernández de Kirchner estuvo espiando el celular de una joven votante. Todos estuvieron en silencio. Eduardo de Pedro pasó de “wado de corrido” a “wado corrido”, y Máximo Kirchner sigue literalmente escondido en la boleta de diputados.

A esta rebeldía institucionalizada se opuso este voto desarticulado, que reivindica banderas diversas y opuestas, que no quiere que le expliquen lo que hace supuestamente mal sino que lo escuchan. Que rechazó los postulados morales hechos por medios de comunicación que se amontonan en 10 manzanas entre Chacarita y Colegiales.

Estas cuestiones los llevaron a asumir un voto incluso contraproducente, como pasa con quienes están apostados en la Antártida. Pero el desprecio no los hará entrar en razón. Tampoco ayuda el kilo de milanesas a 3.500 pesos. 

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