jueves 25 de abril de 2024 - Edición Nº1968

Nación | 1 dic 2022

INFORME

¿“Stop and go” o “Go and crash”?

Informe de coyuntura correspondiente al mes de diciembre de 2022 realizado por Carlos Ragonesi y Juan Carlos Vacarezza y editado por la Fundación Buenos Aires XXI.


El ingeniero Jorge Schvarzer y el Licenciado en Economía Andrés Tavosnanska publicaron el Documento de Trabajo Nº 15 denominado “Modelos Macroeconómicos en la Argentina: del Stop and Go, al “Go and Crash”, el que fue editado por CESPA en marzo de 2008.

Estos autores manifiestan que desde 1930 y hasta mediados de la década de 1970, la Argentina tuvo el modelo de una “Economía Cerrada”, es decir dentro de un proceso sustitutivo de importaciones. Fue a partir del 24 de marzo de 1976 el modelo cambió a otro que se denomina: “Apertura con endeudamiento externo”, cuyo último hálito de vida se verificó con la crisis de 2001/2002, que marcó el fin de la era de convertibilidad, el que continuó hasta nuestros días, excepto por la aplicación de cepos a las importaciones como consecuencia de la negativa a devaluar.

El modelo del “Stop and Go”

El modelo de una “Economía cerrada” desemboca, como consecuencia, en el modelo del “Stop and Go”.

En éste se verifica una incapacidad estructural para combinar, al mismo tiempo, aumentos en el nivel de actividad con equilibrios en los pagos externos.

En un país exitosamente agroexportador como el nuestro, proveedor de divisas al sector externo, con debilidades manifiestas en su sector industrial, importador dependiente como el nuestro, para obtener sus propias divisas que necesita para importar los componentes que van a formar parte de sus productos terminados, inevitablemente termina en un estrangulamiento de la balanza comercial, porque este último sector, el industrial, consume los dólares que ingresan del agro.

Y ello es así porque el crecimiento del nivel de actividad, al demandar productos importados, acelera el proceso de restricción externa y nace la paradoja que, cuanto más crezca el trabajo, más pronto encontramos el punto de crisis.

Este modelo busca frenar la inflación con el atraso del tipo de cambio y lo que sucede luego es inevitable, el sector externo deja de proveer divisas y al sector interno le faltarán pesos, cae el circulante necesario para aceitar los canales circulatorios del dinero y sobreviene la crisis con el efecto “Stop”.

La ausencia de vocación política para devaluar introduce a la economía en el descenso del ciclo, ajustando el retorno al equilibrio por la vía de la crisis. Un absurdo que no resistiría el menor análisis en ningún libro de macroeconomía del mundo.

Cuando al fin se decide devaluar, la pérdida del poder adquisitivo de la moneda, con respecto a la divisa, hace caer las importaciones, hace renacer a las industrias sustitutivas, favorece las exportaciones y crea un saldo favorable en la balanza comercial que es aprovechada por el banco central para comprar los dólares sobrantes emitiendo pesos y fomentando la liquidez que hace crecer a la actividad interna (efecto Go).

Pero la devaluación es un fenómeno disparador de la inflación y para frenarla, o desacelerarla, se origina un nuevo proceso de anclaje del tipo de cambio que aprecia el valor de la moneda local volviendo a acelerar las importaciones, con un evidente perjuicio de las exportaciones.

La apreciación monetaria resulta asfixiante para sostener el ingreso de divisas y surge nuevamente la necesidad de devaluar.

De esta manera, como sucede en un efecto pendular, la economía pasa del efecto Stop al efecto Go, para volver al Stop y luego al Go, sin solución de continuidad.

El modelo del “Go and Crash”

Según Schvarzer y Tavosnanska, existe una teoría económica, proveniente del liberalismo, que justifica la entrada de capitales de diversas formas, a los que se considera benéficos para los países receptores, donde estos últimos, siendo pobres, necesitan de ese flujo externo para aumentar su inversión y su producto y, con ello, logran crecer a mayor velocidad. Esa teoría sostiene que la devolución de los préstamos no sería problemática, dado que insumiría una pequeña porción del crecimiento obtenido por el aporte financiero.

Sin embargo, algunos estudios han logrado demostrar que las tasas de ahorro e inversión se encuentran muy relacionadas, por lo que la inversión es financiada por el ahorro local y no por el extranjero y el crecimiento del PBI depende más de la capacidad de acumulación interna de cada país, antes que del aporte foráneo.

El estudio realizado por los autores nombrados llegó a la conclusión que la realidad no era tal como la mostraba la teoría, porque según ellos, las crisis financieras explotaron con la liberación de los flujos de divisas y la apertura de la cuenta capital. Esos países aplicaron tipos de cambio fijos o semifijos en políticas tendientes a combatir la inflación, y, a pesar que en algunos casos observados la lucha contra la inflación dio algunos resultados positivos, lo cierto es que esa combinación de apertura de la economía financiada con endeudamiento externo terminó siempre en una nueva crisis.

El anclaje del tipo de cambio, auxiliado por el ingreso de capitales prestados que le insuflan oxígeno monetario a los sectores externo e interno, da la ilusión que puede ser eficaz para frenar el aumento de los precios. Ahora, esa ilusión no se sostiene en el tiempo porque, o bien por ignorancia, mala praxis o voluntarismo político, no se generan decisiones gubernamentales que puedan corregir las variables estructurales que producen la inflación.

Lo cierto es que el impulso para sostener la etapa ascendente del ciclo se ve perjudicado, dado que, con la moneda apreciada se incrementan considerablemente las importaciones, perjudicando las exportaciones, y produciendo una sangría de divisas en un sector externo que necesita de una devaluación, que se evita consiguiendo un nuevo ciclo de ingreso de capitales externos.

De esta forma se aleja el fantasma de asumir el costo político de oficializar una depreciación monetaria, que ya existe en los hechos, reemplazada con un mayor endeudamiento que le quita soberanía política al país. Ergo se cambia devaluación por endeudamiento.

Así, con cada vencimiento importante, el gobierno toma conciencia de la imposibilidad de pagar ni el capital ni los intereses. En algunos casos solo paga una parte de los mismos y el resto se capitaliza por anatocismo generando un nuevo capital que promueve un nuevo ciclo de endeudamiento.

Como la política aperturista no se modifica, ni tampoco se actualiza el tipo de cambio, la sangría de divisas disminuye constantemente las reservas del banco central y pone en serio peligro la continuidad del nivel de actividad.

En este contexto, los cepos a las importaciones y la negación al acceso a las divisas solo son paliativos que lo único que logran es que la economía ingrese a la etapa del descenso del ciclo (como sucede en la actualidad) bajo un escenario de estanflación, es decir, recesión con inflación, donde ambas variables cobran fuerza debido a la escasez del producto importado que impide el crecimiento del nivel de actividad.

Entonces, la capacidad del gobierno de turno, para poder pagar la deuda, ya no depende del desarrollo de la economía, sino de la habilidad de los funcionarios encargados de negociar las refinanciaciones por un lado y el otorgamiento de nuevos créditos que puedan representar dinero fresco por el otro. Corolario: La deuda se paga con deuda.

En ese contexto, el índice que mide el riesgo país comienza a elevarse y también hace lo propio la sospecha de que existe la necesidad de ajustar el tipo de cambio.

Si se sigue negando la posibilidad de devaluar, se hace necesario elevar la tasa de interés para que se convierta en un atractor de capitales internos y externos (como sucede en la actualidad). Los capitales internos destinan sus ahorros a financiar al sector público en decadencia (inversiones en plazo fijo que alimentan las LELIQ), negando financiación al desarrollo económico, y los externos, cuyo ingreso al país se admiten, aun siendo golondrinas, porque auxilian el déficit del sector externo proveyendo de divisas no genuinas porque no provienen del saldo comercial.

La situación se hace explosiva cuando el empecinamiento por sostener el modelo de “Apertura con endeudamiento” o “Go and Crash” entra en la etapa de crisis, porque los organismos financieros internacionales le niegan al país el crédito externo y, si se lo conceden, solo será a cambio de entregar parte del patrimonio nacional, privatizar empresas públicas, congelar sueldos y pensiones, extender la edad jubilatoria, desfinanciar a las fuerzas armadas, a la educación, a la salud, en fin, ajustar el presupuesto público, etc.

Conclusión

El mérito del Ing. Schvarzer y del Lic. Tavosnanska reside en la genialidad de comparar dos modelos económicos que, en diversos períodos, se utilizaron en Argentina y en evaluar los resultados obtenidos de tal comparación.

En el modelo de “Stop and Go”, existen los ciclos clásicos de la economía, donde se pueden advertir las etapas de ascenso (Go) y descenso (Stop).

La primera coincide con una devaluación y la segunda con una apreciación de la moneda local.

Es en definitiva un movimiento pendular que deprecia y aprecia al tipo de cambio en una secuencia que carece de solución de continuidad y que refleja necesariamente, en la economía real, las consecuencias de dicho movimiento oscilante.

Esos movimientos de ondas nos permiten asegurar que el capital y el trabajo ingresan y egresan del modelo, para volver a ingresar y a egresar, y así sucesivamente en un cierto período, por lo tanto, el capital como el trabajo, luego de su caída, tienen oportunidad de levantarse y, en algún momento de este proceso, el que concuerda con el ascenso del ciclo, vuelven a encontrarse dentro del modelo. Dicho de otro modo, tanto el capital como el trabajo quedan fuera del ciclo tan solo por un tiempo.

En el modelo del “Go and Crash”, que promueve la apertura de la economía sostenida con endeudamiento, se puede afirmar que la misma es paliada con el crecimiento de la deuda en lugar de usar la herramienta monetaria de la devaluación, tal como sucedió, por ejemplo, en la convertibilidad de la década de 1990.

Esto significa que el crecimiento es sostenido por el ingreso de capitales externos en lugar de utilizarse el ahorro interno. “Es entonces la deuda y no la devaluación lo que sostiene la vigencia del modelo”.

En términos contables, ello significa que crece el activo (PBI), pero también crece el pasivo (deuda), siendo que este último lo hace con mayor velocidad que el primero, fundamentalmente por tres motivos:

a) Ingreso de dinero fresco para satisfacer las necesidades propias del modelo elegido, dado que la apertura permite el ingreso irrestricto de las importaciones.

b) Crecimiento de la tasa de interés por la necesidad de buscar el equilibrio en la balanza de pagos para que se convierta en un elemento atractor de divisas.

c) Anatocismo por las refinanciaciones (Cálculo del interés por sobre el interés no cancelado).

Queda entonces al descubierto que el modelo del “Go and Crash” implica la imposibilidad de satisfacer los servicios de una deuda cada vez más grande, donde el anclaje del tipo de cambio sirve para facilitar el pago de la misma, aunque, al mismo tiempo, se constituye en el peligro de estar apagando el fuego con nafta.

Dicha apreciación monetaria dificulta las exportaciones y facilita cada vez más las importaciones, incluso porque ya el nivel de actividad ha quedado muy reducido y con total incapacidad para satisfacer al mercado interno, ocasionando saldos negativos en la balanza comercial y en la cuenta corriente. El paro de actividad se manifiesta crudamente en los despidos y las quiebras, todo lo cual forma un cóctel explosivo del cual resulta imposible salir y el default en ciernes luce ya como una situación inevitable.

Esa es la parte del “Crash” que no permite volver al “Go” y tampoco permite que el capital y el trabajo vuelvan a insertarse en el modelo de la economía real, encontrándose aquí una fundamental diferencia con el otro modelo, dado que con el “Stop and Go” esos dos componentes importantes y fundamentales de la economía volvían a encontrar un lugar donde insertarse, en cambio en el “Go and Crash” la caída se convierte en un viaje de ida, porque la deuda se transforma en un freno del nivel de actividad y resulta ser impagable.

La problemática expuesta del “Stop and Go” vs. la del “Go and Crash”, es posible relacionarla con la propuesta genial del economista argentino Mauricio Prelooker, cuando al hablar de ciclos económicos periódicos del sistema capitalista ocurridos en promedio cada cincuenta años, nos dice que: Desde la Revolución Industrial del siglo XVIII y hasta mediados de los 70 del siglo XX el ciclo subía y bajaba. Subía cuando aparecía un gran descubrimiento científico que posibilitaba una gran inversión tecnológica que levantaba, en el decir de Karl Marx, la curva que representa la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, lo que posibilitaba que una gran parte de la población quedara dentro del modelo, pero luego el exceso de capacidad y la falta de una nueva inversión o descubrimiento que potenciara a la economía lo hacía descender, para luego subir y luego volver a descender en un vaivén oscilante. Luego Prelooker nos dice que ese proceso se interrumpió en el cuarto ciclo, donde la escisión del capital financiero y la informática nos nubló el entendimiento para poder comprender si el cuarto ciclo nunca terminó, o si el quinto alguna vez empezó. Todo lo cual motivó que una serie importante de personas quedara fuera del modelo, porque los nuevos descubrimientos ocurridos desde los ´70 en adelante, que deberían ayudar al resurgimiento del quinto ciclo, no fueron lo suficientemente potentes como para superar el peso asfixiante que el capital financiero hacía sobre la economía real, porque se reproducía sobre sí mismo creando dinero a partir del dinero, cual un virus que infectaba y destruía toda posibilidad de retorno a los parámetros del crecimiento y la inclusión del capital y del trabajo dentro de la economía real.

En síntesis, con esta profunda investigación científica, también posibilitó descubrir que existe en ambos modelos un denominador común: “el anclaje del tipo de cambio”, que siempre termina en una restricción externa y que históricamente fue la herramienta usada para que se verifiquen dos situaciones:

a) Frenar el crecimiento de los precios

b) Obtención de divisas baratas para facilitar el pago de la deuda.

Por lo tanto, la diferencia fundamental encontrada a lo largo de este análisis, es que con el “Stop and Go”, toda la economía tarde o temprano, volvía a la normalidad, pero con el “Go and Crash”, no hay salida posible y el choque del modelo contra la realidad tiene toda la apariencia de ser inevitable.

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