Por: Diego Lanese

En los últimos días, Hugo Moyano tuvo varios enojos públicos. Y poco tienen que ver los problemas que tiene en Independiente, donde las cosas no están bien. Primero, no ocultó su decepción por el nombramiento de Mario Meoni como ministro de Transporte, quien armó un gabinete de colaboradores bien alejado del camionero. Además, a los pocos días perdió un poco la paciencia cuando le preguntaron sobre su rol dentro de la interna de la UTA, el gremio de choferes, que terminó con la violenta toma de la sede gremial. “Es un disparate”, sostuvo.

 

Las versiones apuntaban a cierto apoyo que el dirigente le daría a Miguel Bustinduy, la cabeza de la protesta en las líneas del grupo Dota, quien lidera una agrupación disidente a la conducción de Roberto Fernández.

 

No es la primera vez que le apuntan a Moyano cuando una interna sindical explota, y algunos antecedentes avalan la sospecha, en especial cuando se recuerda que en pos del crecimiento de su gremio, no sólo se enfrentó a pares suyos, sino que estuvo cerca de dirigentes opositores.

 

La única vinculación que existe entre Moyano y Bustinduy es el apoyo que el colectivero tuvo al paro nacional del Frente Sindical durante el gobierno de Mauricio Macri, que ni la CGT ni la UTA apoyaron.

 

Sin embargo, Bustinduy y sus delegados paralizaron unas cien líneas de colectivos y se sumaron a la protesta del camionero. Después de eso, no hay razones para pensar alguna intención de Moyano de desestabilizar a Fernández en su lugar en la UTA.

 

Pese a esto, en el pasado algunos dirigentes acusaron por lo bajo a Moyano de romper algunos códigos sindicales no escritos, en especial aquel que dice que “cada chancho se revuelca mejor en su chiquero”.

 

Cuando se volvió líder de la CGT, gracias a la alianza con Néstor Kirchner, su expansión fue monumental. En su pelea por reencuadre gremial tuvo un duro enfrentamiento con Armando Cavalieri y otros dirigentes.

 

Moyano se llevó afiliados de muchos sectores. Según los datos que circulan, en los primeros ocho años de kirchnerismo, Camioneros pasó de 50 mil a 200 mil afiliados. “Todo lo que vaya sobre ruedas va a ser camionero”, se quejó un dirigente por esos días. Lo cierto es que esa política le valió el poder que hoy ostenta, pero también muchos rencores.

 

Una pelea que se recuerda mucho es la que tuvo con Omar Viviani. Moyano apoyó a José Ibarra en la interna de la federación de taxistas, y eso enojó a Viviani. Quedaron en bandos opuestos cuando la CGT se fracturó por su apoyo al segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y hasta el taxista intentó romper el poder de la CATT, la poderosa federación de transporte, y armó con otros gremios la UGATT, que tuvo escaza transcendencia.

 

El año pasado, enfrentados al macrismo, los dirigentes se abrazaron y firmaron la paz, pero la disputa por lugares en el Ministerio de Transporte volvió a tensar la relación.

 

 

En varios ámbitos

 

En muchos sectores del sindicalismo, Moyano tiene influencia a través de dirigentes afines, ya sea por amistad o por conveniencia estratégica. En algunos casos, esta presencia sirve para ampliar su poder.

 

En el sector aeronáutico, por ejemplo, tiene lazos con la dirigencia de la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA), que es una especie de ariete. El camionero apoyó en este tiempo las medidas de fuerza que llevó adelante el sindicato que lidera Juan Pablo Brey, con quien tiene una cercanía desde hace tiempo.

 

En esta estrategia, la entidad no es parte del espacio Sindicatos Aeronáuticos Unidos, que forman casi todas las organizaciones del sector. Con agenda propia, la AAA suele llamar a protestas de manera individual, y en el último tiempo tuvo una campaña contra la política aerocomercial de Macri junto a la dirigencia de ATE en la Agencia Nacional de Aviación Civil (ANAC).

 

La relación de Brey con Moyano terminó este año con el quiebre de la Juventud Sindical, el brazo joven de la CGT. La organización estuvo dirigida por Brey, y en mayo de este año debía darse una renovación de autoridades.

 

Había consenso para que Sebastián Maturano, de La Fraternidad, fuera su sucesor, pero sorpresivamente, su sector no asistió al congreso organizado para tal fin, armó un evento propio y nombró como su sucesor a Cristian Jerónimo, del gremio del vidrio.

 

Hoy la Juventud Sindical tiene dos líderes, y en los actos de Moyano se suele ver a la fracción que lidera Jerónimo. En ese sector apareció por un tiempo Ramón Muerza, el dirigente que intentó disputarle el poder en el gremio mercantil a Cavalieri, otra razón para que el dirigente esté enojado con el camionero.  

 

Además de este tipo de maniobras, Moyano suele usar a sus hijos para marcarles la cancha a gobiernos o dirigentes de otros gremios. Pablo suena como candidato a ser secretario general de la CGT en 2020, por lo que en los últimos tiempos tuvo muchos actos “partidarios”.

 

Además, Facundo suele opinar desde un lugar más político, pero siempre pensando en la trama de poder de su padre. Cuando en redes sociales argumentó que la crisis de la UTA estaba generada por la falta de “democracia sindical”, mostró esta idea.

 

En su pelea con los “gordos” y los conductores de la CGT, Moyano suma todos los apoyos que llegan. Sabe que los grandes gremios de servicio tienen, en número de afiliados, una ventaja que resulta difícil de equiparar.

 

Por eso, la idea de evitar un confederal, con congresales y votos, y buscar una salida consensuada. Aunque muchos no quieran negociar con alguien que de alguna manera alienta rebeliones internas.