El repudio del año: un error “forzado” que desnudó el aislamiento político de Julián Álvarez
Crisis en el camporismo lanusense. ¿Con la silbatina hay un pueblo que dijo basta a un intendente o una hinchada que no quiso colados? El repudio masivo en la cancha de Lanús expuso una fractura entre el intendente y la calle. ¿Error de principiante, mala gestión o rechazo al kirchnerismo en pleno festejo popular?
La silbatina que recibió el intendente de Lanús, Julián Álvarez, en la cancha granate durante los festejos por la obtención de la Copa Sudamericana contra Atlético Mineiro ya es, para muchos dirigentes locales, un hecho político irreversible.
Lo que pretendía ser un gesto de cercanía con el “pueblo granate” terminó en un estruendoso repudio que se viralizó de inmediato. Y la pregunta clave que sobrevuela el distrito es inevitable: ¿los silbidos fueron contra su gestión, contra el oportunismo político o contra el kirchnerismo?
El episodio resulta especialmente sensible porque Álvarez no solo es intendente: responde a Máximo Kirchner y al senador provincial Emmanuel González Santalla, referentes de La Cámpora en la región. En ese contexto, lo que se lea como una falla personal del jefe comunal repercute también sobre ese armado político, que viene atravesando cuestionamientos en diferentes niveles.
El oficialismo provincial trató de bajarle el precio al incidente. Voces consultadas por Política del Sur aseguraron que “los silbidos fueron genuinos y espontáneos y que nada estuvo prearmado”. Otra fuente cercana al intendente, en cambio, ofreció un desconcertante “no sé qué decir”, que terminó de exponer la falta de reacción y lectura política del entorno más íntimo del jefe municipal.
Pero quienes sí tuvieron mucho para decir fueron los dirigentes opositores locales, que vieron en la escena una síntesis perfecta del desgaste político del intendente. Ignacio Moroni, concejal electo por La Libertad Avanza, fue tajante: “El repudio al intendente camporista en el estadio de Lanús es por su pésima gestión y, principalmente, porque no tiene nada que hacer en un festejo de un club. Si quería dar un presente, lo enviaba institucionalmente y ahí terminaba, pero solo le interesaba figurar con la foto. Una vergüenza más del kirchnerismo”.
El diagnóstico de Moroni fue, sorprendentemente, compartido por sectores del peronismo tradicional. Omar López, histórico dirigente y ex secretario general de Manuel Quindimil, consideró que Álvarez fue “tomado desprevenido” y que “no tiene gente leal que le advierta lo que puede pasar por meterse en fiesta ajena”. Para López, lo ocurrido fue un “error forzado”, una frase que apuntaría directamente a los sectores de La Cámpora dentro del propio Club Lanús.
Desde el PRO local, una fuente cercana a Néstor Grindetti –con pasado fuerte en el municipio– aseguró en off que se trató de un “repudio generalizado de los vecinos por la pésima gestión”. Y una voz del radicalismo consultada también prefirió no descartar la crítica administrativa, pero puso el foco en otro registro: “Fue una reacción genuina de una hinchada que fue a celebrar un triunfo deportivo y no a ver un show político”.
En esa misma línea se posicionó el concejal libertario Marcelo Villa, quien completó el cuadro interpretativo: “Es una muestra más de lo que hace el kirchnerismo que se quiere apropiar de todo como es un logro futbolístico. Todo tiene que ser de ellos: Maradona, el fútbol. La gente se empezó a cansar de estas cosas. No tenía nada que ver el intendente ahí buscando rédito político, ya que ni siquiera es hincha de Lanús”.
La coincidencia entre espacios tan diversos –libertarios, radicales, peronismo tradicional y PRO– no es frecuente en la política de Lanús. La silbatina, en ese sentido, logró algo inusual: generar una lectura casi unánime de “error de principiante” en un intendente que tal vez se vio tentado por el impulso de capitalizar un momento popular sin medir el riesgo.
Pero este episodio no puede leerse aislado. Sucede en un contexto nacional en el que el vínculo entre política y fútbol está más cuestionado que nunca. El presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, está en el centro de una tormenta tras el polémico “campeonato especial” otorgado a Rosario Central, lo que reactivó la discusión sobre el uso político del fútbol y el rol de las autoridades.
El presidente de Estudiantes, Juan Sebastián Verón, volvió a empujar públicamente la discusión sobre las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), una idea que cuenta con el guiño de Javier Milei y Mauricio Macri, y que divide aguas.
Pero bien que les quisieron expropiar el predio, manga de delincuentes.
En este clima, irrumpir en un estadio cargado de euforia futbolera podía resultar un arma de doble filo. Y Álvarez lo comprobó. No solo porque él no es identificado como parte del universo futbolero del club, sino porque la política nacional –y sobre todo el kirchnerismo– atraviesa un período de desgaste frente a una sociedad que mira con creciente desconfianza cualquier gesto que parezca oportunista.
La pregunta, entonces, vuelve con más fuerza: ¿a quién silbaron realmente? Para algunos, el blanco fue su gestión municipal, cuestionada por problemas de seguridad, servicios básicos y falta de presencia territorial.
Para otros, el rechazo fue estrictamente al oportunismo: el intendente se metió en una celebración que no le pertenecía. Pero hay también quienes ven un mensaje más profundo: un síntoma del rechazo que enfrenta hoy el kirchnerismo, incluso en sectores populares que supo representar.
El episodio deja heridas internas en el oficialismo local, expone tensiones dentro de La Cámpora y obliga al entorno de Álvarez a revisar su estrategia comunicacional y territorial. Porque una silbatina es, a veces, más que ruido. Puede ser un mensaje político contundente. Y en Lanús, ya lo están escuchando todos.