lunes 03 de noviembre de 2025 - Edición Nº2525

Sociedad | 1 nov 2025

LA ÚLTIMA FRONTERA BONAERENSE-ENDEUDAMIENTO

Aparato, caja y poder: la mítica unidad peronista se cae a pedazos

En Berazategui empezó la resistencia a La Cámpora y en el principal distrito electoral del país se libra una batalla interna que puede definir el futuro del peronismo nacional. Con el dólar, el superávit y la reforma laboral sobre la mesa, la conducción debe elegir un camino. PDSUR dialogó con todas las patas de la mesa: massismo, CGT, La Cámpora y el axelismo.


Por: Ricardo Carossino

El peronismo bonaerense atraviesa su momento más caliente desde la muerte de Néstor Kirchner. La pelea entre Cristina Fernández —hoy procesada y con prisión preventiva domiciliaria— y Axel Kicillof, el gobernador que logró ganar la Provincia el pasado 7 de septiembre, dejó de ser una interna soterrada para transformarse en una batalla abierta por la conducción real del movimiento. Como dijo un dirigente obrero a este medio: “Basta. Borrón y cuenta y conducción nueva”.

Si bien todo estalló después del 26 de octubre, cuando Cristina, tras la derrota legislativa frente a Javier Milei, advirtió: “Es mi deber advertir que se viene una fuerte ofensiva para tratar de romper el peronismo y el campo nacional y popular en su conjunto”, la verdad es que las tensiones pujaban por salir del embarazo desde hace años.

Muchas cuestiones pendientes había en el peronismo como para que todo siguiera ocultándose a la opinión pública. Intendentes, gobernadores, gremialistas y legisladores necesitaban decir las cosas y encontrar un ámbito donde dirimirlas. El histórico “dedo” del kirchnerismo que tanto se criticó desde 2015 dentro del movimiento, se quebró.

Lo que dijo CFK luego de bailar en el balcón de su casa, fue un gesto que por lo recogido por este medio, irritó incluso a dirigentes cercanos al gobernador bonaerense. La ex presidenta, que perdió las legislativas y vio cómo La Libertad Avanza se consolidaba en el Congreso, puso en la mira al gobernador bonaerense y, de paso, reabrió la discusión sobre quién manda realmente en el PJ.

Kicillof, que había ganado en septiembre con un contundente 47 % de los votos frente al 33 % del oficialismo liberal, se siente con derecho a reclamar su propio espacio. En su entorno lo resumen así: “Si Cristina perdió y Axel ganó, ¿quién conduce ahora?”. Y agregan que el armado en Berazategui, con más de 40 intendentes y ministros, “es para ir por el PJ bonaerense, que hoy responde a Máximo Kirchner”. En esa línea, un funcionario del Movimiento Derecho al Futuro se animó a definir lo que viene: “Esto va a ser (Verónica) Magario vs (Federico) Otermín. Una interna con nombres y apellidos”.

Del otro lado, el cristinismo se atrinchera. Una fuente de Hurlingham, cercana a Damián Selci, lo admite sin rodeos: “Se viene un debate interno fuerte, pero necesario y posiblemente sanador. Ojalá Kicillof emitiera un documento político, pero no es su estilo”.

La provincia, el botín mayor

La Provincia de Buenos Aires sigue siendo el corazón electoral del peronismo: concentra más del 37 % del padrón y es la llave de cualquier aspiración presidencial. Por eso nadie quiere ceder terreno. Desde Morón, Avellaneda, Lanús y Lomas de Zamora aseguran a Política del Sur que el peronismo “no está roto”, pero admiten que la pelea es por el poder interno, antes que por el país. Todos coinciden en que el norte sigue siendo volver al gobierno nacional en 2027, aunque no haya consenso sobre el camino.

Las posiciones son claras: un sector apuesta a conservar el purismo ideológico del kirchnerismo clásico, con su discurso antiimperialista y anti-mercado; otro impulsa una apertura que contemple los temas que Milei logró instalar en la sociedad: el superávit fiscal, el dólar barato y la reforma laboral.

Un dirigente de la CGT regional lo sintetiza con crudeza: “Hay que dejar de mirar para atrás. Kicillof, si tiene que romper, que rompa con Cristina. Pero que no deje afuera a ningún peronista”. Y otro referente sindical, también de la Tercera Sección, agrega: “Ya nadie duda de que no se puede gastar más de lo que se recauda. Hay que ajustar, pero con los que más tienen. El peronismo tiene que volver a hablar de eficiencia sin miedo”.

Cristina, la nostalgia; Axel, la renovación

La figura de Cristina conserva magnetismo entre los fieles, pero su peso electoral parece estar muy lejos del 54,11% del 2011. Lo dice un histórico del manolismo de Lanús: “Les guste o no, Cristina ya no gana elecciones. Esta interna la termina de ordenar la gente”.

La última derrota confirmó que su liderazgo no garantiza votos. Aun así, su palabra todavía define lealtades y en su entorno aseguran que “Axel no existiría sin el dedo de Cristina”.

De cualquier manera aún se rompe. Se especula que se discute quien será el “monstruo” de la ruptura: si será La Cámpora al no votarle a Kicillof el endeudamiento y el presupuesto 2026 o serán los intendentes luego de la última votación en el parlamento bonaerense”.

El gobernador, sin embargo, busca marcar distancia. En febrero ya había lanzado su espacio Movimiento Derecho al Futuro y comenzó a tejer vínculos con intendentes del conurbano, la CGT y sectores del progresismo no kirchnerista. Su discurso combina gestión con pragmatismo: más foco en la producción, diálogo con empresarios y perfil técnico antes que épica.

Una diputada nacional que se define “ni cristinista ni axelista” lo explicó ante este medio: “Si Axel quiere ser presidente, que juegue. Pero hay que ver si le da la nafta. No cualquiera llega. Tiene imagen positiva, pero todavía no transmite algo distinto”.

Flota, por supuesto en el aire, sin que nadie se atreva a decirlo por vergüenza científica, la famosa maldición de Alsina para que ningún gobernador bonaerense llegue a ser electo presidente de la Nación.

La caja, la caja, la caja

Una de las cuestiones que más resquemores causó en el peronismo en los últimos años fue la conducción de las cajas. A Máximo se le achaca el manejo de Aerolíneas Argentinas, PAMI, ANSES y el Consejo Federal de Inversiones (CFI): "La tuvieron toda -remarcó un diputado nacional del PJ - y no lograron unidad, encima rompió con Alberto (Fernández) en el Congreso y armó está última lista sin que los intendentes y la CGT tuvieron un incentivo para hacer campaña". 

Esta crítica se suspende como la espada de Damocles sobre el hijo de la ex presidenta cuando además, agrega un ex intendente: "Máximo quería elecciones concurrentes para no pagar él la campaña electoral y usar la caja de los Municipios, pero que no diga que los intendentes no trabajaron porque le armaron actos a (Jorge) Taiana en todos lados, pero el hombre no movió el amperímetro". 

El nuevo clima político y económico

La opinión pública cambió. En todas las encuestas recientes (UBA-Social Data, Zuban-Córdoba y Aresco) se repite un patrón: la mayoría de los argentinos respalda la necesidad de mantener un dólar estable, un superávit fiscal sostenido y una modernización del mercado laboral. La ola liberal de Milei caló hondo y el peronismo —que históricamente fue oficialista— ahora debe aprender a ser oposición en un contexto donde el “ajuste ordenado” es popular.

Esa es la verdadera encrucijada. Si el PJ se opone frontalmente a las reformas que la sociedad ya adoptó como sentido común, corre el riesgo de aislarse. Pero si se adapta demasiado, puede perder identidad. La clave está en construir una narrativa que combine justicia social con equilibrio fiscal, producción con estabilidad y sindicatos con productividad.

La batalla por el 2027

El peronismo llega a este fin de año dividido, pero aún con poder territorial. Cristina conserva la marca; Kicillof, la gestión. Sin embargo, la conducción está vacante. El partido necesita una síntesis que todavía nadie encarna. El dilema es existencial: ¿seguir siendo una fuerza nostálgica o transformarse en una opción moderna con raíces populares?

Como advierte un concejal de Avellaneda:La Libertad Avanza nos hizo explotar, pero no nos liquidó. El peronismo no está muerto. Solo necesita entender que ya no se gana con consignas del siglo pasado”.

En esa frase se resume la urgencia. Mientras Cristina y Axel se disputan el control del PJ bonaerense, el reloj político corre. La sociedad ya eligió un nuevo lenguaje: el del orden fiscal. Si el peronismo no logra traducir esos valores a su propia gramática, el 2027 puede marcar el final de una era.

Por ahora, el único consenso interno es que el enemigo está afuera y por increíble que parezca, también adentro. Pero cuidado a los profetas de los fines de ciclo del peronismo. Hasta hoy todos los que lo declararon muerto, terminaron de darse cuenta que no le habían tomado bien el pulso.

 

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