lunes 29 de septiembre de 2025 - Edición Nº2490

Sociedad | 23 sep 2025

EN EL 2025 SE VOTA, PERO SE JUEGA EL 2027

Milei pisa Nueva York, Kicillof, el conurbano: ¿quién entiende mejor el 26 de octubre?

Uno habla con Trump, el otro con los intendentes: la pelea por el 2027 ya no espera permiso. Mientras los dólares bajan en helicóptero, los votos suben en colectivo. La campaña legislativa parece una excusa: lo único serio es quién sobrevive a la crisis sin perder el territorio.


Por: Ricardo Carossino

Política del Sur accedió a ciertos testimonios de último momento que dan cuenta de cierta decepción por decirlo así del trato que La Libertad Avanza tuvo con toda la oposición amiga que se arrimó al oficialismo al ver que la mayoría de la población apostaba por un ajuste creyendo que de esa manera, una macroeconomía ordenada iba a sanear los bolsillos del pueblo, pero la pregunta del millón es ¿durante cuánto tiempo se puede ajustar sin que las consecuencias sociales den su veredicto sobre sus urgencias?

Esto es lo que se empieza a preguntarse esa oposición dialoguista, amigable, que también esperaba que el gobierno nacional recompensara la gobernabilidad que le ofreció para campear dos años de ajuste, pero las cosas parecen ir cambiando, de a poco, pero cambiando.

Con la premura de las definiciones políticas por parte de Javier Milei y con la precaución de no hacer explotar esa gobernabilidad que le habían ofrecido, en el más estricto silencio, fuentes del PRO, del peronismo federal y aún de una UCR contemplativa, admiten que no van a militar la lista de La Libertad Avanza en la Provincia de Buenos Aires este 26 de octubre: la conclusión es: que se arregle solo, nosotros también tenemos que hacer nuestro juego político.

En el medio, el Presidente pisa Nueva York y se reúne con su par estadounidense, mientras que el gobernador pisa el conurbano y se reúne con gremios y militantes del peronismo. Dos estilos, dos campañas, dos urgencias, dos apuestas muy distintas y este 26 de octubre se verá cuál de los dos gana esta pulseada de estilos y modelos.

Oficialmente es una elección legislativa, pero nadie está mirando el Congreso. Lo que está en juego es quién llega vivo al ring del 2027: Javier Milei, que juega con dólares, fotos internacionales y una motosierra sin filo. Axel Kicillof por su parte, camina distritos con el manual del peronismo en la mano y los números en la cabeza.

Lo curioso es que los principales candidatos al Congreso ni figuran en la conversación. Nadie habla de José Luis Espert y Jorge Taiana. Todos hablan del Presidente y del gobernador. ¿Casualidad? Para nada. La política argentina es así: se vota una cosa, pero se elige otra.

La elección del 7 de septiembre en la Provincia de Buenos Aires fue un golpe directo al ego libertario. Kicillof le ganó por 13 puntos a Milei, que venía embalado con retuits y discursos virales, pero se estrelló contra el voto real.

Y no fue solo el conurbano: Fuerza Patria se impuso en 6 de las 8 secciones electorales, incluyendo algunas donde el peronismo venía rengo. El mensaje fue claro: las redes no reemplazan a los comedores, ni las plazas llenas a los municipios bien engrasados.

En los pasillos de la Rosada celebran el encuentro entre Milei y Donald Trump como si eso sumara un punto de imagen en Laferrere. Mientras tanto, las encuestas muestran otra realidad.

Un estudio reciente de Zuban Córdoba revela que más del 60% quiere que Milei cambie el rumbo y que Karina Milei (acosada por la guatanamera de “alta Korimera”) roza el 70% de imagen negativa. En paralelo, otra encuesta de CB consultora muestra que la ventaja de Kicillof se mantiene por el momento —e incluso crece en los distritos donde los libertarios deberían asomar la cabeza. En criollo: el modelo del ajuste empieza a hacer agua y el bolsillo aprieta más que la épica de X.

En lo institucional, Milei está cada vez más solo. El Congreso le da la espalda, los gobernadores lo esquivan, la oposición lo trata con distancia y hasta los libertarios que entraron con su boleta ya no responden al grupo de WhatsApp presidencial.

¿Y Mauricio Macri? El gato Flora (qué sí, que no), pero el muy astuto no se casa. ¿La UCR? Lo mira desde la tribuna. ¿Pichetto? Siempre está, pero nunca se sabe para quién juega. Si Milei quiere llegar a 2027 con chances, va a necesitar algo más que likes y líneas de swap, porque los mercados pueden querer estabilidad, pero los votos no vienen del Nasdaq, vienen del conurbano.

Mientras tanto, Axel Kicillof juega otro partido. No grita, no insulta, no viaja a ver a Trump, pero ganó una elección clave y camina los distritos sin custodia. Su proyecto es más silencioso y apunta a tratar de consolidar un frente político con anclaje territorial, absorber al peronismo disperso y llegar a 2027 con estructura real. Habrá que ver si lo logra.

Puede no enamorar a los mercados, pero enamora a los intendentes. Y en Argentina, gobernar es tener territorio, no solo relato, pero ¿qué dicen los mercados? Spoiler: están confundidos. 

El mercado financiero celebra cada vez que Milei anuncia una medida pro dólar, destapa champagne por la foto con Donald Trump, pero se inquieta cuando ve las encuestas y eso además es lo que está viendo la oposición la de la derecha argentina, la que envidia la foto con el líder de los Estados Unidos.

Los mercados y la derecha argentina apuestan por la ortodoxia financiera, pero no suele votar la inestabilidad. Y cuando ven que el plan económico tambalea, la conflictividad sube y la oposición crece (2001, 2018) se preguntan si no conviene empezar a mirar con mejores ojos a alguien más “previsible”, aunque sea un poco menos liberal. Por eso la pelea no es ideológica, es práctica: ¿quién puede gobernar sin que el país explote?

La pelea Milei–Kicillof es el verdadero eje de la política argentina hoy. El primero quiere disciplinar la política con recortes y marketing; el segundo, reconstruir poder con base territorial y una estética más sobria. Lo curioso es que ambos se benefician de esta tensión: Milei necesita a Kicillof como “enemigo cómodo” y el gobernador necesita que el Presidente se desgaste solo.

La campaña legislativa es apenas la excusa. El verdadero round ya empezó. Y esta vez, no alcanza con eslóganes: se gana con poder real.

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