

Por: Juan Bautista Vega
La emoción se respiraba en el aire de la Clínica San Juan de Dios. Allí, donde había sido paciente y donde vivió algunos de los momentos más difíciles de su vida, el Padre Jorge Oesterheld volvió días atrás para presentar su libro "Quimio y Fe. El milagro es la confianza".
No fue un lugar cualquiera: en esos pasillos había recibido tratamiento contra un linfoma, había acompañado a su madre en sus últimos días y había aprendido a mirar la enfermedad como una oportunidad de crecimiento.
“Después de 50 años de cura, estoy bastante acostumbrado a hablar en público, pero esta ocasión fue muy especial y muy diferente. Esta casa forma parte de mi historia más dolorosa y más complicada”, confesó visiblemente emocionado.
Recordó que fue en esa clínica donde su madre murió en terapia intensiva y donde él mismo estuvo internado en varias oportunidades.
“En esta casa estuve internado varias veces cuando tuve el linfoma y recibí quimioterapia. Yo estaba en el primer piso y siempre miraba desde la ventana a la Virgencita de la entrada. Han pasado unos cuantos años y hoy volver y decirle que vengo a hablar es muy fuerte y muy especial”, relató.
El corazón de su mensaje estuvo en la unión entre lo espiritual y lo científico. “Quimio y fe no es por un lado la fe y por otro lado la quimio. Es fe en Dios y fe en la quimio. Detrás de esa palabra está la ciencia, los estudios, los médicos, las enfermeras, los administrativos, incluso quienes limpian los baños. Todos forman parte de ese milagro”, explicó.
Con un tono reflexivo, agregó: “Nos parece milagro cuando alguien se cura de manera inexplicable, pero no vemos como milagro a los millones de personas que todos los días se curan gracias a la ciencia. Y toda esa ciencia también es un regalo de Dios”.
Oesterheld habló de la importancia de sentirse acompañado en la enfermedad: “Los que estamos enfermos necesitamos a veces más que nos cuiden que que nos curen. Cada palabra y cada gesto tienen una importancia enorme. (…) La presencia es lo que da fuerza para renovar la confianza”.
Lejos de mostrarse como alguien con una fe inquebrantable, el sacerdote se definió con humildad: “Yo tengo una fe muy chiquita, llena de dudas y muy crítica. Pero el Evangelio dice que con una fe chiquitita, como un grano de mostaza, se pueden mover montañas. No hay fe grande o fe chica: todas las fes son chicas, pero con una fe mínima se puede vivir todo”.
Incluso confesó sus propios temores: “Yo soy muy 'cagón' con el dolor. Durante años me desmayaba si me sacaban sangre. Y sin embargo, se puede vivir, se puede aprender, se puede crecer. Todo se convierte en oportunidad de crecimiento y de vida nueva”.
Entre los recuerdos de su tratamiento, destacó la enseñanza de un médico que lo marcó: “Cuando empezó todo, me dijo que lo importante era la actitud. (…) Tenía razón. La clave es la actitud: confiar, dejarse llevar, vivir cada día y cada momento”.
Ese aprendizaje lo llevó a un cambio profundo en su manera de ejercer su sacerdocio: “Empecé a rezar de otra manera, a predicar de otra manera. (…) La enfermedad fue una oportunidad extraordinaria de crecimiento”.
Con tono sereno, Oesterheld reflexionó sobre la gratitud: “Cuando estás enfermo, el pasado tiene más sorpresa que el futuro. (…) Yo la estaba pasando mal, pero estaba tan agradecido de todo lo que había vivido”.
Hacia el final, resumió su experiencia con una frase que conmovió a todos: “Aprendí a decir ‘amén’ al inicio del día. Amén a lo que venga, porque no sabemos lo que viene. Y eso no es resignación, es aceptación: aceptar es querer vivir lo que toque vivir”.
Y cerró con una certeza que trasciende lo religioso: “La enfermedad no es un enemigo, es un aliado. Y quienes cuidan son las manos y el corazón de Dios. Lo importante es que nos cuiden, porque siempre llegará el día en que no nos curen. Y llegar a ese día habiendo sido muy cuidados es lo que nos prepara para crecer hasta el final”.
Nacido en Buenos Aires en 1948, Jorge Oesterheld fue ordenado sacerdote en 1976. Actualmente es párroco de Santiago Apóstol y San Carlos Borromeo (Haedo) y vicario judicial de la Diócesis de Morón. Entre 2002 y 2014 fue responsable de Prensa y vocero de la Conferencia Episcopal Argentina. Estudió Filosofía, Teología, Ciencias Políticas y Sociología. Es sobrino de Héctor Germán Oesterheld, autor de El Eternauta, desaparecido durante la dictadura militar.
Con Quimio y Fe. El milagro es la confianza, Oesterheld convierte su lucha personal en un mensaje de esperanza. Su voz, cargada de humildad y gratitud, deja una huella en todos los que lo escuchan: “El milagro es la confianza”.