Hoy, 19 de agosto, hubiera sido su cumpleaños número 80. Roberto Sánchez —más conocido como Sandro— el ídolo que conquistó América con su voz, sensualidad y esa pelvis que volvía loco al público, también fue un hombre con miedos, amores y una búsqueda silenciosa de paz.
Al cruzar los muros de su casona en Banfield, el mito se desvanecía. Atrás quedaba el “Gitano” seductor; adentro, vivía Roberto, un hombre sencillo que cuidaba a su madre Nina, lo que lo llevó a conocer a María Elena Fresta, su cuidadora, y a Olga Garaventa, con quien se casó en 2007, cuando ya estaba enfermo (61 años).
Su boda fue íntima, de puertas adentro, con un permiso especial del Registro Civil. El festejo se realizó en esa casona rodeada de muros altos, oficiada por la titular del Registro Civil de Lomas de Zamora, y con testigos especiales: los hijos de la novia y amigos cercanos.
Los últimos años fueron una dura batalla contra la enfermedad. Entre turnos médicos, estudios y la esperanza de un trasplante, Olivia fue su compañera fiel. Lamentablemente, tras un trasplante cardiopulmonar, Roberto falleció el 4 de enero de 2010, a los 64 años, en el Hospital Italiano de Mendoza.
Hoy lo recordamos no solo por sus canciones —los hitazos como “Una muchacha y una guitarra” y su estilo inconfundible— sino también por el hombre que elegía el silencio y la cercanía, el que volcaba su amor en lo cotidiano más íntimo.