domingo 04 de mayo de 2025 - Edición Nº2342

Sociedad | 6 jun 2022

HISTORIAS FANTÁSTICAS

Invasión ovni: de la comisión que armó Perón a la clínica de Cañuelas con tecnología extraterrestre

Desde fines de los 40, los avistamientos de platos voladores se volvieron popular en el mundo y llegaron al país. Aquí, tres historias sobre enanitos verdes, tecnología alienígena y otros eventos de otro planeta.


Por: Diego Lanese

En julio de 1947, las frías noches del interior bonaerense se vieron alteradas por extraños sucesos que muchos testigos, atónitos, no pudieron explicar. En el cielo, extrañas figuras luminosas surcaron el oscuro horizonte, dejando “aros rojos”, según contaron después. “Cruzó anoche los cielos de Balcarce una constelación de aros luminosos”, explicó el 18 de ese mes el comisario Juan Fílix Goñi, según el diario La Razón. Algo similar contaron días después gente de Bahía Blanca y Olavarría. En poco tiempo, el estupor dio paso a una explicación que, en breve, se haría popular en el país y el mundo: platos voladores. “Ya decían los marplatenses cómo era posible que en esta ciudad todavía no se hubieran visto platos voladores”, dice el mismo matutino porteño el día 27, cuando los avistamientos se dieron en “la feliz”. La histeria por el avistamiento de estos fenómenos fue tema de debate nacional, y llegó a lo más alto del poder. Incluso, afirman las versiones, el presidente Juan Domingo Perón encargó la creación de una comisión para seguir el tema. Eran épocas previas a la carrera espacial, la literatura fantástica comenzaba a gestarse como fenómeno masivo y la llegada de seres de otros planetas comenzaba a meterse en la mitología popular, de donde nunca más se iría.

 

El concepto “plato volador” nace justamente ese año, 1947, en Estados Unidos, luego que un piloto civil de los Estados Unidos “divisó una formación de nueve objetos desconocidos que volaban en formación a grandes velocidades y reportó el incidente a las autoridades”. De ese incidente, nació el término “flying saucers”, que un periodista anónimo de The Chicago Sun puso en el título: Supersonic flying saucers sighted by Idaho pilot (platillos voladores supersónicos avistados por piloto de Idaho). Antes, ya se hablaba de ovni como “objeto volador no identificado”, pero la terminología popular lo reemplazo por los platos voladores, que a los pocos meses ya estaban circulando por el país. La literatura de este fenómeno es abundante, los grupos y entidades que investigan, quienes lo desacreditan, quienes lo ignoran. Aquí, tres pequeñas historias argentinas, que buscan informar sin abandonar aquella vieja premisa del agende Fox Mulder, de los X-Files: I want to believe.

 

Ovnis en el primer peronismo

 

Luego de la Segunda Guerra Mundial, el planeta se reconstruye de la mano de avances tecnológicos que prometen romper la barrera de lo imaginable. La carrera armamentística fue el pilar para la nueva puja, menos sangrienta, entre las potencias: la carrera espacial. Mientras que el hombre empieza a romper las barreras que impone el planeta, las historia de lo que habrá del otro lado de esa frontera imaginaria dan lugar a mitos e historias. Allí aparecen los platos voladores como catalizadores de esa fantasía. En este clima, que años después se potenciará por el aire de conspiración que traerá la guerra fría, comienzan a aparecer las historias de avistamientos.

 

Cuando los testimonios periodísticos inundan las páginas de diarios “serios” como La Razón o La Nación, el gobierno comienza a mirar con atención los cielos. Sobre todo porque en Estados Unidos se registra el “fenómeno Roswell”, un avistamiento masivo en Nueva México, que sigue generando historias, y que respondería a una serie de sondas meteorológicas fuera de control. Así, el propio Perón encargó a algunos militares llegar de cerca estos eventos, hasta que en 1951 comienzan a llegar a manos del general una serie de relatos que llaman su atención. Ese año, el gobierno prepara el Segundo Plan Quinquenal, para lo cual abre una especie de consulta popular, donde las personas pueden escribirle al presidente con sugerencias sobre proyectos, ideas o necesidades para que el peronismo desarrolle. La correspondencia es abrumadora, y en muchos casos aparecen proyectos para crear “naves interplanetarias”, con supuesta tecnología extraterrestre. Una de las cartas, recogidas por el investigador del CONICET Hernán Comastri en su trabajo “Ovnis y viajes interplanetarios en la Argentina del primer peronismo” explica que “Estados Unidos de Norte América guarda como secreto militar, el cual no es más que un aparato cuyo funcionamiento se basa en la rotación de la tierra”, y presenta una detallada descripción técnica del supuesto plato volador. Perón se interesa y les encarga a técnicos de Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME) que analice las bases físicas del proyecto. La respuesta es categórica: “no concuerdan con los principios elementales aerodinámicos de sustentación, de estabilidad y de control”.

El mito cuenta que Perón leía con detenimiento estas cartas, que pedía les lleguen a sus manos. Así, Ernesto Ottenbacheb, residente en Buenos Aires, que pone en consideración de la presidencia unas ideas “a las que he seguido desde que apareció noticias en los diarios del misterioso plato volador”. “Las ideas, sin embargo, se refieren a un sistema mecanizado para ejercicios militares, un motor para aviones a reacción y un sistema para poner en marcha un cohete a reacción”, resume Comastri. Incluso el presidente mandó a probar un supuesto plato volador. Fue el que presentó Julio E. Ruiz, un oficial electromecánico empleado en el correo que creó un prototipo de “giro-plano o plato volador", pero que al llegar la delegación presidencial el aparato había sido desarmado y sus piezas desaparecieron. Estos eventos dieron lugar, afirman las versiones, a una comisión, aunque no hay registro oficial de ella, ni de los eventos estudiados, confirmando aquella lógica peronista: “si queres que algo no funcione crea una comisión”.  

 

Enanitos verdes

 

Si las décadas del 40 y 50 el fenómeno ovni estuvo atravesado por el paradigma del “plato volador”, en las décadas siguientes se impondría otra variante: los enanitos verdes. La idea de ser visitados por seres de otro planeta comenzó a circular en libros y series televisivas, y la forma elegida fue la de “hombres bajos de color verdoso”, una idea que se mantiene a lo largo del tiempo. Como en muchos casos, el origen de esta morfología se dio en Estados Unidos, y luego llegó a nuestro país. Entre los especialistas, hay coincidencia que la primera historia de enanitos verdes se dio en 1979, en Mendoza, cuando Juan Nobiltá sacó varias fotos en la fuente termal de Puente del Inca y luego, al revelarlas, aparece un “humanoide”. La imagen se volvió en poco tiempo una noticia nacional, y la familia recorrió programas y medios contando su experiencia. El debate sobre la veracidad de la foto y la experiencia dividió aguas. El protagonista era un prestigioso médico infectólogo, y junto a su mujer estuvo en muchos medios, defendiendo su experiencia. Antes, el ufólogo Victorio Corradi, cuyos padres eran parientes del protagonista, dio su diagnóstico: “Esto es un gnomo, o un extraterrestre”.

 

El relato del caso que hace Alejandro Agostinelli es una verdadera joya del periodismo, y muestra el impacto que tuvo la noticia. “La noticia fue todo lo viral que podía ser una noticia a fines de los 70. Los productores de Mónica Cahen D’Anvers, que emitía Canal 13, le tuvieron fe: no eran tiempos de mail ni de WhatsApp; ni siquiera de fax. El 31 de agosto, la producción del programa envió los pasajes aéreos y Corradi y a Nobiltá llegaron a Buenos Aires esa misma noche. Al otro día estaban en el aire. Una noche recibieron en el Bauen Hotel, donde se hospedaban, la visita de un grupo de oficiales de la Armada. “Ellos nos dijeron que atrás del gnomo había un platillo volador. ‘De ahí descendió’, dijo un marino. Ni Corradi se había dado cuenta”, recordó el autor de la nota.

Agostinelli entrevistó a la pareja, y confía que en primer lugar, como marca la foto, el enanito “era naranja”, y no verde, pero el paradigma estaba tan afianzado que no pudo cambiarse del imaginario popular, al punto que el caso inspiró, en una historia muy particular, a que la banda del rock nacional sea bautizada “Enanitos verdes”. “Corradi hizo analizar imagen a los fotógrafos Atilio Rosario Spinello, Félix de Borbón, Rosendo Osvaldo Ruiz, Juan Carlos Sarmiento, Angel Morales y Raúl Rubens”, recordó el periodista, que remarcó que el experto afirmó que todos coincidieron que “no es un truco fotográfico, que la emulsión no está dañada, que no es un reflejo, que no es un objeto conocido; ni una ‘imagen fantasma’ ni ningún otro fenómeno definible fotográficamente”. Pero al tiempo, el Ground Saucer Watch Inc (GSW), entidad internacional dedicada al tema, consideró que se trataba de “una mancha química, rara solo en su forma, que ocurrió durante el revelado de los negativos originales”.  El caso se fue olvidando, aunque muchos siguen hablando de aquella aparición. En Mendoza, se habla del interés de la dictadura militar por la cuestión, ya que Spinello, uno de los fotógrafos que analizó la imagen, fue secuestrado, torturado y estuvo preso nueve años. Sin militancia política, recuerda Agostinelli, se dice que lo llevaron porque era “un bicho raro”.

 

Invasión ummita

 

Cerca de esa época, en la localidad de Cañuelas, una clínica llamaba la atención de muchas personas. La llamada “Planta de Investigación Científica Argentina Internacional de Neurología tenía una especie de plato volador en su entrada, sin disimular, y se promocionaba como poseedora de “tecnología extraterrestre”, para curar, de forma alternativa, enfermedades graves. Según las crónicas, esta tecnología pertenecía a viajeros del planeta Ummo, uno de los supuestos lugares de donde llegan los extraterrestres que en este tiempo visitan el planeta. La clínica se volvió de interés mundial cuando el prestigioso ufólogo francés Jacques Vallée incorporó su caso a su libro “Revelations” (1991, inédito en castellano), una especie de atlas de visitas extra-planetarias. Allí, se habla de “las misteriosas curas del cáncer hacían uso de los rayos gamma, y varios pacientes supuestamente terminales habían sido mejorados o incluso curados en la instalación”. “El sistema médico utilizado combinaba aparatos de impresionante sonido con las afirmaciones habituales de los curanderos modernos: mezcla rayos gamma con energía cibernética, que se describe como ‘el campo de calor que rodea los tejidos’”, se explicó.

Ummo es el nombre de un supuesto planeta que orbitaría alrededor de la estrella denominada Wolf 424, situada en la constelación de Virgo. Los habitantes de este mundo visitaron la Tierra por primera vez en 1950 y comenzaron a contactar a los humanos, a quienes transmitieron sus elevados conocimientos científicos, según afirman los ufólogos. El caso de avistamiento que más se recuerda sucedió en Madrid, España, en febrero de 1966, cuando los relatos afirman que varias naves identificadas con el símbolo de Ummo, una H con sus trazos laterales curvos y una barra vertical en el centro, sobrevolaron la capital ibérica.

 

Volviendo al caso de Cañuelas, el ufólogo argentino Pedro Romaniuk en 1978 afirmó que en la “clínica” se habían tratado “16.500 casos de enfermedades incurables ya desahuciadas por la medicina clásica”. En el lugar, decía el autor de “Texto de ciencia extraterrestre”, había “cinco estaciones de radioaficionados y más de cien aparatos, uno más extraño que el otro”. Mientras tanto, desde octubre de 1974 los círculos médicos de Morón (CMM) y Cañuelas (CMC) venían denunciando la clínica y a sus promotores, hasta que fue clausurada en junio de 1976. Carlos Eduardo Jerez, director de la clínica, también fue interrogado por los militares, e incluso se habla que el represor Ramón Camps fue quien ordenó su detención. Liberado un tiempo después, fue obligado a dejar su actividad, y nunca más se supo de él.

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