

Por: Federico Cedarri
Desde la renuncia de Máximo Kirchner a la conducción del bloque oficialista en el Congreso Nacional, el escenario político bonaerense se complejizo abordado por distintas circunstancias que contribuyeron a cambiar la ecuación.
El líder de La Cámpora se recluyó en la provincia de Buenos Aires para desarrollar su planes inmediatos que comprendieron la puesta en marcha de su aventura al frente del Partido Justicialista, que decanto en un cierre de listas para los comicios internos donde predominó el equilibro territorial en donde hay intendentes peronistas y hegemonía camporista en aquellos lugares denominados sin tierra.
Se dejó trascender que Kirchner tiene como único objetivo la manutención del poder en la provincia de Buenos Aires, cree que el acuerdo con el FMI y la presión sobre los precios de los alimentos y combustibles, a raíz de las consecuencias del enfrentamiento bélico entre Rusia y Ucrania, repercutirá en la Argentina de manera negativa empujando hacia arriba la inflación y erosionando la posibilidad de retener el gobierno nacional.
Es por esto que ya comienzan a tejerse elucubraciones respecto a las estrategias que se pondrán en marcha en este 2022 de transición.
La Cámpora va a mantener a rajatabla su alianza con los alcaldes del conurbano, una cofradía que se ha dividido equilibradamente las porciones de poder en la provincia, especialmente en el ámbito legislativo y en buena parte de los lugares estratégicos del gobierno de Axel Kicillof.
Justamente el Gobernador observa estos acontecimientos que transcurrren con extremada cautela, le preocupa las consecuencias que le deparará a la provincia de Buenos Aires el pacto con el FMI.
Kicillof ha sido de los mandatarios provinciales que más recursos recibió de la administración nacional, sin embargo en el discurso que abrió las sesiones ordinarias redobló la apuesta y pidió una discusión que devenga en una nueva distribución de los ingresos hacia las provincias que contemple lo que Buenos Aires le aporta a las arcas nacionales.
La última semana recibió de manos del presidente Alberto Fernández la friolera de 75.000 millones de pesos para ayuda social.
Kicillof tiene una alianza táctica con el Presidente, ya que los dos sienten que La Cámpora les ha picado el boleto para la reelección de ambos.
No obstante, si bien el mandatario provincial agradece las bondades de Fernández no evalúa por el momento explicitar formalmente una sociedad política con vistas a genera un polo de poder para enfrentar a La Cámpora: Kicillof se sigue referenciando en Cristina Kirchner.
En rigor, el mandamás provincial no es un albertista, se parece más a un alquimista que trata de surfear entre los extremos pero sin desbarrancarse por su responsabilidad al frente del gobierno provincial.
Justamente el escaso conocimiento que tiene en el gobierno bonaerense de la letra chica del acuerdo con el Fondo no le permite avanzar con decisiones que son imprescindibles para la provincia: la definición de un nuevo esquema tarifario de luz para la zona de La Plata, que recibe servicio de la cuestionada EDELAP, y para el interior bonaerense a quien provee EDEA.
En principio, desde el gobierno bonaerense manejaban como posibilidad una suba de la energía eléctrica del orden del 20% pero a partir del entendimiento con el organismo multilateral de crédito y de la confirmación a nivel nacional de un aumento tarifario en paralelo con los salarios, la provincia debería afrontar el costo político de disponer una pauta de aumentos cercanos al 40%, casi el doble de lo que se presumía y en el momento culmine de la reactivación del proyecto reeleccionista del Gobernador.
Kicillof dejó en claro que quiere tener la chance de un turno más, es enfático en público y asume que su plan de reelección tiene como piedra basal el proyecto Seis por Seis.
Hace unos días, el mandatario juntó a intendentes del conurbano y del interior donde repartió fondos por casi 4.000 millones de pesos para reforzar el sistema de salud en un intento de generar una relación más fluida entre las partes.
Hasta maneja la posibilidad, esta vez consensuada, de que otros jefes comunales puedan sumarse a la estructura bonaerense.
Ya en el encuentro que había mantenido con legisladores del peronismo, Kicillof se había mostrado contemporizador y permeable a cualquier inquietud que emanara de los mismos.
Intenta una simetría con intendentes, al tiempo que busca dotar de fortaleza política a los últimos dos años de gobierno.
En base a esa apetencia, el mandatario comenzará a recorrer distritos de alcaldes con lo que ha generado cierta empatía, jefes comunales del interior bonaerense que exudan cierto recelo por el manejo omnipotente que ostentan los intendentes del conurbano, por lo que están dispuestos a brindarle un remanso necesario al Gobernador donde mostrarse y exhibir obras.
En la primera línea del mandatario provincial hay cierto recelo que no ocultan hacia La Cámpora, a la que consideran propaladora de rumores que lo ubican a Kicillof relegado el año que viene de la máxima aspiración bonaerense para secundar a Cristina Kirchner en la boleta de senadores nacionales.
Referentes cercanos al Gobernador se encuentran con la guardia alta, emulando a Marcelo Gallardo, para tratar de contrarrestar lo que suponen será una embestida de la otrora agrupación juvenil en concubinato con los intendentes del conurbano para desplazar de la candidatura al mandatario bonaerense.
Si bien muestran enojo y fastidio por esta sospecha, también se envalentonan y aseguran que será difícil correr del medio a un Gobernador con una provincia plagada de obras y con fuerte inversión en políticas sociales.