

Por: Luis Giménez Ojeda
Era un frio otoño de 1962 en la Ciudad de Buenos cuando la tarde del 29 de mayo, una tímida joven de tan solo 16 años salía de su clase particular de inglés para caminar hasta su casa a pesar de la distancia y la temperatura bajo cero que promediaba el pronóstico del tiempo de ese día.
Fue la falta de colectivos, a raíz de un paro general decretado por la CGT, la circunstancia que la obligaba a regresar a pie hasta la vivienda de sus padres, ubicada en el límite entre los barrios de Flores y Floresta, pese a las 17 cuadras que la separaban.
Norma Penjerek se despidió de su maestra alrededor de las 19:40. Fue la última vez que la vieron con vida. Varias horas después, cerca de la medianoche, su padre se acercó hasta la Comisaría 40º para denunciar que su hija no volvió. Así comenzaba uno de los casos policiales más paradigmaticos de la historia argentina, que marcó un antes y un después en las crónicas periodísticas del género en nuestro país. Un misterio sin resolver hasta el día de hoy.
La investigación, para siempre inconclusa, incluiría la sospecha detrás del misterio de una red de trata de personas o “trata de blancas”, como se decía en aquella época, el hallazgo del cadáver de una mujer nunca fehacientemente identificado, acusaciones falsas, inocentes detenidos - entre los que hubo un tipo descripto por la prensa sensacionalista como “un vampiro” – y hasta una línea investigativa que sugería la participación de un grupo nazi que habría actuado a modo de venganza por la colaboración del papá de la víctima con la operación israelí que terminó con la captura y secuestro en Argentina del criminal de guerra alemán Adolf Eichmann.
Enrique Penjerek, empleado municipal y Clara Breitman, enfermera, formaban junto a su única hija, conocida por sus seres queridos con el apodo de “Pipi”, una familia de clase media de origen judío que vivía sobre la Avenida Juan Bautista Alberdi al 3252.
A partir de la denuncia, fueron foco de atención de la opinión pública argentina pendiente de cualquier información sobre el paradero de Norma. Mientras tanto, durante los meses siguientes se desplegó un operativo policial sin precedentes para hallarla.
En el medio, tardaron 47 días en tener noticias hasta que la búsqueda pareció culminar con el hallazgo de un cuerpo femenino en un terreno baldío, el cual parecía corresponder a la muchacha desaparecida. Según los investigadores, el cadáver semienterrado encontrado en un campo llamado La Laguna (hoy es la Reserva Santa Catalina) de Lavallol, era el de Norma.
El análisis de la justicia fue que la mantuvieron secuestrada hasta el 6 de julio, cuando fue asesinada de una puñalada. El cuerpo también presentaba un alambre en el cuello.
Casi un año después, la causa parecía encaminarse a ser otro crimen sin resolver cometido en Buenos Aires. Sin embargo, la declaración de María Sisti, una joven de 23 años detenida en Constitución por ejercer la prostitución dio un giro inesperado a la investigación prácticamente paralizada en punto cero.
Desde entonces, el caso apuntó contra el comerciante y concejal de Florencio Varela, Pedro Vecchio, acusado de encabezar una banda que captaba menores para explotarlas sexualmente en un chalet de la localidad de Bosques.
Según la palabra de la testigo, esta había participado de una orgía junto a otras mujeres, entre las que se encontraba la adolescente Penjerek, obligada a formar parte de la actividad sexual en contra de su voluntad y asesinada por Vecchio, quien la habría apuñalado por negarse a tener relaciones sexuales.
Luego de varios meses prófugo, Vecchio, casado y con dos hijas, dueño de la zapatería La Favorita de España y Perón, se presentó voluntariamente ante la justicia el 23 de septiembre para aclarar que no tenía nada que ver con el hecho. Así estuvo tras las rejas hasta que el 5 de abril de 1965, el juez de La Plata Alberto Garganta dictó su sobreseimiento al no encontrar pruebas para ligarlo al asesinato.
En el medio, la “socia” del supuesto dueño del infame negocio, Laura Villano, sindicada como “madama”, fue detenida, y al parecer confesó al igual que tres prostitutas que habían participado de dichas fiestas y también confirmaron la versión de Sisti.
No obstante, estas “confesiones” habrían sido obtenidas bajo torturas cometidas por la Policía, mucho más acostumbrada en ese entonces a prácticas sádicas como los apremios ilegales.
Sisti habría recibido dinero de José Luis Fernández a cambio de culpar al hombre de los cargos que se le imputaron por el asesinato de Penjerek. Se trataba de un fotógrafo que odiaba a Vecchio por haber apoyado y ayudado a una hija suya, cuando había abandonado el hogar paterno.
Vecchio pasó casi dos años detenido apuntado como el principal sospechoso de un homicidio que acaparaba las tapas de los diarios, algunos de los cuales, le atribuyeron colmillos similares a los de Drácula y prácticas de “Vampiro”, apodo por el cual se lo mencionaba por aquellos días.
Una teoría jamás confirmada indicaba que Enrique Penjerek, un destacado miembro de la colectividad judía porteña, había sido uno de los informantes sobre el paradero del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, quien sería capturado y secuestrado en 1960 por un grupo comando del Mossad para ser juzgado en Israel.
Esta hipótesis sugería que la colaboración de Penjerek en la “Operación Garibaldi” habría derivado en una represalia de grupos de ultraderecha, de la cual su única hija habría sido víctima de las consecuencias.
Una derivación de la misma pista hablaba de que la chica judía buscada en 1962 se encontraba en Israel, donde habría sido llevada por agentes secretos de ese país para ponerla a resguardo y evitar una venganza por la captura del genocida anti semita.
Para identificar el cadáver, los forenses tuvieron que realizar diferentes protocolos debido a que estaba irreconocible por el avanzado estado de descomposición. Se compararon las huellas dactilares y se hallaron 19 puntos coincidentes y también coincidieron sus piezas dentales con su ficha odontológica, pero el cuerpo tenía 10 centímetros más que la altura de Norma.
Más de 50 años después del hallazgo de Norma, en ese mismo sitio descampado descubrieron el cadáver de Anahí Benítez, una estudiante del ENAM de Banfield de 16 años, cuyo cuerpo con signos de ser violada y asesinada fue encontrado semienterrado en la Reserva Santa Catalina el 4 de agosto de 2017, una semana después de comenzada su búsqueda.