

Por: Leonel Manganielo
La ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, cuenta en su haber con varios libros de su autoría, entre ellos, Buenos vecinos, malos políticos: Moralidad y política en el Gran Buenos Aires, de 2004. Allí, describe distintas situaciones que ocurren en un Municipio al que bautiza cómo “Uriarte”, ya que decide no nombrar al distrito, cómo tampoco a sus protagonistas, aunque queda claro que los hechos transcurren durante la década del noventa en Lomas de Zamora, lugar en el que la funcionaria reside.
En Buenos vecinos, malos políticos, desarrolla el concepto de moralidad relacionado con la polìtica y cómo las evaluaciones morales influyen en este espacio y ese es un eje que atraviesa todo el libro. No nombra al distrito ni a sus actores, pero se encarga de dejar en claro que habla de Lomas de Zamora, primero con referencias sutiles, cómo una comparación en un pie de página con los distritos vecinos de Lanús y Almirante Brown, y ya luego con indicaciones más explícitas cómo la fundación del lugar y referentes políticos.
Antes de desarrollar los conceptos relacionados al Proyecto Uriarte y sus consecuencias, la autora realiza un encuadre temporal desde dos aristas. La primera más global, y es la llegada de Carlos Menem a la presidencia de la Nación y las políticas desarrolladas que conllevaron a un achicamiento del Estado, el desprestigio de la política de Estado en detrimento del poder del Mercado, la homogeneización convirtiendo al peronismo en un movimiento liberal, las desigualdades cada vez más crecientes en el área Metropolitana, la pérdida de lazos ideológicos y del compromiso personal en la actividad política, la desvalorización de los políticos frente a los “técnicos”, el crecimiento del desempleo y el subempleo y la proliferación de las villas.
Por otro lado, realiza una descripción local de la década anterior, en la que en el Municipio tenía una fuerte diferenciación entre los habitantes del centro y una población creciente en la periferia, que se veía reflejada en los conceptos de “vecino” y “villero”, y cómo durante la década del ochenta, con Duhalde cómo jefe comunal, fue creciendo la “dignificación villera”. Allí se llevó adelante el Proyecto de Tierras, que consistió en la expropiación de tierras por parte del Estado, para darle un lugar a este sector y la “movilización de los Villeros” hacia La Plata, para promulgar leyes en este sentido. Asimismo, relata el crecimiento de algunos dirigentes de este sector que llegaron a alcanzar cargos jerárquicos.
Con la llegada de Menem a la presidencia con Duhalde cómo compañero de fórmula, y con la victoria de Tavano a la intendencia, se comenzaron a gestar varios cambios en la vida de los lomenses. Pese a la esperanza de muchos, el presidente llevó adelante el Programa Arraigo, que solo incluía a las tierras fiscales del Estado y contrastaba con las políticas locales. También, señala la autora, comenzó a crecer entre los funcionarios locales “el síndrome de Duhalde”, que consistía en el uso de la política municipal con el objetivo de escalar a posiciones más importantes a nivel provincial y nacional y que con ello se produjo una “desvalorización de la moral de la política en general”.
Los actores de mayor relevancia también quedan marcados claramente, cómo el intendente “Mauro Villegas”, hombre alllegado a Eduardo Duhalde y que gobernó el distrito durante casi toda la década, en referencia al ex jefe comunal ya fallecido Bruno Tavano. A su vez, una de las cuestiones de mayor relevancia en el relato es el “Proyecto Uriarte”, en relación al “Proyecto Lomas”, principal herramienta política del intendente durante su gestión.
Con la victoria de Tavano a nivel municipal, llegaría un proyecto que cambiaría la forma de hacer política a nivel local y que según Frederic, “puso de manifiesto la respuesta a una experiencia dilemática signada por: La reorganización de la sucesión política o del crecimiento político; Un escenario neoliberal incapaz de identificar los conflictos con los desplazados; y el desmoronamiento de la causa villera”.
El nuevo intendente llevó adelante el “Proyecto Uriarte”, cómo figura en el libro, o “Proyecto Lomas”, cómo se llamó en realidad, que tenía cómo meta la descentralización de la gestión pública, la búsqueda de eficiencia y la profundización democrática. “Había un deseo de cambiar la forma antigua de hacer política por una buena. Allí Villegas (Tavano) y sus colaboradores, vertían en el proyecto lo que para ellos era el problema moral de la política”, detalla.
Este programa de descentralización municipal dividió el territorio en 53 Consejos de Organización de la Comunidad, que redefinió los límites entre políticos y no políticos, pero que también borró la diferenciación de vecinos y villeros, para unirlos en la categoría de vecinos a todos. Con el objetivo de frenar el “síndrome Duhalde”, se llevó adelante una “profesionalización de los políticos”, marcando una barrera entre quienes podían acceder a ella y quienes no y que así no exista un aprovechamiento. También, impuso la idea en los gobernados de que “el sentido de la política no estaba en acceder al gobierno sino en el barrio”.
Una de las primeras acciones del gobierno fue reunirse con los dirigentes villeros y comunicarles que se terminaron las marchas hacia La Plata y les quitó los recursos que antes les brindaban para ello. Luego, en el marco del Proyecto, se avanzó en la creación de estos Consejos, que organizaba a una comunidad donde se discutían las necesidades del barrio con la ayuda de un coordinador y que luego se elevaban las mismas al Municipio. Se eliminó así al intermediario, y se dejó en claro que los coordinadores no debían tener interés político.
Estas medidas provocaron tensiones, cada vez más crecientes, entre la militancia social impuesta por este proyecto y la militancia política desplazada por el. Con el correr del tiempo, distintos sectores comenzaron a manifestar el descontento por el abandono de los militantes y en los barrios “desplazados”, el intendente comenzó a padecer los efectos negativos de sus políticas, que aunque tenían el fin de acercar al pueblo, puso una barrera.
Frederic utiliza la figura de un dirigente de uno de los barrios populares que siguió el camino de la “militancia política” y que consiguió ingresar en el círculo íntimo del intendente, en contraposición de otro que eligió la “militancia social” y que fue creciendo dentro del barrio por fuera del régimen que buscaba establecer el ejecutivo local y cómo éste volvió a los “viejos manejos” cómo el corte de una calle tras la muerte de un chico por meningitis y la búsqueda de “politizar el tema”, tratando de responsabilizar al dirigente rival, pero siempre siendo consciente de que se necesitaba del “reconocimiento” del intendente para poder lograr un crecimiento.
En esta disputa se oponían dos tipos de evaluaciones morales, la “lealtad barrial” por un lado y el “conocimiento político" por otro, este último, es el que buscaba lograr el gobierno municipal.
Ya sobre el cierre del libro, señala que el Proyecto Lomas tenía la visión de que el Concejo Deliberante estaba arraigado a “la vieja forma de hacer política” y que existía una disputa directa con algunos ediles que no respondían al intendente. En este contexto, relata los hechos ocurridos en diciembre de 1996, cuando la Justicia allanó el Concejo en el marco de una causa por irregularidades en la ejecución de presupuestos de años anteriores, lo que derivó en la detención de tres concejales, entre ellos el presidente del Cuerpo Rubén Gonzalez.
“El escándalo del Concejo significó la sustitución pública del estándar de evaluación de las relaciones íntimas entre los políticos, por uno de evaluación moral de los individuos, universal y apolítico”, explica la autora y señala que se rompió con la visión de que “la coima no era inmoral, sino que lo inmoral era la distribución en perjuicio del jefe político” ya que pasó a interesar “si un individuo era honesto o no”.
En esa línea, pone el foco en el crecimiento del cupo femenino en el Deliberante ya que se decía que “representaban sinceridad y eficiencia”, aunque sostiene que eso contribuyó con las “despolitización” ya que se veía a la mujer cómo “carente de ambición de sucesión y de poder sobre otros”. Dos años después del “escándalo”, comenzó la “recuperación del orgullo del Concejo”, con la eficiencia y la honestidad cómo valores principales. “Los estandartes personales de los políticos fueron sustituidos por estándares absolutos de cualquier individuo”, subraya.
Por último, y siguiendo con un orden mayormente cronológico, comenta sobre la ajustada derrota de Tavano en 1999 frente al candidato del FREPASO, Edgardo Di Dio. “Villegas quedó devorado por la presión de los expulsados de mayor y menor rango del crecimiento político, quienes lo traicionaron y votaron en contra ”, afirmó. Poco tiempo después de dejar la intendencia, falleció a causa de un aneurisma de aorta.
“La política no se convirtió en un problema moral, por falta de moral, sino por la alteración de la relación entre los factores que habitualmente constituyen la etnomoralidad política”, reflexiona ya en el cierre Frederic.