martes 29 de abril de 2025 - Edición Nº2337

| 17 oct 2018

17 de octubre: la fecha que vio nacer al peronismo y cambió la Argentina para siempre

Se cumple un nuevo aniversario de la rebelión popular que dio origen al movimiento político que cambió para siempre el país. Marcó la llegada de los trabajadores y los desclasados a la vida pública y generó un espacio donde se vieran reflejados. El proceso de construcción finalizó el 24 de febrero de 1946, cuando Perón ganó sus primeras elecciones.


“El sol caía a plomo cuando las primeras columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábito de burgués barato. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en la impetración de un solo nombre: Perón. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir”. El relato en primera persona de un casi sorprendido Raúl Scalabrini Ortiz muestra cómo aquel 17 de octubre de 1945, los protagonistas de la jornada fueron los trabajadores, los olvidados de la historia argentina. Sublevados, convirtieron al entonces coronel Juan Domingo Perón, ex ministro de Trabajo y Previsión Social, en su líder. Lo empoderaron, para usar una palabra de moda en estos días. Y lo hicieron para cambiar el país para siempre.

Si el 17 d octubre fue una rebelión, una revolución o simplemente un golpe de Estado contra un “no Estado”, parece casi cuestión de semántica. Nadie puede negar que la irrupción de Perón, y luego el peronismo (el orden no es aleatorio), generó un sismo político que luego se trasladó a todos los aspectos. Cambió la matriz  económica del viejo país agroexportador, la sociedad tejió nuevas estructuras internas, incluso algunas vinculadas al amor y el odio, que hoy siguen vigentes. Hasta la cultura sería distinta a partir de la rebelión de masas.

“Las muchedumbres agraviaron el buen gusto y la estética de la ciudad, afeada por su presencia en nuestras calles. El pueblo las observaba pasar, un poco sorprendido al principio, pero luego con glacial indiferencia”. La crónica del diario Crítica, publicada el 18 de octubre, marca la reacción de un país que se resistía al cambio, incluso un sector que se decía “popular”, como el diario de Natalio Botana. Pero esa muchedumbre arrasó con esos prejuicios, puso lo establecido “patas para arriba”, y ese “Pueblo”, que observaba sorprendido, fue reemplazado por otro “Pueblo”, que se volvió protagonista de su propia historia.

La génesis

En la previa al 17 de octubre, la interna militar hacía tambalear a la dictadura del general Edelmiro Farrell, cuyos enfrentamientos eran cada vez más violentos. Los logros de Perón en beneficio de la gente humilde, desde la Secretaría de Previsión y luego la Vicepresidencia, había puesto nerviosos a los que serían durante el peronismo los “oligarcas”.

El 12 de octubre, Perón se había ido con su mujer, Eva Duarte, a la Isla Martín García para descansar unos días, pero a la madrugada del día siguiente, el jefe de Policía, Coronel Mittelbach, llegó a la isla para comunicarle en nombre del presidente Farrell que debe constituirse detenido en un barco de guerra. Eva -sostén principal del peronismo-, acompañaba a Perón y, de vuelta en Buenos Aires, comenzó a desarrollar una dura tarea. Iba perfilándose Evita.

La esposa del coronel se entrevistó con los líderes gremiales que apoyaban a Perón y con los obreros en los bares o en sus casas. Perón estuvo ocho días en Martín García y se enteró por radio de lo que pasaba. El pueblo comenzó a movilizarse, la violencia mostraba su cara, con tranvías volcados y autos incendiados. La gente comenzó a llegar desde todos lados, en camiones, a pie, cruzando el Riachuelo en bote porque la policía había levantado los puentes.

La postal de los trabajadores con “las patas en la fuente” es la más potente, que resume cómo los olvidados de la historia se metieron en la capital del país, en el centro del poder, en la cara de quienes por años, décadas, se privilegiaban de lo que nada tenían.

Pero el 17 de octubre no sólo se produjo en la Capital Federal. El historiador Daniel James cuenta en su libro ‘‘El peronismo y la clase trabajadora’’ que en La Plata y sus alrededores los trabajadores venían manifestándose desde antes del 17, día en que se llevaron a cabo piquetes tanto en fábricas de Berisso como en accesos a la ciudad, las escuelas estuvieron cerradas y no hubo medios de transporte. Por la tarde se produjeron movilizaciones hacia la Casa de Gobierno, donde concluyó la manifestación, aunque grupos armados de obreros continuaron atacando lugares como el edificio del diario El Día hasta ser dispersados.

El 18, la ciudad amaneció destrozada. Hubo concentraciones y episodios de violencia hasta que, sobre el final de la tarde, los obreros emprendieron el regreso a sus hogares. En otras ciudades, como Rosario y San Miguel de Tucumán, hubo manifestaciones similares. En la provincia de Córdoba se concentraron en el local de la Federación Obrera y recorrieron las calles del centro. Transcurridos los primeros minutos de ese día, y al tanto de la liberación de Perón, alrededor de 5 mil trabajadores cordobeses aún permanecían en la Plaza San Martín. ‘‘No querían irse; durante la madrugada recorrieron las calles y atacaron varias instituciones y medios de comunicación, como los diarios ‘La Voz’ y ‘Córdoba’’’, comentó el historiador cordobés Roberto Ferrero.

El avance popular obligó a liberar a Perón, como cuenta la historia, repetida cada aniversario. La rebelión tardó unos días en calmarse y comenzó a gestar lo que fue el triunfo de febrero del año siguiente. Fue un triunfo popular, que luego se discutiría por siempre sobre su alcance y su profundidad. Pero nadie podrá discutir que la nueva Argentina que comenzó tenía mucha más participación de las masas y que creó esa unidad entre Perón y los trabajadores.

Como recuerda el propio General en una líneas bajo el seudónimo de Bill de Caledonia: “Desde el Hospital Militar percibía los gritos de los trabajadores y mi corazón se llenaba de satisfacción: ellos, en quienes yo había puesto mi fe y mi amor de hermano y argentino, no me defraudaron a mí, como no han defraudado a la Patria, a quien han dado su grandeza con sus sudores germinantes y generosos. ¡Ellos también le han dado todo sin pedirle nada!, a semejanza de los grandes de nuestra gesta gloriosa.”

Camino al poder

El jueves 18 se cumplió la huelga general decretada por la CGT. Incidentes frente al diario Crítica derivaron en choques entre grupos nacionalistas y antiperonistas, con heridos y un muerto, el activista Darwin Pasaponti. Fracasó un intento del almirante Vernengo Lima de sublevar a la Marina, mientras grupos de trabajadores siguen pintando con carbón y tiza el nombre de Perón en las paredes de Buenos Aires. Es el embrión del “movimiento peronista”.

El 19 de octubre, la CGT -que oficialmente aún no respondía al peronismo- se reunió para analizar los alcances de la huelga y labró un acta en la que se hace una sola mención a la jornada del 17, y en ningún momento se nombra al coronel Perón. Esto fue cambiando con el tiempo, hasta llegar a esa bandera que todavía hoy se puede ver en la sede Azopardo de la CGT: “Los sindicatos son de Perón”.

En libertad, Perón inició su campaña para intentar construir un movimiento nacional, con apoyo de trabajadores y sectores medios que buscaban una mayor participación. De inmediato, la figura de Perón polarizó la campaña durante los meses previos a la que sería la primera elección. Eligió para secundarlo a un radical, Hortensio Quijano -quien provenía de la disidente Junta Renovadora-, y al Partido Laboralista, como el eje de su alianza para llegar al gobierno. En torno de Perón se agruparon parte del gobierno militar, los sindicalistas de la CGT, grupos yrigoyenistas del radicalismo, la UCR Junta Renovadora, el grupo FORJA y los conservadores de las provincias del interior.

De inmediato, su principal adversario fue José Tamborini, de la Unión Democrática, un conjunto muy heterodoxo de partidos y perfiles políticos que decidió la oposición sistemática a lo que representaba y proponía el sector peronista como plataforma electoral. Así, aquel llegó a decir en su cierre de campaña que “cerraremos definitivamente el paso a las hordas que agravian la cultura convertidas en agentes de una dictadura imposible”. La Unión Democrática era impulsada por la UCR e integrada por los partidos Socialista, Demócrata Progresista, Comunista y los conservadores de la provincia de Buenos Aires.

Así, el 17 de octubre generó la ruptura del escenario político que luego terminaría de consolidarse en las elecciones de 1946, cuando por primera vez en la historia los trabajadores fueron parte de un gobierno. Si Hipólito Yrigoyen incorporó la idea de clase media, le dio identidad y la incorporó a la vida pública, Perón y el peronismo les dieron un espacio a los sectores vulnerables, los incorporaron como sujetos de derecho, y a los trabajadores como sujetos de poder. Eso comenzó, justamente, en aquellas jornadas agitadas de octubre de 1945.

La construcción de la lealtad

Con el correr del tiempo, este fundacional 17 de octubre se transformó en el Día de la Lealtad, donde se construyó la imagen de un Pueblo leal a su líder. Pero antes fue la creación de un espacio de poder para los trabajadores y excluidos, y la usina para crear un pensamiento nacional, que a comienzos de los 70 la tendencia de izquierda del peronismo le puso nombre: socialismo nacional.

En su camino tuvo muchas contradicciones, cambios y contramarchas. Pero el origen de esa pueblada, de esas masas incomodando al poder establecido, tienen que ver con esto: con salir de las sombras de la historia. “Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el sustrato de una nueva idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presentes en su primordialidad sin recatos y sin disimulos”, relata Scalabrini Ortiz con maestría.

Además, la lealtad se construyó en oposición al odio. Porque es Pueblo que miraba “con glacial indiferencia”, como dice Crítica (esta actitud le valió destrozos de sus vidrieras durante todo el 17 y el 18 de octubre), pasó a detestar, con rabia enferma, a ese nuevo “Pueblo” que se erigió con el peronismo. Ese “antiperonismo”, graficado por Enrique Santos Discépolo con su personaje “Mordisquito”, esmeriló la unidad de Perón con sus seguidores, los unió más contra el enemigo común. El “gorilismo” es fundamental para entender la vigencia de la Lealtad, con letras mayúsculas, una forma de defensa contra el odio que, lamentablemente, también está vigente.

Ese odio se puede rastrear en toda nuestra historia, pero en esta época tiene una fecha de inicio, o de inauguración. La creencia popular es que el término “aluvión zoológico” fue la forma despectiva con que la oligarquía calificó a las masas populares que se volcaron a la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945. La realidad es más terrible y patética: el dicho salió de la boca del diputado radical Ernesto Sanmartino el 23 de mayo de 1946, quien usó la imagen para referirse al bloque de legisladores peronistas, donde había muchísimos obreros que irrumpieron imprevistamente en la escena política, como parte de la nueva mayoría popular en Cámara de Diputados, históricamente habitada por la élite y la oligarquía, con escasísimas excepciones.

Así, la figura de Perón creció al calor de la Lealtad y un gobierno que otorgó derechos a millones de argentinos. Fue combatido por la oligarquía, cometió excesos, errores, pero nadie le sacará su lugar en la historia, la que ya está escrita en el mármol y la que cada día se sigue escribiendo en esta Argentina, que como se suele decir, era peronista antes de Perón, sólo que no lo sabía.

“El 17 de octubre no sólo fue una lección histórica para las fuerzas del antiguo orden, sino la gigantesca voluntad política de la clase obrera. Su adhesión a un jefe no se fundó en artes demagógicas, sino en las condiciones históricas maduras que rompían con las antiguas relaciones económicas del régimen de la producción agropecuaria, que superaban los programas de los partidos pequeño burgueses de centroizquierda. La revolución política exigía la reforma social. La recuperación de la economía enajenada al extranjero y la elevación del nivel de vida del hombre argentino explotado son la doble faz de un mismo fenómeno: la toma de conciencia histórica de las masas. Todo el problema político de la Argentina actual se reduce a esta irrupción consciente de los trabajadores en la historia nacional”. Juan José Hernández Arregui, 1913-1974.

El primer peronismo

Cuando en febrero de 1946 Perón ganó las elecciones, se completó el proceso que comenzó el 17 de octubre del año anterior, cuando la rebelión popular liberó a Juan Domingo Perón. Con una fuerte intervención de los Estados Unidos, la campaña electoral no pudo evitar lo que las masas habían empezado a escribir en esa jornada histórica. Así, el 24 de febrero de 1946 Perón llegó a la Presidencia por primera vez en su historia.

El resultado se conoció durante la semana, pero las calles ya respiraban desde el mismo domingo el triunfo del peronismo. Los números no dejaron dudas. La fórmula Perón-Quijano obtuvo el 56 por ciento de los votos, un total de 1.527.231 sufragios. La fórmula Tamborini-Mosca se alzó con 1.207.155 votos. Muy atrás quedaron la UCR Bloquista (13.469 votos), la UCR Santiago del Estero (12.362) y la UCR Lencinista (3918). Hubo 23.735 votos en blanco. La fiesta popular duró hasta la madrugada.

Una vez en la Casa Rosada, Perón comenzó uno de los procesos de cambio más importantes de la historia argentina, que si bien es muy discutido, tiene algunos números relevantes. Se crearon industrias livianas para dar trabajo y crear un shock distributivo y de consumo de manera urgente y se fortalecieron las industrias pesadas para alimentar la materia prima de las anteriores. Se nacionalizaron los servicios para generar puestos de empleo genuinos, como ferrocarriles, gas, teléfono, usinas eléctricas y flota fluvial. Se estableció la gratuidad de la enseñanza universitaria, se sancionó el voto femenino, se estableció la igualdad de la patria potestad en el matrimonio y se derogó la ley que establecía la discriminación entre hijos legítimos e ilegítimos.

Durante el primer gobierno peronista, el componente salarial del ingreso nacional (53 por ciento) superó, por primera vez en la historia, a la retribución obtenida en concepto de ganancias, intereses y renta de la tierra (47 por ciento), y hacia 1947, por primera vez, la industria manufacturera participaba en la formación del Producto Bruto Interno (PBI) con un porcentaje superior (22,8 por ciento) al de la agrícola ganadera (20,1 por ciento).

Sólo durante el primer plan quinquenal (1946-1951) se construyeron 350 mil viviendas para empleados y obreros en toda la República. Ya en el segundo plan quinquenal, hasta 1955, se construyeron otras 150 mil y más de 10 millones de trabajadores recibían aguinaldo.

En cuanto a la organización sindical, si en 1945 existían 500 sindicatos agrupados en tres centrales obreras (Unión Sindical Argentina, CGT 1 y CGT 2), con apenas un millón de afiliados, en 1955 existió una sola central (CGT) de 2500 sindicatos, con más de seis millones de afiliados.

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