

Se cumple un nuevo aniversario de aquella jornada histórica que terminó con 18 años de proscripción del peronismo, y que le abría la puerta a la vuelta de Perón al país. Pero fue, además, la llegada a la presidencia de Cámpora, que inauguró una “primavera” que entusiasmó a propios y extraños. Fueron casi 60 días de tensiones, pero de mucha alegría, que terminarían con su renuncia.
Desde que en 1995 el poder militar, apoyado por la iglesia, la oligarquía económica y un buen sector de la clase política, decidió terminar con el segundo gobierno de Juan Domingo Perón, lo que genéricamente se llama como “el poder” no supo qué hacer con el peronismo. Primero lo quiso hacer desaparecer (decreto 3855/55 que prohibía nombrar a Perón), luego crear una instancia política superadora (a través del radicalismo), y más tarde cooptarlo desde adentro (el “peronismo sin Perón” de Vandor). Pero todos los intentos fracasaron. Para colmo, los coletazos del Cordobazo y el avance de las ideas revolucionarias inspiradas por Cuba y su triunfo comenzaron a radicalizar al propio justicialismo, en especial entre los más jóvenes. Ahí, algunos entendieron que el único que podía poner límite a esta “izquierdización” era el propio Perón. Así nació la idea de permitirle volver al país luego de 18 años de exilio.
Pero la vuelta del general no era fácil, y la dictadura de Agustín Lanusse no quería dar el brazo a torcer. Por eso creó una especie de artilugio legal para evitar que Perón fuera candidato. Allí nació una figura inesperada, respetada por la militancia y que traía, casi de sorpresa, un nuevo aire para el peronismo. Los jóvenes le decían cariñosamente “el tío”, y fue Presidente por menos de 60 días. Pero sin esperarlo, Héctor J. Cámpora fue una verdadera revolución dentro del tradicional peronismo. Su campaña y su triunfo, un 11 de marzo de 1973, fueron un punto alto en la historia popular argentina. Fue el día donde los presos políticos salieron de las cárceles, y la democracia fue un valor para todos. A 41 años de aquella gesta, Política del Sur recuerda cómo llegó Cámpora a ser candidato, y trae postales de ese día, cuando las urnas consagraron al “tío” Presidente. Y a Perón, obvio, al poder.
La llegada de Cámpora a la presidencia comienza un tiempo atrás, cuando Perón decide nombrarlo su delegado personal. Vinculado con la izquierda del peronismo (recordada como “la tendencia”), su llegada a esa especie de “jefatura de gabinete” del general preocupó tanto al sector más tradicional del partido, representado por la CGT que quería a Antonio Cafiero para ese puesto, como al gobierno de Lanusse.
El "tío" sería el delegado de Perón y, a su vez, un referente fundamental de la tendencia, pero no sólo eso. La señal sería clara por parte de Perón respecto del gobierno militar: intransigencia ante las propuestas de los promotores del GAN, Gran Acuerdo Nacional. La posibilidad de Lanusse de interferir en los debates del perfil del nuevo proceso, contenidas sus intenciones de ser candidato de gobierno, se reducirían ante el correr del tiempo y el crecimiento de la violencia callejera y militar de las Formaciones Especiales. En este marco, Cámpora ocuparía el sillón presidencial y desplazaría el lugar del candidato de los sindicatos y futuro gobernador de la provincia de Buenos Aires después de la dictadura de 1976, Antonio Cafiero.
Fracasadas distintas maniobras continuistas del general Lanusse, y con la bendición del ex presidente Perón desde Madrid y del líder radical Ricardo Balbín para descomprimir la situación política y social, el general fijó la fecha de los comicios y de la entrega del mando al nuevo gobierno surgido del pronunciamiento de las urnas.
En el mitin en el cual se proclamó la candidatura a presidente de Héctor Cámpora y a vice de Vicente Solano Lima, del diminuto Partido Conservador Popular (PCP) —uno de los socios con los que se armó el frente—, hubo un gran entusiasmo y participación, síntomas de un tiempo pasional y esperanzado en un futuro distinto y mejor. El 70 por ciento de los asistentes eran jóvenes y mujeres. De ello da cuenta, por ejemplo, que durante cinco horas casi nadie se movió ni dejó de gritar dado que el acto propiamente dicho —anunciado para las 20:30 horas— recién pudo comenzar a medianoche por el derrumbe del palco levantado en el campo de juego, sin consecuencias lamentables.
Los simpatizantes peronistas gritaban vivas a Perón y a Cámpora, y agitaban banderas argentinas —varias de ellas con la leyenda "Montoneros"— y pancartas con leyendas como "Liberación o dependencia" y "Sonríe, Perón te ama" y con imágenes de Perón y Evita.
Si bien hubo cánticos en común, desde dos sectores de las tribunas se escucharon versiones distintas: "Perón, Evita, la patria socialista" y "Perón, Evita, la patria peronista", una confirmación de una aún irresuelta pelea política e ideológica en el movimiento, que en los dos años siguientes pasaría a una escala mayor.
Entre las personalidades presentes estuvieron el dirigente de las 62 Organizaciones, el metalúrgico Lorenzo Miguel; el líder sindical portuario Eustaquio Tolosa; los jóvenes candidatos a diputados nacionales Leonardo Bettanin y Virginia Sanguinetti; el cantante Leonardo Favio; el secretario del PJ, Juan Manuel Abal Medina; Marcelo Sánchez Sorondo y José Antonio Allende, dirigentes justicialistas.
Tras las multitudinarias elecciones del 11 de marzo de 1973, en las que participan 14.065.472 electores, la fórmula Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima obtiene casi el 50 por ciento de los votos, contra el 21 por ciento de Balbín (UCR) y el 15 por ciento de Manrique (APF). La UCR declarará que, dadas las cifras, no tiene sentido hacer un ballotage a nivel nacional. Éste se realizará, en cambio, en la Capital Federal y en catorce Distritos del interior del país, donde ningún candidato obtendría el porcentaje indicado por la ley. De esta manera, el radicalismo se impondrá únicamente en la Capital, donde su candidato a senador será el futuro presidente argentino de la tercera década infame en la Argentina, Fernando de la Rúa, que derrotará a Marcelo Sánchez Sorondo del FREJULI.
La llegada de Héctor Cámpora al poder parecía anunciar la inminencia de un tiempo de transformación social que pondría fin a los privilegios económicos y a la dependencia del capital extranjero. La hora del cambio y de la "liberación nacional" se acercaba.
A las pocas horas se acordó que el presidente Lanusse entregaría las insignias del poder a Cámpora el 25 de marzo de ese año.
Los nuevos ministros de la naciente gestión camporista conformarían un gabinete más bien heterogéneo, que trataría de mantener algún tipo de equilibrio entre los distintos sectores peronistas en pugna: como ministro de Trabajo fue designado Ricardo Otero, secretario de la UOM Capital y vandorista histórico; en Defensa y Justicia serían electos dos peronistas tradicionales, Ángel Robledo y Antonio Benítez; en Educación, Jorge Taiana, que venía del tronco del peronismo tradicional, pero que mantenía buena relación con los sectores combativos de la Juventud Peronista (Puiggrós, un dirigente ligado a Montoneros, sería el rector interventor en la UBA).
Por su parte, como ministro del Interior se designaría a Esteban Righi y como ministro de Relaciones Exteriores y Culto a Juan Carlos Puig, ambos camporistas y posibles aliados de la izquierda peronista. En Economía, sería designado José Ber Gelbard, antiguo delegado de la CGE, representante del empresariado nacional y hombre cercano al Partido Comunista y al bloque soviético mundial. Por su parte, el Ministerio de Bienestar Social sería ocupado por José López Rega, encarnación de la fracción más reaccionaria del movimiento peronista, que sería nombrado directamente por Perón.
En el terreno legislativo, la tendencia contaría con ocho legisladores sobre una Cámara de Diputados compuestas por 145 representantes del FREJULI: Armando Croatto, Santiago Díaz Ortiz, Jorge Glellel, Aníbal Iturrieta, Carlos Kunkel, Diego Muñiz Barreto, Roberto Vidaña y Rodolfo Vittar. Se calculaba que los funcionarios de la tendencia en los gobiernos provinciales y las legislaturas locales llegarían a cincuenta; además, estaban ligados a las gobernaciones de Oscar Bidegain en Buenos Aires, a Alberto Martínez Baca en Mendoza, a Jorge Cepernic en Santa Cruz, a Miguel Ragone en Salta y a Ricardo Obregón Cano en Córdoba.
El 25 de mayo, Héctor Cámpora asumió la Presidencia de la Nación en un clima de intensa algarabía popular. "Se van, se van y nunca volverán" era la consigna coreada en las calles por las multitudes que, sabiendo que la movilización popular había forzado la salida de los militares del Gobierno, festejaban el fin de la dictadura y, en su mayoría, el retorno del peronismo al poder después de 18 años de proscripción.
La presencia del presidente chileno, Salvador Allende y del cubano, Osvaldo Dorticós —en representación de las dos experiencias socialistas del continente— reforzaba el clima del evento. Y, como constatación de su inmenso poder y del carácter popular del nuevo Gobierno, esa misma noche una enorme multitud se dirigió a la cárcel de Villa Devoto imponiendo de hecho la liberación inmediata de todos los presos políticos, en su mayoría dirigentes sindicales y militantes de las organizaciones guerrilleras. La liberación fue acompañada, casi simultáneamente, por la firma de un indulto presidencial (días después, el Congreso aprobó una Ley de Amnistía). El 25 de mayo de 1973 fue, sin lugar a dudas, una jornada histórica.
Esteban Righi: “Cámpora cumplió la palabra empeñada”
No soy objetivo ni imparcial, porque tengo un gran afecto y un gran cariño por el ex presidente Cámpora, pero me parece que la fecha obliga a señalar dos aspectos de su vida que me parecen importantes: haber cumplido la palabra empeñada, porque fue un individuo que en la oferta electoral propuso cosas que después cumplió; y la dignidad extraordinaria con la que (Cámpora) superó la adversidad cuando fue perseguido y estuvo años en la embajada de México sin poder salir del país.
Carlos Kunkel: “Felicidad popular”
Héctor Cámpora desde el primer día apostó a nuestra generación. Nos permitió que fuéramos junto a él, que levantáramos las banderas, rindió homenaje a los compañeros que iban cayendo, pero por sobre todas las cosas rindió homenaje en cada actitud, en cada minuto de su vida y de su gestión a ese compromiso con el Pueblo y con la Patria, y esa lealtad con el general Perón.
Perón siempre nos decía que al peronista que vaya a ocupar un puesto de importancia, de relevancia, hay que pedirle que sea leal, honesto y capaz... en ese orden.
Cámpora así como es símbolo de la primavera, de felicidad popular, lo era en el ´73, que lleva su nombre la "primavera de Cámpora", también es símbolo de la lealtad.