

Se cumple un nuevo aniversario del primer triunfo de Juan Domingo Perón, que llevó al líder popular a su primera presidencia. El aplastante apoyo en los comicios fue la culminación de un proceso que comenzó con la rebelión de masas del 17 de octubre y sería el inicio de una historia que todavía hoy escribe capítulos. Aquel “Braden o Perón” que marcó a fuego la elección.
“Las palabras hacen estragos cuando encuentran un nombre para lo que hasta entonces ha vivido innominado”
Jean – Paul Sartre
Aquel 24 de febrero de 1946 la historia de nuestro país comenzó una nueva era. El capítulo que el pueblo había abierto durante la jornada del 17 de octubre de 1945, con la movilización masiva y la liberación de su prominente líder, se cerraba en las urnas. Urnas que explotaron de votos libres, soberanos y llenos de esperanza. Urnas que desde hacía años, muchos años, estaban cargadas de vicios, fraudes y engaños. Urnas que dijeron que, por primera vez, el general Juan Domingo Perón debía conducir los destinos de la Nación.
Se puede fechar el nacimiento del movimiento peronista aquel 17 de octubre, cuando las movilizaciones populares organizadas por la CGT de Ángel Borlenghi lograron la liberación de Perón, quien había sido encarcelado por sectores militares opuestos a su influencia creciente en el Gobierno. Desde ese momento, Perón se convirtió en el candidato favorito de la gente para las elecciones presidenciales de 1946.
De inmediato, la figura de Perón polarizó la campaña que durante los meses previos a la elección fue protagonista absoluta en la vida de la Argentina. Perón eligió para secundarlo a un radical, Hortensio Quijano -que provenía de la disidente Junta Renovadora-, y al Partido Laboralista como el eje de su alianza para llegar al Gobierno. En torno de Perón se agruparon parte del gobierno militar, los sindicalistas de la CGT, grupos irigoyenistas del radicalismo, la mencionada UCR Junta Renovadora, el grupo FORJA y los conservadores de las provincias del interior.
De inmediato, su principal adversario fue José Tamborini de la Unión Democrática, un conjunto muy heterodoxo de partidos y perfiles políticos que decidió la oposición sistemática a lo que representaba y proponía el sector peronista como plataforma electoral. Así, aquel llegó a decir, en su cierre de campaña, que “cerraremos definitivamente el paso a las hordas que agravian la cultura convertidas en agentes de una dictadura imposible”. La Unión Democrática era impulsada por la UCR e integrada por los partidos Socialista, Demócrata Progresista, Comunista y los conservadores de la provincia de Buenos Aires.
Aquella campaña electoral fue una de las más calientes que hasta entonces había conocido la historia del país. Los odios recíprocos dieron lugar a muertos y heridos, y el enorme carisma de Perón terminó por acaparar la escena. En un acto, el entonces coronel atacó a adversarios y los acusó de ser “un contubernio oligárquico-comunista”. En esos días, Perón tenía 50 años y su flamante esposa, la inmortal María Eva Duarte de Perón, 26.
Durante la campaña, un condimento extra terminó por hacer mítica la que sería la primera victoria electoral del peronismo: el papel que jugaron los Estados Unidos. Desde abril de 1945 era embajador en nuestro país Spruille Braden, un ingeniero que tenía como misión detener el crecimiento de Perón, para lo cual no dudó en meterse en las cuestiones de política doméstica. De hecho, la extraña alianza que formó la Unión Democrática fue impulsada por su embajada, que incluso le financió la campaña.
La intromisión de Braden fue un desafío para el naciente peronismo, y un elemento decisivo para su victoria, con aquel eslogan que todavía hoy se recuerda: “Braden o Perón”. El periodista Pablo Mendelevich recordó que “en la mítica campaña electoral, ‘Braden o Perón’ aparecía pintado en incontables paredes de todo el país. Fue la campaña que cristalizó la fatídica antinomia peronismo-antiperonismo. En términos proselitistas, el cariz antiimperialista del eslogan y el endoso de la intromisión diplomática a los opositores soslayados se probó eficaz, aunque justo sería reconocer que ello no sólo se debió a la genialidad de Perón, sino a la falta de ella por parte del mayor activista político extranjero de la historia. Perón dijo alguna vez que si Braden no hubiera existido, habría que haberlo inventado”.
Después de innumerables elecciones fraudulentas, el 24 de febrero de 1946 el país vivió una jornada de fiesta. Desde temprano los votantes se agolparon en los centros de votación, con el entusiasmo que hacía años había quedado sepultado debajo de tanta injusticia vivida.
El resultado se conoció durante la semana, pero las calles ya respiraban desde el mismo domingo el triunfo del peronismo. Los números no dejaron dudas. La fórmula Perón-Quijano obtuvo el 56 por ciento de los votos, un total de 1.527.231 sufragios. La Tamborini-Mosca se alzó con 1.207.155 votos. Muy atrás quedaron la UCR Bloquista (13.469 votos), la UCR Santiago del Estero (12.362) y la UCR Lencinista (3918). Hubo 23.735 votos en blanco. La fiesta popular duró hasta la madrugada.
El 4 de julio de ese año Perón recibió por primera vez la banda presidencial. Nunca fue felicitado por sus rivales. Aquellos primeros años fueron una verdadera revolución en varios sentidos, las bases para un movimiento que logró perdurar pese a la represión, a la persecución y a los cambios mundiales.
Los primeros pasos fueron decididos. El Gobierno contaba con la adhesión de todos los gobiernos provinciales (excepto Corrientes), la casi unanimidad del Senado y los dos tercios de la Cámara de Diputados. De inmediato comenzó a darle un rol protagónico al Estado en la economía. Su ministro, Miguel Miranda, adquirió los bienes de la Unión Telefónica, creó la Flota Aérea Mercante del Estado, adquirió los ferrocarriles de capitales ingleses y la Compañía de Gas del Plata. Además, el Gobierno presentó al Congreso el Primer Plan Quinquenal, un conjunto de proyectos de clara tendencia nacionalista, estatista y autarquizante. Serán años de justicia social e industrialización, años donde nacerá Evita y donde crecerá, oculta, secreta, esa otra cara del país, resentida y llena de odio, que mostrará las garras en 1955.
El primer triunfo de Perón, si bien no fue el más holgado de los tres (en 1951 ganó con el 62,49 por ciento de los votos y en 1973 con el 61,86 por ciento), fue el que cambió la historia. Ese día nació el peronismo. Ni más ni menos. Nació al calor de los votos de la gente.
Los 68 años que pasaron desde el primer triunfo peronista borraron algunas de las impresiones de una época cargada de misticismo. Sin embargo, no son pocos los testigos de aquella gesta que todavía se emocionan recordando lo vivido esos días.
Dos casos son paradigmáticos.
Ese 24 de febrero, Antonio Cafiero fue fiscal de la UCR Junta Renovadora de Quijano. Estudiante de Ciencias Económicas, Cafiero construiría, a partir de ese día, una vida dentro del peronismo. “En esa época el escrutinio no era como ahora y los primeros resultados se conocieron recién el miércoles”, recordó.
Por su parte, Manuel Quindimil también fue fiscal general, pero para el Partido Laborista. Tenía 23 años y ya había conocido a Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Por años aseguró que pasó noches pintando con tiza las paredes del Gran Buenos Aires con la mítica leyenda: “Braden o Perón”.
Aquel año comenzó con un cambio drástico para la Argentina: el ciclo histórico que había comenzado el 17 de octubre del año anterior daba su primer fruto, con las elecciones que ganaba Juan Domingo Perón. Además del triunfo en las elecciones, durante esos 12 meses sucedieron otras cosas al margen de la política.
En materia cultural, en 1946 se estrena “Donde mueren las palabras”, una gran película que demostró el nivel alcanzado por el cine nacional. Fue dirigida por Hugo Fregonese, con libro de Homero Manzi y Ulises Petit de Murat y actuación de Enrique Muiño.
También aparece George Sand, una biografía de la escritora francesa realizada por Silvina Bullrich. El Gran Premio Nacional de Letras es otorgado a Enrique Ruiz Guiñazú (ex canciller del presidente Castillo), por su libro Proas españolas en el mar Magallánico. Muchos intelectuales protestan por esta distinción que, a su juicio, debió haber sido conferida a Ricardo Rojas por El profeta de la Pampa, una biografía de Sarmiento.
En el contexto internacional, en Francia, Charles De Gaulle proclama la IV República y abandona el Gobierno. El tribunal de Nüremberg condena a los criminales de guerra nazis luego de un juicio histórico. Mientras Filipinas declara su independencia, estalla un nuevo conflicto bélico: el de Indochina. Además, muere John Maynard Keynes, mientras sus ideas económicas dominan las políticas de posguerra.
En ese año, se construye la primera computadora electrónica, con un peso de 30 toneladas. Se publican Muertes e ingresos de Dylan Thomas, y Muertos sin sepultura de Jean Paul Sartre. Herman Hesse recibe el premio Nobel de Literatura.