PJ bonaerense: ¿Kicillof busca renovar el peronismo o enterrar el kirchnerismo?

La provincia de Buenos Aires siempre fue el corazón político del peronismo. En 2025, ese corazón latió con más tensiones internas que nunca. El Partido Justicialista bonaerense (PJ) llegó a diciembre atravesado por una crisis que combina disputas de poder, estrategias contradictorias, y un interrogante central: ¿qué peronismo puede competir con Javier Milei en 2026, un año sin elecciones?

La señal más poderosa de alarma fue la decisión de convocar elecciones internas para el 15 de marzo de 2026 para renovar la conducción del PJ provincial —tras el vencimiento del mandato de Máximo Kirchner— en medio de fuertes tensiones entre su sector y el del gobernador Axel Kicillof.

Una interna que ya no es sólo de nombres

El enfrentamiento entre Kicillof y el kirchnerismo no es un cortocircuito de palacio: es el síntoma de una fractura profunda en la estrategia y la identidad del justicialismo. Mientras Máximo Kirchner busca mantener el control del aparato partidario y la influencia de La Cámpora —el espacio político más alineado con la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, si chances de candidaturas—, Kicillof sostiene que el peronismo necesita reorganizarse desde la gestión y el territorio, con una vocación más amplia y moderna.

Por su parte, el kirchnerismo ha denunciado que el gobernador rompió acuerdos previos y trató de redefinir el partido según su propio cálculo político, lo que ha potenciado las sospechas y el choque abierto.

¿Unidad o confrontación?

En diciembre de 2025, el Consejo Provincial del PJ bonaerense acordó convocar a elecciones internas —sin consenso sobre la lista de unidad— y todavía con la chance de un frente único si logra cerrarse un acuerdo entre las facciones.

Pero esa lista de unidad parece, ahora mismo, más una aspiración que un hecho. El sector de Kicillof acelera afiliaciones y prepara su armado territorial con el fin de imponer una alternativa interna en marzo, mientras que los kirchneristas buscan retener el liderazgo histórico del espacio.

Este clima de disputa fue claramente reflejado por los medios: algunos señalan que la unidad, aunque deseada, todavía no tiene síntesis posible, y la interna se perfila como una batalla campal por el poder territorial bonaerense.

Más que nombres, estrategias en choque

Para Kicillof, la tarea no pasa por aferrarse al PJ tal como está, sino por proyectar una fuerza política capaz de disputar no solo las internas sino también un liderazgo peronista renovado en el escenario nacional. En 2025, el gobernador dio pasos en esa dirección con el Movimiento Derecho al Futuro (MDF), un espacio que busca articular una propuesta propia dentro del peronismo y competir tanto contra el kirchnerismo como contra otras ramas tradicionales.

La apuesta de Kicillof es clara: construir un peronismo que pueda ser atractivo para sectores desencantados con el kirchnerismo tradicional y, a la vez, ofrecer una alternativa de gobierno viable ante el avance de la agenda de Javier Milei.

Milei: el desafío que obliga a reinventarse

No es casualidad que esta interna ocurra en medio de la consolidación de La Libertad Avanza (LLA) como fuerza dominante a nivel nacional. El oficialismo libertario, tras fuertes avances en las elecciones de 2025, impulsa reformas estructurales (laborales, fiscales y estatales) que han puesto en tensión histórica a los sindicatos y al peronismo como oposición.

Ese contexto ha sido utilizado por Kicillof para subrayar la necesidad de un peronismo unido y moderno que frene lo que denomina un modelo que ataca derechos y conquistas populares —un discurso que, sin embargo, no siempre calza bien con la narrativa kirchnerista tradicional.

El riesgo de la división

El panorama es tan dramático que hasta algunos peronistas han reconocido que la debilidad interna del espacio puede haber favorecido a Milei en elecciones clave, como sucedió en la provincia de Buenos Aires con el resultado nacional de octubre pasado, en el que la LLA logró superar al peronismo en ese distrito estratégico.

Una división prolongada puede debilitar no solo al PJ sino a la oposición en su conjunto. Gobernadores peronistas incluso han optado por formas más pragmáticas de articulación política, debilitando la hegemonía del kirchnerismo y expresando una demanda de liderazgo más funcional.

La definición de marzo de 2026 será un momento clave. Si el PJ bonaerense logra salir con una conducción legitimada —sea por unidad o por competencia limpia— podrá empezar a construir un relato competitivo para enfrentar a Milei y su agenda en las elecciones nacionales de 2027. Si no, corre el riesgo de fragmentarse aún más.

En un contexto donde el peronismo necesita renovarse sin perder su identidad histórica, el desafío es enorme: encontrar un equilibrio entre la tradición kirchnerista y la modernización que propugna el kicillofismo, sin que esas tensiones internas desgasten a la fuerza política que históricamente fue motor de amplias mayorías populares.

La pregunta que queda para 2026 es brutal: ¿el PJ bonaerense está construyendo un peronismo capaz de ganarle a Milei, o solo está redibujando viejas heridas internas que volverán a pagar los de siempre?