“El radicalismo está corriendo el riesgo de dejar de existir por insignificancia. Ya está viviendo, por ejemplo en la provincia de Buenos Aires, un estado de insignificancia electoral que lo aleja de cualquier perspectiva”, afirmó Casella, al tiempo que alertó que, de persistir este escenario, “no tiene otro destino que la desaparición, y eso sería muy malo para el sistema político argentino”.
En ese marco, se refirió al reciente encuentro radical en el que se designó a Leonel Chiarella como nuevo presidente del Comité Nacional. Para Casella, la definición fue bien recibida por gran parte de la dirigencia: “La designación del actual presidente del Comité Nacional es observada con carácter positivo porque implica una renovación generacional que es imprescindible en la política argentina en su totalidad”.
Sin embargo, remarcó que el desafío es mucho más profundo que un simple recambio de nombres. “Esperamos que el presidente del Comité Nacional tenga la capacidad y la autonomía de decisión personal para reconstruir al radicalismo como partido político”, subrayó, y señaló que existe un espacio progresista que hoy no está siendo ocupado y que históricamente fue representado por la UCR.
Casella también cuestionó el rumbo general de la política argentina en las últimas décadas y vinculó esa deriva con la pérdida de identidad partidaria. “En los últimos 20 años el dinero le ganó a las ideas en la política argentina. Las ideas retrocedieron y la especulación creció. Eso nos llevó a la falta de representatividad social y a la bronca de la gente con relación a la política”, analizó. En ese sentido, consideró que una revalorización del debate de ideas resulta clave para que el radicalismo pueda recuperar un rol protagónico.
En otro tramo de la entrevista, Casella se refirió a la necesidad de avanzar en una reforma laboral, aunque dejó en claro que cualquier modificación debe tener como eje central la protección del trabajador. “Efectivamente la legislación laboral argentina debe ser modernizada. Tenemos leyes elaboradas hace más de 70 años que, si bien fueron actualizadas, siguen respondiendo a una realidad ocupacional muy distinta a la actual”, explicó.
El ex ministro señaló que el mercado de trabajo cambió radicalmente: “Antes había fábricas con miles de obreros. Hoy hay menos mano de obra industrial y nuevas formas de ocupación, desde monotributistas hasta repartidores en motocicleta, que necesitan marcos de protección adecuados. Por lo tanto, la reforma hay que hacerla”.
No obstante, fue enfático al marcar límites: “La reforma no debe perseguir el incremento de la rentabilidad empresaria. Debe modernizar las estructuras protectivas con el menor costo posible, pero siempre preservando la dignidad del trabajador”, afirmó, y criticó al actual gobierno por priorizar “la lógica del mercado por sobre la dignidad laboral”.
Casella puso especial énfasis en la situación de las pequeñas y medianas empresas, a las que definió como las principales generadoras de empleo. Señaló que juicios laborales con indemnizaciones desproporcionadas pueden llevarlas a la quiebra y propuso la creación de un régimen particular que permita compatibilizar la defensa del trabajador con la preservación de esas fuentes laborales.
Finalmente, recordó que la relación entre empleador y trabajador “siempre es desigual” y que el rol del Estado y de la ley es equilibrar esa balanza. “Lo que necesitamos es un trabajador defendido por la legislación”, concluyó, al tiempo que advirtió que sin crecimiento económico, consumo interno y un tipo de cambio que permita competir con las importaciones, será muy difícil que el empleo y la industria puedan recuperarse.