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A 80 años del 17 de octubre: Una mirada desde los trabajadores - Política del Sur

GREMIALES | 17 OCT 2025

ANALISIS

A 80 años del 17 de octubre: Una mirada desde los trabajadores

Aquella jornada, las masas rescataron a Juan Domingo Perón, dando inicio al peronismo. Con esto, se fundó el modelo sindical argentino, ambas cosas más vigentes que nunca. Cómo se analizó la jornada en esos días, quiénes sus protagonistas y cómo llega a estos días esa sublevación popular.




El 10 de octubre de 1945, el entonces coronel Juan Domingo Perón fue “relevado de sus funciones” al frente de la Secretaria de Trabajo, enfrentado con el presidente Edelmiro Farrell. El gobierno del GOU (Grupo de Oficiales Unido) se desquebrajaba, y la figura del virtual vicepresidente crecía de la mano de los enormes beneficios laborales y previsionales que impulsaba.

De hecho, ese día, una semana antes de la rebelión del 17 de octubre, Perón se retiró desde el balcón de su despacho sobre la calle Perú, ante un grupo de trabajadores que lo vitoreaban. “Venceremos en un año o venceremos en diez, pero venceremos”, anticipó. Luego llegó su detención, traslado a la isla Martín García y el crecimiento del malestar popular. Lejos de esa frase esperanzadora, en la cárcel le escribe a Evita, y le adelanta un retiro lejos de la política y el poder. Pero el pueblo trabajador no lo dejó.

La sublevación de quienes luego serían inmortalizados como “descamisados” construyó el inicio de un movimiento de masas que hasta hoy sigue generando versiones. El inicio del peronismo, con la idea-fuerza de la lealtad como eje central, suele entenderse como “kilómetro cero” del campó popular, pero de hecho se nutrió de experiencias anteriores, de organizaciones consolidadas como la propia CGT y debates que llevaban décadas. Lo que sí generó fue una nueva impronta, que en el sindicalismo fundó el modelo que todavía rige: el unicato.

La rebelión de trabajadores que luego fue configurada como Día de la Lealtad se sostiene en una tradición organizativa de la clase obrera. Luego de varias experiencias, existían tres centrales obreras consolidadas, que venía en expansión por el impulso que les daba al mundo laboral la gestión de Perón en la secretaría de Trabajo y Previsión Social.

Las divisiones llegaban a los gremios de base, y en la previa al nacimiento del peronismo se daban los llamados “sindicatos paralelos”, organizaciones que disputaban la hegemonía vigente, y crecían al calor de las conquistas. Dos ejemplos de este mecanismo que llegan a nuestro día con la UOCRA y la UOM, en los años previos.

En el primer caso, su predominio se dio porque la Federación Obrera de la Construcción era perseguirá por su ideología, mientras que la segunda se impuso por su vertiginoso crecimiento: Mientras en 1943 tenía 20 mil afiliados, en 1946 ostentaba 100 mil.

Estos ejemplos muestran que el movimiento obrera estaba en pleno crecimiento antes del 17 de octubre, y que esa fortaleza fue uno de los impulsos de la consolidación de esta experiencia política, sindical y e incluso cultural. Un dato que habla de esta fortaleza es que un año antes de la jornada histórica, el17 de octubre de 1944, se sancionaba el Estatuto del Peón, la medida más revolucionaria del secretario de Trabajo, que no sólo saldó una deuda de décadas con los trabajadores rurales, desde aquella Patagonia trágica, y generó la enemistad inmortal de los dueños de la tierra.

La postal histórica de obreros y las “patas mojadas” en Plaza de Mayo suele ser tan potente que resume cómo los olvidados de la historia se metieron en la capital del país,  en el centro del poder, para defender a su líder. Pero también tapa que la rebelión del 17 de octubre fue una movida federal.

En otras ciudades, como Rosario y San Miguel de Tucumán, hubo manifestaciones similares. En la provincia de Córdoba se concentraron en el local de la Federación Obrera y recorrieron las calles del centro. El motor de la movida estuvo en el Gran Buenos Aires, desde donde marcharon las masas, ante el paro nacional que se lanzó un día antes.

El historiador Daniel James cuenta en su libro El peronismo y la clase trabajadora que en La Plata y sus alrededores “los trabajadores venían manifestándose desde antes del 17, día en que se llevaron a cabo piquetes tanto en fábricas de Berisso como en accesos a la ciudad, las escuelas estuvieron cerradas y no hubo medios de transporte”.

De hecho, los trabajadores de los frigoríficos se opusieron al levantamiento del paro general cuando liberaron a Perón, y rompieron con la unidad que se comenzaba a dar en torno a la CGT. Así, crearon una estructura propia que llegó a tener 15 mil afiliados.

Algo similar sucedió en la capital cordobesa, donde el 18 de octubre 5 mil trabajadores se mantuvieron movilizados, reclamando. “No querían irse; durante la madrugada recorrieron las calles y atacaron varias instituciones y medios de comunicación, como los diarios La Voz y Córdoba”, comentó el historiador cordobés Roberto Ferrero sobre esa “rebelión de la rebelión”. Estos focos se fueron calmando, y dieron paso a la construcción del espacio que en febrero del 46 diera el triunfo electoral.

Esta situación, generada en lugares donde las ideas de izquierda y comunistas tenían un fuerte peso, generó una lectura conservadora del 17 de octubre y la posterior construcción del peronismo. “Es perfectamente evidente que el 17 de octubre no fue, ni por sus fines ni por sus medios, ni por sus resultados, un movimiento obrero revolucionario, es decir, un movimiento que busca y/o logra de hecho un cambio en la estructura de poder, substituyendo el poder de la burguesía por un poder obrero”, escribió Milcíades Peña en un tratado de 1964 sobre aquella jornada.

Peña, uno de los más destacados marxistas argentinos, asume una serie de críticas al peronismo desde una visión de “lucha de clases”, y descree del carácter revolucionario de la gesta. Si bien su posición es de enfrentamiento, en beneficio de Peña hay que decir que no adoptó una posición antiperonista irracional, como buena parte de la izquierda, como el Grupo Obrero Marxista, que declaró, sin atenuantes, que “el 17 de octubre es uno de los tantos golpes de cuartel”.

Sin embargo, Juan Carlos Giuliani, dirigente de la CTA Autónoma y periodista, tiene una mirada distinta. Para el referente, el17 de octubre “fue un levantamiento nacional, una rebelión popular con una masiva movilización de los trabajadores”. Además, lo considera el resultado del conflicto social de clases que preside las luchas históricas, pasadas y futuras”. Si la presidencia de Hipólito Yrigoyen dio legitimidad a los sectores medios para participar de la vida política, el 17 de octubre y el peronismo lo hizo para los trabajadores.

Lo que no está en discusión es el impacto que el peronismo tuvo en la clase trabajadores y sus condiciones de vida. Revolucionario o no, lo que generó en términos de bienestar es inocultable. Tal vez por eso a la izquierda le cuesta demasiado parase ante esta discusión, y termina rozando argumentos “gorilas”.

Lo cierto es que en ese primer gobierno se crearon industrias livianas para dar trabajo y crear un shock distributivo y de consumo de manera urgente y se fortalecieron las industrias pesadas para alimentar la materia prima de las anteriores. Se nacionalizaron los servicios para generar puestos de empleo genuinos, como ferrocarriles, gas, teléfono, usinas eléctricas y flota fluvial. 

Durante ese período, el componente salarial del ingreso nacional (53 por ciento) superó, por primera vez en la historia, a la retribución obtenida en concepto de ganancias, intereses y renta de la tierra (47) y hacia 1947, por primera vez, la industria manufacturera participaba en la formación del Producto Bruto Interno (PBI) con un porcentaje superior (22,8) al de la agrícologanadera (20,1).

Sólo durante el primer plan quinquenal (1946 - 1951) se construyeron 350 mil viviendas para empleados y obreros en toda la República. Ya en el segundo plan quinquenal, hasta 1955, se construyeron otras 150 mil y más de 10 millones de trabajadores recibían aguinaldo.

Este cambio radical del país unificó a los gremios, que consolidaron la CGT como la central dominante, y el unicato como el modelo a seguir. La idea de “un sindicato por rama” se mantiene hasta hoy, a través de una ley que sufrió varios fallos contrarios. Menos técnico, el sentimiento generado trasciende generaciones, y pude resumirse en una bandera, que en la sede de Azopardo, custodia su entrega: “Los sindicatos son de Perón”.