Antes de analizar el discurso presidencial resulta procedente reflexionar sobre una evidente contradicción personal. Milei admira a EEUU y a Israel, cuyos líderes visitados (Trump y Netanyahu) son fervorosos nacionalistas (Trump es además hiperindustrialista), y ambos defienden con todo su arsenal retórico y material, los intereses de sus respectivos países. Sin embargo, Milei expresa en su discurso y en sus propuestas a la Nación, una liberalidad extrema, ideológicamente opuesta a la de aquellos dos líderes. ¿Si se supone que la Patria que dice defender Milei, es la Argentina (y no debería haber dudas al respecto) porque no aplica aquí (y ahora) todo aquello que dice admirar? Sería interesante escuchar alguna reflexión libertaria a estos interrogantes. Si aplicara todo su accionar, teórico y práctico, con propuestas nacionalistas e industrialistas, es muy probable que vería facilitada toda su gobernabilidad. Pero no parece estar en sus genes, ideológicamente libertarios. Un mesianismo contradictorio.
Lanzando el Acuerdo de Mayo, el presidente Milei ha realizado una maniobra táctica para impulsar su proyecto personal dirigiéndose por cadena nacional a una parte importante de la audiencia popular mediante un manejo muy profesional de la comunicación pública. Tiene dos objetivos claros: primero ganar tiempo luego de dos derrotas; en el Parlamento (retiro de la Ley Ómnibus o de Bases) y en el debate por la coparticipación con el gobernador Ignacio Torres, de Chubut, que recibió el respaldo de casi todos sus colegas. Segundo, intentar ampliar su “staff” político propio, dividiendo a todos los demás espacios políticos, sosteniendo, comunicacionalmente, una nueva grieta entre los que quieren “el cambio” (liderado exclusivamente por él), con los que se oponen a ello (la vieja política). Propuesta en blanco o negro, sin matices. Pero para entrar en el “Acuerdo”, primero hay que hacer un acto de sumisión, votando a libro cerrado una nueva “Ley Ómnibus 2.0”. Para “ayudar” a transitar esa vía enarbola el garrote del no envío de fondos de la coparticipación federal (¿qué dirá la Suprema Corte al respecto?).
Si la real intención fuese el diálogo acuerdista, el orden lógico sería primero debatir el “Pacto de Mayo” y a partir de sus conclusiones, aprobar las leyes correspondientes. Pero su propuesta es inversa, porque su objetivo enmascarado sería el de obtener los “poderes delegados del Congreso” para imponer, a posteriori, y sin impedimentos parlamentarios, sus tesis libertarias que podrían modificar la arquitectura política, jurídica, económica y social de la Argentina. Esta lógica política no entra en el mundo mileísta, que sólo le interesa operar sobre las emociones populares, para lo cual construye políticamente sobre la comunicación social, operando principalmente con las redes. Mal no le ha ido en la campaña política y aún se sostiene bastante. Veremos si funciona en los meses siguientes, después del golpe inflacionario y el violento recorte del presupuesto para los barrios populares, que deja el territorio libre a los narcos; el desfinanciamiento a las universidades, o la desregulación del precio de las prepagas, entre otras medidas recesivas.
El modelo de recesión + alta inflación está en dudas, las que fueron alertadas hasta por el propio FMI, que indicó que hacen faltan enfoques más pragmáticos, con leyes aprobadas por el Congreso para permitir la sostenibilidad de los cambios propuestos. El no admitido “giro dialoguista” es consecuencia de esas severas recomendaciones.
El primer objetivo de la cacería divisoria del león son las gacelas del PRO, donde algunos de sus integrantes son claros exponentes de la vieja casta (Bullrich) más otros que también estarán gustosos de ser “devorados” por el mileísmo. Pero también habrá algunos radicales y peronistas dispuestos a dar ese paso para intentar “purificarse” dentro de una nueva casta, una vez reciclados por el Mesías. El eterno Scioli es un buen ejemplo. El poder económico ve con buenos ojos la propuesta libertaria, porque entiende, como Giuseppe Tomasi di Lampedusa (El Gatopardo) que “algo debe cambiar para que nada cambie”. Ya lo vimos antes.
No hay duda que el “espíritu de esta época” (el Zeitgeist) es el cambio, debido a que los gobiernos anteriores han gobernado mal y, en algunos casos obscenamente, siendo tolerados por el conjunto de la política. Una inmensa mayoría popular está de acuerdo en que es necesario domar la inflación, racionalizar el estado, extirpar la corrupción y las cajas oscuras o prebendas de la política, pero el gobierno nada ha indicado en su decálogo sobre combatir al crimen organizado, el sostenimiento de las pymes industriales, el empleo, la educación, la salud, la pobreza, o una política exterior soberana. No habló de un plan de desarrollo productivo ni hizo ninguna referencia a la recomposición de los ingresos, que finalmente generan recaudación impositiva. Hablan demasiado poco de industria, empleo y desarrollo tecnológico. Casi que lo ignoran; no deben estar en sus planes futuros. Toda la propuesta libertaria es muy básica o elemental; repite recetas ya fracasadas, (Martínez de Hoz y Cavallo), y ni hasta Washington les ha pedido que traigan una nueva versión del antiguo Consenso de Washington. Su planteo no constituye un modelo de desarrollo, un proyecto nacional que supere la decadencia actual, generada sin duda por los últimos gobiernos que sólo han administrado la crisis y cuyos funcionarios se han vuelto inmensamente ricos.
Analicemos su propuesta. Todos deberíamos estar de acuerdo en: la búsqueda de un equilibrio fiscal, pero sin matar a jubilados o a los trabajadores o pymes; reducir el gasto público a niveles históricos, en torno al 25% del PBI; una reforma tributaria que reduzca la presión impositiva, simplifique la vida de los argentinos y no permita los excesos de los juicios laborales (algo ya hizo la Suprema Corte). Sin embargo, “la rediscusión de la coparticipación federal de impuestos para terminar para siempre con el modelo extorsivo actual”, no es sencillo de lograr porque requiere el 100% de aprobación de las provincias; otro clima político sería necesario para tratarlo. “Un compromiso de las provincias de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país”, parece un objetivo central del modelo de exportaciones primarias del modelo libertario, con pocos ricos y muchos pobres, haciendo servicios de bajo valor agregado. Los temas sociales, como “una reforma laboral moderna que promueva el trabajo formal y una reforma previsional que le dé sustentabilidad al sistema, respete a quienes aportaron y permita, a quienes prefieran, suscribirse a un sistema privado de jubilación” es aceptable en la medida que se discuta entre todos, incluyendo los sindicatos, dado que la mayoría de ellos saben que hay que aceptar nuevas modalidades de trabajo y contratación, pero seguramente exijan que les garanticen un modelo de desarrollo con crecimiento, con más tecnología y mejores salarios. Las AFJP han sido una experiencia fallida solo favorable al sistema financiero. En relación a “una reforma política estructural que modifique el sistema actual y vuelva a alinear los intereses de los representantes y los representados”, es un tema abierto que necesita actualización cuantitativa y cualitativa, pero no por la propuesta libertaria de la representación por distrito único. Finalmente, “la apertura al comercio internacional, de manera que la Argentina vuelva a ser una protagonista del mercado global”, propone un modelo económico existente a inicios del 1900; abrir nuestros mercados al mundo y exportar productos primarios (ese sería nuestro “protagonismo”); así nos desindustrializaríamos aún más y habría menos empleo de cierto valor agregado.
Prospectiva política
Desde el punto de vista mediático, Milei ha logrado el éxito de ocupar el centro del escenario, adueñándose de la agenda del debate público. Las encuestas indican que, pese a una inflación altísima y recortes brutales de salarios y jubilaciones, su respaldo no ha cedido demasiado. Si bien muchos gobernadores aceptaron el reto de debatir el “acuerdo” (no se sabe aún si es político o económico), la mayoría de ellos quiere ver la letra chica e incorporar otros temas a lo propuesto. No habrá adhesión sin discusión: el gobernador Sergio Ziliotto, “El diálogo es la base de la política. Pero el diálogo se construye a partir del respeto. Y los acuerdos devienen del consenso, no de la imposición”. El gobernador Martín Llaryora “Mayo queda muy lejos”. Debe tenerse en cuenta que desde marzo la agenda del Congreso la manejan los diputados y senadores y no el Poder Ejecutivo. Podrían restablecer por mayoría el Fondo Nacional de Incentivo Docente, entre otros. Se inicia una tregua incierta.
Prospectiva económica
El precio de la soja se derrumbó y lo que entre por la cosecha gruesa será sensiblemente inferior a lo proyectado. La falta estructural de dólares es percibida por el mercado que no se come la curva de las notas periodísticas que destacan una suba de reservas, en gran parte sostenida por el freno total a las importaciones, que continúa. Por otro lado no es razonable poder seguir eternamente con este nivel de ajuste y una inflación de dos dígitos. La salida del cepo o entrar en un régimen bimonetario necesita un colchón de dólares. El FMI dispone de unos 10.000 M del convenio con Macri, pero condiciona su entrega a “acuerdos” de largo plazo, porque la ley actual no permite la solo firma del presidente para tomar más deuda externa y la ley exige mejorar la tasa o estirar los plazos. Peleándose abiertamente con el “Nido de Ratas”, parece poco posible conseguirlo. Por ello la “ley ómnibus” incluyó un artículo que deroga esa ley, permitiendo al ejecutivo tomar deuda sin pasar por el Congreso. Ese es el verdadero fin de imponer primero la aprobación de la “ley ómnibus” antes de liberarle los fondos a los gobernadores. Una encerrona compleja y difícil, pero no imposible, de transitar.
Un proyecto verdaderamente nacional necesariamente debe ser consensuado para tener masa crítica para ser implementado y que debe tener algunas premisas básicas absolutamente necesarias, que se contradicen con el nudo central del pensamiento gubernamental: privilegiar el mercado por encima de la sociedad civil, al consumidor como más importante que el ciudadano, es decir no se puede ignorar la existencia del Estado, como ordenador del rumbo. Tampoco se puede sustituir la Política exclusivamente por la comunicación social, propio de una democracia de baja intensidad. Estas “ausencias” del relato agregan dudas e incertidumbres.
CONCLUSIÓN
El partido decisorio se juega en forma contrapuesta simultáneamente en el campo mediático y en el campo socio económico. Los gobernadores y demás políticos jugarán de acuerdo a la evaluación que hagan entre el facilismo de recibir un rápido cash para sus provincias (sumisión) o si el ajuste será percibido (entre sus votantes) como proveniente de las políticas nacionales (en ese caso habrá rebeldía y resistencia) o proveniente de falencia políticas provinciales. La sumisión tiene precios variables; algunos pedirán mucho y eso complica la estrategia de lograr el déficit cero nacional. Un actor internacional (FMI) ya ha dado su opinión, y los inversores externos estarán atentos a su opinión final. Nada se moverá hasta entonces. Si gana mayoritariamente la sumisión hay mileismo para rato y el proyecto de producción primaria prevalecerá. Si por el contrario prevalece la rebeldía y el debate más profundo, el peligro es volver a entrar en la grieta del empate hegemónico paralizante. Sin embargo, una nueva camada de liderazgos más jóvenes en el peronismo, en el radicalismo y también en el PRO (Torres ya es uno de ellos), terminarán determinando si alumbraremos un proyecto nacional consensuado o seguiremos en decadencia.