Se puede aventurar que oficialmente la campaña del recauchutado Unión por la Patria comenzó el domingo 9 de julio en Salliqueló con la inauguración del primer tramo del neurálgico Gasoducto Néstor Kirchner.
Más que nada porque se logró una forzada foto de unidad entre los principales socios políticos de la flamante coalición donde la vicepresidenta Cristina Kirchner volvió a imprimirle su impronta al acto manifestando un estentóreo espaldarazo al ministro candidato Sergio Massa.
La ex presidenta afirmó la valía del tigrense por dedicarse full time a sus labores como Ministro sin minimizar la fuerza y empuje que pone más allá de los resultados: una piedra al jardín de un desdibujado Alberto Fernández que solo decoraba una escena incómoda para el trío.
En rigor, la jugada del kirchnerismo pasa por alinear a la tropa propia detrás de la candidatura de Sergio Massa y para eso el Ministro comenzó, en rigor de la contienda interna, a ensayar un discurso rústico cuestionando al FMI y buscando fundamentalmente romper el hielo de la desconfianza que la militancia camporista aún tiene con él y que amenaza con hacer sentir el descontento en la interna apoyando a Juan Grabois.
En busca de romper esa resistencia, en los próximos días veremos a un Massa provisto de un discurso de barricada despotricando contra la derecha, más cercano a la épica kirchnerista que a la moderación que venía ensayando antes de su consagración como candidato.
Cristina intentó mostrarlo al Ministro como un dirigente activo, un gestionador en desmedro de un Alberto Fernández a quien el kirchnerismo le soltó la mano luego de la debacle electoral en los comicios de medio término.
El oficialismo cuanta con la desventaja del desgaste gubernamental, una inflación alta que se entremezcla con una incipiente recesión podría trastocar los planes de Sergio Massa.
A este panorama, hay que agregarle el desinfle en las encuestas de Javier Milei lo cual puede desencadenar un éxodo de los votos del libertario hacia el campamento de Patricia Bullrich.
En ese sentido, pueden encasillarse quizás las acidas críticas al unísono que despotricaron contra la Piba tanto Massa como Larreta.
El titular de Economía concentra por estos días los cañones verbales sobre la figura de la ex ministra de seguridad que ostenta un discurso disruptivo que aspira a capitalizar a los desencantados con Milei.
El oficialismo encuentra placidez al rivalizar con alguien situado a la derecha del escenario ideológico, se siente más a sus anchas y dotado de distintos recursos dialécticos como los que llevó adelante durante el gobierno de Mauricio Macri: en una contienda de esa especie le será más sencillo al Ministro de Economía encauzar definitivamente a los retardatarios del kirchnerismo duro.
Massa batirá el parche durante las próximas jornadas con una fuerte ponderación al rol del Estado como impulsor de las grandes obras de infraestructura ante un deshumanizado mercado, al tiempo que no se cansará de avanzar en inauguraciones y anuncios efectistas hasta que la ley electoral le ponga límites el próximo 18 de julio.
El peronismo sabe que tiene una base nacional con piso del 30% y que eso le servirá con creces para llegar a un ballotage, pero lo que enciende las alertas es que la caída de Milei conlleva la posibilidad de que se presente el escenario de una elección que tienda a polarizarse en primera vuelta y pueda adquirir protagonismo un voto útil antigobierno que termine de definir la cuestión el 22 de octubre.
Pero más allá de esas conjeturas, hoy Massa piensa más en la contienda interna por lo que necesita endurecer su discurso y vaciar a Grabois de apoyo: sería traumático para el Ministro que el dirigente social le escamotease más de cinco puntos.
En ese menester, consiguió en las últimas horas que dos dirigentes sociales que a la vez son funcionarios de Alberto Fernández le ratifiquen su apoyo: los popes del Movimiento Evita Emilio Pérsico y Fernando Chino Navarro besaron el anillo del titular de Economía.
La apuesta de socavar la candidatura de Grabois es más que elocuente. Massa necesita de un triunfo contundente el 13 de agosto para despejar las dudas, doblegar a los díscolos y lograr sumarlos aunque sea a regañadientes tras su postulación.
También la CGT se ha alineado tras la candidatura del tigrense. Al pleno de los Gordos que ya habían hecho explicito su apoyo a Massa se sumaron quienes había sostenido en primera instancia la candidatura de Eduardo Wado de Pedro: Luis Barrionuevo y Pablo Moyano.
La provincia de Buenos Aires constituye una meca para el kirchnerismo por lo que se descuenta que pondrá allí toda la carne en el asador para retener con un propio como Axel Kicillof ese crucial distrito.
Hay un temor que embarga al kirchnerismo que también profundiza la estrategia de repliegue hacia Buenos Aires: qué actitud podría tomar Sergio Massa si ganara eventualmente la presidencia.
La posibilidad de que el Ministro candidato pueda distanciarse de Cristina una vez en el sillón de Rivadavia es una de las hipótesis que manejan cerca de la Vicepresidenta.
De hecho, la titular del Senado Nacional parece haber tomado nota de esa situación y en esa línea, si bien debió capitular por la presión de intendentes y gobernadores con la candidatura de de Pedro, colonizó las listas seccionales bonaerenses y buena parte de la boleta de diputados nacionales lo que le granjeará un bloque de leales que la mantendrá indefectiblemente en el candelero político.
De todos modos, Cristina tiene a mano un antídoto para preservarse como protagonista en caso de sufrir las desventuras del alejamiento del poder: desempolvar el sello de Unidad Ciudadana ante un peronismo que pueda volvérsele más álgido y comience a disciplinarse ante otro líder.