viernes 29 de marzo de 2024 - Edición Nº1941

Nación | 18 nov 2019

21.09.1993 - 26 AÑOS - 21.09.2019

Informe económico - Noviembre de 2019: La desigualdad en el mundo

El libro de Branko Milanovic titulado “Desigualdad mundial. Un nuevo enfoque para la era de la globalización” (2018), desnuda un problema que está inmerso en la totalidad de los países. Hoy la desigualdad es un problema no sólo interno de cada país, sino un problema mundial que toma dimensión a través de la globalización y del comercio mundial.


Por: Dra. Mabel Stella y Dr. Juan Carlos Vacarezza - Fundación Buenos Aires XXI

Normalmente se piensa en la desigualdad de ingresos, dentro de los límites de cada país, pero esto ya no es un fenómeno nacional, sino que es de carácter mundial. La posibilidad de obtener información sobre las posibilidades económicas de otros pueblos en las distintas partes del mundo hace que se utilicen ciertos métodos para renegociar los salarios o ingresos con nuestros jefes de Estados.

 

                                                                                                

 

Para estudiar este fenómeno a nivel mundial, puede establecerse una investigación profunda y con datos de cada país, y en el transcurso de un cuarto de siglo puede observarse que el mundo se modificó muchas veces y los cambios marcaron esa desigualdad.

 

La Revolución Industrial llevó al crecimiento de Europa y Estados Unidos. Ese crecimiento operó sobre los ingresos de los pueblos y también en forma contraria, a través del comercio mundial, causó dependencia de la compra de importaciones de otros países destruyendo sus propios espacios de producción.

 

Más recientemente, a partir de la profundización de la globalización y mediante las mejores condiciones laborales para las empresas, surge el crecimiento en los países asiáticos, teniendo un gran impacto en la reducción de la desigualdad mundial.

 

En el año 1988, con la caída del muro de Berlín, las economías se integraron al sistema económico mundial, lo cual permitió la mejor recolección de datos para mostrar la realidad con respecto a la desigualdad mundial.

 

La disponibilidad de datos sólo se tiene desde la última década. De todos modos, por la simple observación del fenómeno mundial de la globalización, podemos inferir que los últimos 25 años nos permiten ver las modificaciones del mundo a través de la desigualdad mundial, reflejando los cambios políticos y económicos, declives o resurgimientos económicos del mundo.

 

 

Globalización

 

Las ganancias de la globalización no se distribuyeron equitativamente. Por el contrario, hay grupos concentrados que se quedaron con la mayor parte de las ganancias en las últimas décadas.

 

Las ganancias de los ingresos que están en el percentil 50 representado por el (punto 79) fueron mayores que las ganancias del 1% más rico del mundo representado por el (punto 60) de la tabla, mientras que la clase media baja de los países más ricos sólo queda representada entre el 0 y el 5 del borde más bajo del gráfico.

 

Se muestra el ingreso real en 20 años de alta globalización entre 1988 y 2008: la gran integración de China con 1.000 millones de habitantes, la economía con su nueva planificación de la Unión Soviética y Europa del Este, y hasta podríamos incluir a la India, que con sus reformas de 1990 se integra al mundo.

 

Este período estuvo acompañado por una revolución en las comunicaciones, lo cual permite a las empresas instalar fábricas en distintos países del mundo, y eso no sólo aventaja en sus costos mejorando la producción, sino que también abre puestos de trabajo en distintos países mejorando la desocupación en países de gran oferta laboral.

 

Se dio, entonces, esta doble coincidencia: mercados periféricos dispuestos a abrirse y países del centro que pueden contratar mano de obra en países periféricos in situ. Las ganancias se distribuyeron de manera desigual, por ello muchos no ganaron nada en absoluto.

 

 

Quiénes se beneficiaron de la globalización

 

Nueve de cada diez personas pertenecen a economías de los países asiáticos emergentes, principalmente de China, India, Tailandia, Vietnam e Indonesia. No son los más ricos, porque los ricos están en una posición más alta de la distribución del ingreso mundial. Son las personas que están en medio de la distribución de su propio país.

 

Por ejemplo, el ingreso per cápita de los dos deciles de la parte media (quinto y sexto) en la China urbana y rural se multiplicó por 3 y por 2,2 respectivamente entre 1988 y 2008. Estos grupos fueron “los ganadores de la globalización”.

 

En Vietnam y Tailandia, donde la población no se divide en urbana y rural, los ingresos reales medios crecieron más del doble.

 

En Indonesia, los salarios urbanos se duplicaron y los salarios rurales aumentaron 80%. A estos sectores los llamamos “la clase media emergente del mundo”, los cuales no pueden compararse con las clases medias de los países desarrollados, porque son más pobres y tienen una deficiencia también en su educación.

 

El 1% más rico del mundo pertenece al 12% de los estadounidenses, y el crecimiento de sus ingresos se hizo más lento o se detuvo debido a la crisis financiera. Esto obedece a dos razones: en principio, la clase más alta del mundo se concentró aún más, y por otra parte, los ingresos medios y medianos siguieron creciendo a nivel mundial.

 

 

En Argentina

 

Es más que llamativo que una de las personas más ricas de Argentina, el señor Paolo Rocca, con una fortuna de miles de millones de dólares y que forma parte del pequeñísimo grupo que se ha beneficiado de la inequidad y concentración de la riqueza que impera aquí y en el mundo, haya invitado a brindar una conferencia a un académico con una visión de izquierda como el serbio Branko Milanovic.

 

Lo peculiar se entiende si se tiene en cuenta que el Boletín Techint se ha caracterizado en sus 60 años de vida por publicar muy buenos ensayos y con criterio pluralista. Guillermo Hang, el director ejecutivo de la revista, sostuvo que “la creciente desigualdad constituye un peligro para el capitalismo democrático”.

 

Milanovic comenzó la conferencia mostrando que en los últimos años la desigualdad de ingresos entre las personas en el mundo entero no ha aumentado, sino que ha disminuido. La explicación es que el impresionante incremento en los ingresos de China y otros países de enorme población, como India e Indonesia, hizo emerger una gran clase media mundial. Él lo denomina “el rebalanceo del mundo”.

 

Pero de inmediato aclaró un punto central: la desigualdad mundial ha caído, pero la desigualdad en el interior de los países ha aumentado, y mucho, tanto si se mide por ingresos como por patrimonio. “Lo políticamente clave es que las personas perciben la desigualdad en sus países”, explicó.

 

La concentración del ingreso reforzará el poder político de los ricos, y eso hará que los cambios a favor de los pobres en política tributaria, en el financiamiento de la educación pública y en el gasto en infraestructura, resulte menos probable.

 

Agregó: “Si los individuos se preocupan más acerca de su posición relativa en donde viven que lo que pasa en China o en el mundo entero, esa percepción acerca de la creciente desigualdad neutraliza las ventajas de la caída en la desigualdad global. Y eso cobra preponderancia política.”

 

Propone que el acceso a la educación sea “significativamente igualitario”. Eso quiere decir que no debe haber escuelas para ricos y otras para pobres, sino que cualquiera pueda elegir donde estudiar, independientemente de su condición social.

 

Aun cuando entre los 7.500 millones de habitantes de la Tierra hay menos diferencia que antes, Milanovic aportó datos que revelan que de todas maneras la desigualdad es obscena.

 

Medido por ingresos:

– 7 por ciento de gente en el mundo vive en condiciones promedio como hace dos siglos.

– 45 por ciento como hace un siglo.

– 33 por ciento como hace 150 años.

– Sólo un 15 por ciento goza del nivel de vida promedio que hoy tiene la humanidad.

 

En el libro citado, el economista serbio se explaya sobre las causas del fenómeno, que a la vez se potenciarán si la política no introduce cambios en el capitalismo.

– “Los ingresos de capital están y seguirán estando muy concentrados.”

– “Aquellos que obtengan altos ingresos de capital y del trabajo serán las mismas personas, lo que exacerbará la desigualdad.”

– “Los individuos altamente especializados y ricos en capital y en trabajo tenderán a casarse entre sí.”

 

 

Para agregar otras opiniones

 

Autor del libro El gran escape, el británico Angus Deaton es uno de los mayores expertos en economía del bienestar, salud y pobreza a nivel mundial. Distinguido por el uso innovador del análisis de datos de hogares para establecer relaciones entre los comportamientos humanos individuales y procesos sociales, su trabajo se basa en datos del mundo real para contribuir con el pensamiento económico a gran escala.

 

Dijo en una conferencia que “los patrones históricos que moldean a los países en desarrollo indican que la desigualdad de ingresos es a menudo una consecuencia del progreso” y que “los avances en medicina y tecnología que promueven la vida saludable y permiten escapar de la indigencia son negados a aquellos que no pueden pagarlos. Esto inhibe la movilidad ascendente y amplía la brecha entre hogares ricos y pobres”.

 

Para reafirmar estas investigaciones, vamos a agregar una investigación del Observatorio de la Universidad Católica Argentina, donde se da a conocer el estado de la pobreza en nuestro país.

 

Se presentó recientemente un informe en el que se estimó que 63,4% de los niños/as de entre 0 y 17 años se encontraba en 2018 privado en el ejercicio de al menos un derecho fundamental, en el espacio de la vivienda, saneamiento, salud, estimulación, educación, información, y/o alimentación (Tuñón y Poy, 2019).

 

Cabe también recordar que 18,9% de esta población experimenta privaciones graves e inaceptables en un país que adhiere a la normativa internacional y ha sabido construir una amplia jurisprudencia en el campo de los derechos de las niñas, niños y adolescentes.

 

Una de las políticas públicas más importantes orientadas a la infancia, la Asignación Universal por Hijo (AUH), ha cumplido diez años. Se trata de una transferencia de ingresos que ha alcanzado una extensa cobertura sobre los sectores sociales más precarizados e informales en su relación con el mercado de trabajo y que ha procurado alcanzar un mínimo de equidad en relación con pares, hijos de trabajadores formales.

 

A pesar de ello, esta transferencia de ingresos se torna claramente insuficiente para evitar el incremento de la pobreza infantil en el contexto de una economía que no crece, recesiva, estancada en su capacidad de crear empleos y con una sostenida y creciente inflación.

 

En este sentido, es importante señalar que hasta el 2017 se conjeturaba que dicha transferencia tenía la capacidad de evitar el aumento de la indigencia alimentaria. Sin embargo, en el último período interanual, dicha hipótesis dejó de ser plausible. No sólo se registra un incremento de la indigencia en la infancia de 3,3 p.p. -según el último reporte oficial (INDEC, 2018 y 2019)-, sino que otros indicadores directos de pobreza extrema como la inseguridad alimentaria también registraron un incremento muy significativo entre 2017 y 2018.

 

Según registros propios, el riesgo alimentario extremo en la infancia pasó de 9,6% al 13% en el último período interanual, y ello ocurrió pese a la actualización del valor de la AUH y la ampliación de la cobertura alimentaria en comedores escolares y comunitarios, que entre 2016 y 2017 se elevó en 5,2 p.p., llegando a 36,1% de la infancia en 2017 y 36,6% en 2018 (Tuñón y Poy, 2018).

 

En resumen, la actual situación de crisis socioeconómica una vez más está golpeando con especial crudeza a niños, niñas y adolescentes. Es claro que la vida de los niños/as y adolescentes se ve limitada por las condiciones económicas de sus hogares y la situación socio ocupacional de los adultos de referencia, pero también transcurre y se desarrolla en relación con ciertas estructuras de oportunidades en el espacio de la educación, de la atención de la salud y en procesos de cuidado, crianza y socialización primaria en los hogares y a medida que crecen en la escuela, barrio u otros contextos secundarios.

 

Con este aporte podemos saber cuál va a ser el destino de una parte de nuestra población si no tomamos cartas en el asunto y no comenzamos a instalar la idea de no inundar de subsidios escasos sin tener un plan de reemplazo con ingreso al sistema de trabajo para que la producción nos entregue su resultado y eso se transforme en progreso para un país con esta gran deuda social.

 

 

Según la Cepal, en su informe “La ineficiencia de la desigualdad”

 

“La igualdad” es una condición necesaria para maximizar la eficiencia dinámica de la economía al crear un ambiente institucional, de políticas y de esfuerzos que prioriza la innovación y la construcción de capacidades.

 

Desde esta perspectiva, la igualdad es más relevante en la actualidad que en el pasado, debido al impacto de la revolución tecnológica, que torna a la construcción de capacidades y el cierre de brechas en una tarea más urgente y necesaria.

 

Esa premura se acentúa por la insostenibilidad del actual patrón de crecimiento, que obliga a aprovechar la revolución tecnológica en favor de la transformación de la matriz energética y dirigir los procesos productivos hacia sendas bajas en carbono, preservando el medio ambiente y sus servicios productivos para las próximas generaciones.

 

Esta mirada al papel de la igualdad desde el lado de la oferta contribuye a viabilizar sus efectos positivos sobre la demanda efectiva. Es más probable que la distribución del ingreso ayude a la expansión de la demanda en un país cuya estructura productiva es más diversificada y competitiva.

 

La igualdad, al favorecer la difusión de tecnologías y el aumento de la productividad, contribuye a esa diversificación. Así, se complementa la tradicional visión keynesiana sobre distribución y demanda efectiva con la mirada schumpeteriana sobre igualdad, innovación y capacidades.

 

Por estas definiciones se afirma que la desigualdad es ineficiente.

 

 

La desigualdad de acceso a la educación y a la salud reduce las capacidades y las oportunidades

 

Las desigualdades de acceso a la educación y la salud, al reducir las capacidades y las oportunidades, comprometen la innovación y los aumentos de productividad. Cuando una persona abandona sus estudios antes de terminar la educación primaria o secundaria, su potencial productivo se resiente por el resto de su vida activa. El menor salario que recibirá, ceteris paribus, con respecto a trabajadores con más años de educación formal, es un indicador de la pérdida de productividad y bienestar que conlleva ese abandono.

 

La magnitud de esta pérdida es muy elevada a lo largo del tiempo. El costo para la sociedad no se agota en la pérdida futura de ingresos de la persona que no continúa sus estudios, ya que hay externalidades positivas asociadas a la interacción entre personas con alto nivel de educación.

 

En otras palabras, el beneficio social de la inversión en educación va más allá del beneficio privado. Cuando la desigualdad impide el acceso a la educación, sus efectos no son localizados, sino que además se difunden, afectando el conjunto del sistema económico.

 

En sociedades muy desiguales, la decisión de abandonar en forma temprana los estudios no refleja únicamente diferencias de talento o esfuerzo, sino también menores oportunidades de acceso a la educación -por ejemplo, la falta de financiamiento, la escasa oferta de centros de enseñanza de calidad en el barrio o región geográfica o la necesidad de ingresar tempranamente en el mercado laboral-.

 

La correlación entre el nivel educativo alcanzado por padres e hijos a lo largo de varias generaciones es una expresión de esa desigualdad: es mucho más alta en economías desiguales, como las de América Latina y el Caribe, que en sociedades más igualitarias. Si la sociedad ofreciera las mismas oportunidades de acceso a la educación en el punto de partida, no habría motivos para esta correlación.

 

La desigualdad en materia de educación es una correa de transmisión intergeneracional de la desigualdad de capacidades y oportunidades, y un mecanismo clave que perpetúa la baja productividad.

 

 

FUENTE:

--Branko Milanovic, Desigualdad mundial. Un nuevo enfoque para la era de la globalización, FCE (Fondo de Cultura Económica), México 2018.

--Marcelo Zlotogwiazda, “Uno de los máximos críticos de la desigualdad mundial vino al país invitado por uno de los cinco empresarios más ricos de la Argentina”, publicado el 23 de agosto de 2019, en Infobae.

--Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), La Ineficiencia de la desigualdad, 2018 (LC/SES.37/3-P), Santiago, 2018.

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