Por: Diego Lanese

Como en aquellos agitados días del año 2000, cuando se despidieron a más de cien empleados, incluidos todos los integrantes de la Comisión Interna, hoy la redacción del diario Clarín amaneció vallada y fuertemente custodiada por policías. Sobre la calle Tacuarí, una reja evitaba el ingreso del personal, que debía dar su nombre. Si no figuraba en la lista, podía pasar a su puesto laboral, pero si estaba, debía retirarse: lo habían despedido. Así los más de 50 cesanteados del mayor grupo de medios del país se enteraron de su situación.

 

La noticia de los despidos en el matutino movilizó a los delegados internos y al gremio de prensa Sipreba, que al mediodía realizaron un acto y una asamblea para rechazar la iniciativa. Además, decretaron un paro hasta las cero horas de ayer, pidiendo una mesa de negociación con las autoridades. Hubo un repudio generalizado a la medida y al operativo de seguridad montado alrededor del diario.

 

Si bien los despidos tomaron por sorpresa al personal, desde hace unos días se viene hablando en el multimedio sobre movimientos y posible reducción de personal. Desde hace un tiempo se abrió un proceso de retiros voluntarios y se discutían algunas condiciones de trabajo, ante la imposición por parte de la empresa de nuevas tareas.

 

Pero ayer, la lista de despidos quedó en manos de personal de seguridad, que apoyados por un descomunal operativo policial, indicaban quiénes podían entrar y quiénes no. “El brutal ajuste llegó sin mediar aviso para los compañeros ni establecer ningún tipo de diálogo al respecto con los representantes gremiales y frente a un operativo de seguridad inusual en el edificio de la calle Tacuarí”, denunció en un comunicado la Comisión Interna de los trabajadores de AGEA/Clarín.

 

“Cada compañero que llega debe anunciarse con nombre y apellido. Los despedidos se enteran en la puerta y no pueden ingresar”, relataron los trabajadores.

 

Las postales de angustia e impotencia fueron multiplicándose durante la mañana. La historia de trabajadores con más de veinte años de antigüedad que eran notificados que “no están en la planta” fueron plasmadas en redes sociales y mensajes de apoyo.

 

Fotografía y Deportes fueron las secciones más castigadas. Casos como el de Rubén Digilio, un fotoperiodista con más de veinte años en el diario, se enteró en la puerta que ya no pertenecía a la empresa.

 

Asamblea y protesta

 

Con los despidos consumados, la Comisión Interna de AGEA/Clarín convocó a una asamblea, que decidió un paro de actividades hasta el fin de la jornada, a la espera de que se abra una mesa de discusión. Fuentes consultadas por Política del Sur confirmaron que ni los editores ni los directores se hicieron presentes en el lugar para dar algún tipo de respuesta.

 

Las mismas fuentes hicieron un cálculo respecto de la reducción de personal en el multimedio y afirmaron que desde 2016 “AGEA  redujo al menos 450 puestos de trabajo”, lo que incluye planes de retiro voluntario.

 

Desde la empresa vincularon esta ola de despidos a una reestructuración interna que apunta a fortalecer los productos online en detrimento del diario en papel. Pero los números de Clarín están lejos de ser malos. El grupo concentra el 20 por ciento de la pauta oficial que distribuye el gobierno nacional y sólo en 2017 recibió cerca de 550 millones de pesos.

 

Los despidos y el operativo policial fueron duramente criticados por todo el arco sindical. Incluso, durante la asamblea, los efectivos que filmaban fueron echados por los trabajadores presentes.

 

Una irónica coincidencia con los despidos del 2000 es la presencia de Patricia Bullrich. En ese año, era ministra de Trabajo del gobierno de la Alianza y los trabajadores le reclamaron que dicte la conciliación obligatoria para intentar negociar con el multimedio en mejores condiciones.

 

Por esos días -recuerdan los memoriosos en Clarín- la “piba” les dijo a los delegados que era “un tema político” que no podía arreglar. En la actualidad, otra vez integrante del gabinete nacional, fue la encargada de garantizar el enorme despliegue de efectivos que custodian la redacción, y en algunos casos intimidan a los presentes.